Friday, June 20, 2014

El nuevo buzo para el turismo cubano

El nuevo buzo para el turismo cubano
junio 19, 2014
Martin Guevara*

HAVANA TIMES — Esa vez sí había sonado la puerta del quinto piso de mi
departamento, esa vez no lo había imaginado como cada mañana cuando me
despertaba para ir al baño y regresar a la cama.

Me acerqué en la penumbra del salón hacia la puerta de entrada, y en
efecto escuché nuevamente el ruido de unos nudillos llamando sobre la
madera, permanecí inmóvil, casi sin respirar, se me hizo una eternidad
hasta que por fin vi deslizarse un papel por debajo de la puerta y
entonces la sombra centinela comenzó a desvanecerse en el filo de luz
que gestionaba el suelo y la base de la puerta.

Esperé unos instantes y cuando vi que a través de la ventana que la
persona que había llamado se subía a un coche Lada, recién entonces
recogí el papel. Era una citación para que fuese a hablar con quienes me
atendían en Consejo de Estado.

Era el año 1987, llevaba unos meses desde que me habían despedido de
Ediciones Cubanas, y como todo lo que habíamos acordado que yo haría
cuando regresé a La Habana no había salido demasiado del gusto suyo, me
dijo Sonia que, o bien conseguía un trabajo de inmediato o me tenía que
largar de la isla. En Cuba no se buscaban trabajo por el periódico, te
lo tenían que conseguir.

Ahí fue que Froilán, un gran amigo de mi familia, me salvó de garras de
la EJT donde me querían enviar, un sitio donde sin dudas, el primer día
habría perecido ahogado ante el asalto abrupto de las toneladas de sudor
o perforado por los embates que los mosquitos MIG 17 que entrenan entre
los cañaverales. Froilán intercedió para que me enviasen a Santiago de
Cuba al proyecto Baconao Turquino.

En el aeropuerto me recibió Iván, un joven ingeniero de La Habana, que
me dijo que sería mi guía por unos días hasta que me reuniese con el
general Robertico y hablásemos de cuál sería mi trabajo. Me llevó en su
Lada 1500 a la "casa de visita" donde viviría unos días, una preciosa
casona, con habitaciones disponibles para invitados del General.

Iván me enseñó dos habitaciones y me dijo escoge la que quieras, y me
elegí una que daba a un jardín florido, y que era muy espaciosa para mí
solo. Iván me dijo que había cocineras y mucamas para limpiar la
habitación que no había que cocinar nada, pero me llevó a la despensa y
las neveras para mostrarme que había todo tipo de carnes embutidos y
quesos para comer a la hora que quisiese, de igual modo cervezas y ron a
espuertas.

Las habitaciones tenían aire acondicionado y los baños eran individuales
y muy cómodos, con toallas que se cambiaban cada día. Al otro día por la
mañana fuimos a dar una vuelta por el Parque Baconao Turquino y me
explicó que allí estaban desarrollando un complejo turístico que debía
dejar pequeño a Varadero cuando estuviese terminado, pero que llevaría años.

A él le habían propuesto como ingeniero mudarse allí y poder desarrollar
todo el potencial de sus ideas con total libertad, y me dijo que lo
estaba haciendo, me llevó por las obras que había construido y realmente
eran inusuales.

En una parte de la costa donde chocaban con fuerza las olas Iván había
mandado poner una serie de cañas de bambú de unos quince centímetros de
diámetro y diferente altura, formando un sikus gigante y cada vez que
las olas daban contra la costa emitía el sonido de una melodía que
parecía provenir del mar. Era lindo y además salía de ese esquema
socialista de que sólo se construyan cosas prácticas, nada que tuviese
como fin la estética pura o el hedonismo de por sí.

Luego proyectó un valle plagado de dinosaurios en estatuas de diferentes
tamaños, un hombre prehistórico con su mazo en la mano con los pies a
cada lado de la carretera, había que pasar por debajo de él, y eso
conducía a un museo de miniaturas que había hecho un suizo.

Cosas raras en la Cuba revolucionaria. Y eso en un par de años
solamente, estaba orgulloso y lleno de energía con ganas de hacer cosas,
que no necesariamente eran útiles en el sentido clásico que se entiende
por la utilidad, que embellecían un lugar tanto, le daban un toque tan
personal, que sería eso lo que lo diferenciaría de los sitios
exclusivamente estivales.

Tomamos unas cervezas frente al mar y cuando nos fueron a cobrar lo
cargaron a una cuenta del Plan, y así en dos hoteles más, y me contó que
además de tener crédito libre en el Plan Baconao, por todo Santiago
tener nuestra posición era considerado como un privilegio mayor y
podíamos entrar en todos los sitios, como restaurantes cabarets,
marinas, clubes deportivos, con solo mencionar donde trabajábamos y bajo
las ordenes de quien.

Iván me dijo que Robertico le pidió que estuviese unos días conmigo
llevándome con él al trabajo y que yo fuese viendo en que me gustaría
desempeñarme.

Cuando regresamos a la casa de visita, me eché en la cama con los brazos
abiertos mirando el techo, me sentía mejor que si hubiese ido a recoger
un premio, yo había ido a enfrentarme a un trabajo que me enderezaría,
una especie de castigo, sin embargo cada paso que daba, cada cosa que me
enseñaban era mejor, parecía una broma donde había una cámara oculta. Y
aún faltaba que me dijesen en donde iba a trabajar.

A la semana de dar vueltas con Iván y tener claro que cualquiera de esos
sitios me gustaba para trabajar, me mandó a llamar Robertico a su casa
de visita. Me pasaron a recoger en un jeep y tuvimos una conversación
informal, en la cual por supuesto no podía faltar la admiración de él
por mi tío, yo me sentí un poco intimidado ante tanto espacio, tantas
botellas de whisky, escoltas o subordinados comiendo sándwiches de
jamón, langosta, aquello era una maravilla, ese tipo de castigo era como
arder en el infierno de las ninfómanas y el jolgorio.

Me dijo que se tenía que ir ya mismo en un helicóptero, que estaba
supervisando las obras del Plan, y que me tenía reservada una sorpresa,
que al día siguiente me mudaría al sitio donde iba a trabajar, que por
la mañana me iría a ver mi nuevo instructor y jefe.

Lo saludé le di las gracias me tomé dos vasos de whisky antes de salir
de allí, y me fui a la casa de visita preocupado por donde sería que me
llevaría, pero me daba buena espina la manera en que me había tratado, y
además me dijo que si no me gustaba que lo dijese y procuraría otra cosa.

Cuando llegué, Iván me estaba esperando para cenar y para irnos a tomar
algunas cervezas por ahí en su coche. El ya sabía que al día siguiente
dejaba la casa de visita, y también sabía dónde iba, y me dijo que no
podía decirme nada, pero me aseguró que me iba a gustar, que según lo
que yo le había comentado y él había visto en mi durante esa semana
seguro que me gustaría. Y me aseguró que si no fuese así se lo dijese a
él que él se lo decía a Robertico, que le había caído bien y creía que
yo tenía que estar donde mejor me sintiese.

Al día siguiente apareció en la casa de visita un hombre bajo, de voz
fuerte y con mucha vitalidad, parecía eléctrico, me dio la mano y sonrió
a regañadientes, se me presentó como Lázaro, y me dijo que él estaba a
cargo del desarrollo de la flota de buzos, de barcos hundidos para hacer
turismo subacuático, lo que se llama pecios, y de la extracción de coral
negro en las costas de la isla para financiar el proyecto. Me preguntó
si me gustaría vivir en un yate y me preguntó si sabía bucear. Le dije
que en apnea sí, y me dijo:

"¡No hay problemas vamos a hacer de ti un señor buzo"!

Cuando llegamos al puerto y subimos al yate me dio un camarote
comodísimo, empapelado a la inglesa, en el ropero cabían todas mis
cosas, tenía mesita de luz y dos camas muy cómodas, con aire
acondicionado, y en cuanto dejé la ropa me presentó al resto de la
tripulación, su sobrino Omar buzo de unos treinta años delgado y
atlético, Albertico un buzo de unos cuarenta años grueso, el cocinero,
su hijo que se llamaba Iván como el ingeniero, y Sarita, la bióloga de a
bordo. Sacaron unos trozos de jamón y cervezas y me dijeron que había
que brindar.

Entre todos me daban una bienvenida que aún parecía que estaba en un
cuento, me decían que sería buen buzo, que no preocupase que aprendería
con ellos, que Albertico era uno de los mejores buzos de Cuba, a lo que
Albertico me dijo que de eso nada, que el mejor era el mismo Lázaro. Me
contó que había sido quien había protagonizado una acción para detener
un atentado a Raúl Castro, que era famosa porque había sido llevada al
cine con éxito bajo el nombre de Operación Patty Candela. También Lázaro
fue uno de los buzos que trabajaron en la pantomima de la búsqueda del
cadáver o de algún resto de la avioneta de Camilo Cienfuegos.

Cuando me quedé sólo con mi cervecita en la borda mirando hacia al isla
Granma en medio de la bahía de Santiago mientras caía el sol no me sentí
especialmente bien, necesitaba otra cervecita más.
——
Visita el blog de Martín Guevara.

Source: El nuevo buzo para el turismo cubano - Havana Times en español -
http://www.havanatimes.org/sp/?p=96715

No comments:

Post a Comment