Tuesday, June 10, 2014

El libro de un sobrino del “Che” desmitifica la Revolución Cubana

El libro de un sobrino del "Che" desmitifica la Revolución Cubana
[10-06-2014 12:43:05]
Claudia Peiró
Periodista argentina

(www.miscelaneasdecuba.net).- (Infobae) En "Crecer a la sombra del
mito", Martín Guevara cuenta su infancia en Cuba, donde todos los
niños prometían cada mañana ser como su tío, y donde pronto descubrirá
la impostura, al vivirla en carne propia
"Cada día escuchaba que esa sociedad era perfecta porque todos éramos
iguales, y que en el país de donde yo provenía había que pagar la
medicina, el colegio también, y todo menos el aire, por eso casi todos
eran muy pobres, y andaban por las calles pidiendo comida y trabajo",
escribe Martín, hijo del menor de los hermanos de Ernesto Guevara.

Exiliado con su familia en la isla a los 10 años, se enteró allí de la
existencia de ese mítico tío, muerto cinco años antes en la selva
boliviana, y que resultaba tener casi tantas calidades y poderes como
los héroes que poblaban sus libros infantiles, un "Sandokán" caído en el
combate por los pobres de América Latina.

El hombre al que todos los niños cubanos debían parecerse y él en
especial, por llevar su sangre y su apellido.

Pero la combinación de un espíritu libre y rebelde –guevariano,
justamente- y los sufrimientos que le infligió la militancia de los
adultos, entre partidas y separaciones, sirvió tal vez de antídoto al
adoctrinamiento, haciendo de Martín una suerte de oveja negra en una
familia tan ligada a la épica de la Revolución. Así, a través de una
mirada todavía infantil –de boca de los niños sale la verdad, dice la
sabiduría popular-, se va corriendo el velo del relato castrista dejando
expuestas sus contradicciones, las desigualdades y privilegios detrás de
la prédica igualitaria, y el verdadero trato del régimen a su familia,
más allá de la exaltación del mito. Pero esto último es parte de la
trama –no inventada- del libro, así que no será revelado en esta nota.

Por un lado, ese chico de 10 años siente culpa por "extrañar un país
[Argentina] que era tan cruel con todos", en donde él recordaba no haber
sido "más que un niño igual a los que vivían en las manzanas de alrededor".

"Pero en Cuba –escribe Martín-, aún cuando se empeñaban en decirme que
éramos todos iguales, en cuanto ponía un pie fuera de aquel Hotel Habana
Libre [donde la familia Gude la vestimenta, hasta la comida, pasando por
los elementos de aseo, lo más chocante era esa triste uniformidad. Una
"riña que presentaba el sistema con la estética" y que "se extevara fue
alojada inicialmente por el régimen], me daba cuenta de que unos éramos
cualquier cosa menos iguales que otros".

Descendía a lo sabroso". "Era como si hubiese una Logia contra el sabor
agradable (…). Contra lo exquisito había una guerra abierta. El
socialismo real no toleraba la sofisticación. Lo distinguido, era
relacionado con lo burgués y por ende suprimido", recuerda.

Pero no para todos: "Claro, todos estos productos resultaban
perniciosos, siempre y cuando no se encontraran en las neveras de los
más altos cargos, aquellos de carácter demostrado, ya que es fácilmente
comprensible que quienes hubiesen estado luchando, en sierras y
montañas, podían pasar por una tentación semejante sin sucumbir al
vicio, ni corromperse por la gula".

Todas estas impresiones, Martín Guevara las ha ido volcando a lo largo
de estos años en su blog y en artículos –escolumnista habitual de
Infobae desde 2011- pero ahora las ha reunido en este libro. A 30 años
de aquellos episodios, un relato sin autocomplacencia, con frescura y
estilo ágil, pese a su apego a la frase larga –otra rebelión saludable
en tiempos tuiteros- que transmite de modo claro el clima de aquella
Cuba. Fue un niño el que dijo que el rey estaba desnudo. Y este libro
lleva a reflexionar sobre la ceguera de tantos adultos que ha
contribuido a una sorprendente persistencia de un relato que los hechos
no cesan de contradecir.

Sobre estos temas, respondió Martín Guevara a las preguntas de Infobae.
A continuación, esa charla y, como cierre, un breve extracto del libro
que acaba de ser lanzado en castellano y en inglés simultáneamente, en
papel ycomo e-book.

¿Por qué este libro ahora?

Durante toda mi vida la literatura ha venido a mí de diferentes soportes
y maneras. Los libros, las lapiceras, los lápices, los cuadernos de los
primeros poemas, las servilletas de los bares porteños en los cuales te
podés quedar horas pero no como en París mirando gente pasar sino
charlando hasta agotar saliva o leyendo y escribiendo, o bien me ha
venido a modo de aventuras, de descontrol, de desacuerdos, de rebeldías
adolescentes tardías, a modo de historias, relaciones, observación,
experimentación, pero casi siempre con un inquilino permanente dentro,
que es la "angustia". Ese ha sido siempre el motor de mi cercanía a la
literatura en general, al acto de leer, de construir historias, de crear
personajes y vivirlos con un histrionismo permanente, al acto de
escribir desde las entrañas, o desde el humor de la autocrítica, del
aprendizaje de manos de los demás. Tuve grandes maestras y maestros. Son
muchos los libros que he pergeñado ya, que he construido, en primera o
en tercera persona: ahora toca ir escribiéndolos, volcándolos al papel,
compartiéndolos.

¿Cómo es hoy tu vínculo con Cuba, tus primos, Fidel y otros?

Somos una familia muy gregaria, entre la gente que más estimo en el
mundo, hay muchos que son de mi familia, primos, tíos. El cariño es el
mismo de cuando éramos compinches, pero ha intervenido ese perturbador y
ficticio ingrediente introducido por los adoctrinamientos y los
aleccionamientos conductistas en los ámbitos totalitarios. El problema
en todo caso no es mío, desde pequeño toleré que las personas de mi
alrededor usasen un barniz único, monolítico, mientras yo andaba
explorando otras posibilidades, y ello nunca significó un obstáculo para
tenernos gran afecto. Pienso que de a poco todos se acostumbrarán a que
en la vida tenemos diversas opiniones, sobre todo cuando vayan
liberándose y notando que sus verdaderas opiniones sofocadas por esas
otras encorsetadas, anuladas por todo ese andamiaje que nos impusieron y
del cual no es nada fácil escabullirse, son en realidad más acordes a
mis criterios. Tengo primos que han sido mis hermanos mayores, a los
cuales les tengo un afecto indestructible, independientemente de cuál
sea el disfraz con que cada uno aparezca en este baile. Las personas
necesitamos creernos al menos un poquito el rol que interpretamos, pero
somos mucho más parecidos de lo que pretendemos. Con Fidel no tengo
ninguna relación y con el entorno tampoco, con esos sí, ¡¡espero ser
todo lo diferente que creo ser!!!

¿Por qué hay tan poca reacción contra este régimen, tanta negación de su
carácter dictatorial?

Ese es el quid de la cuestión. La pregunta que me he hecho y se han
hechos muchos estudiosos de los sistemas que secuestraron la
terminología bondadosa de masas en el siglo XX ¿por qué costó tanto y
aún cuesta aceptar que Stalin mató a millones de personas? ¿Por qué a
los escritores disidentes del campo socialista siempre les acompañó una
sombra de sospecha incluso en los círculos intelectuales en los cuales
presumiblemente se los respetaba? ¿Por qué la propia gente de estos
países antes que oponerse, preferían muchas veces arriesgar sus vidas
para atravesar los montes Urales, como mi gran amigo fotógrafo Slava
Fillippov, saltar el muro de Berlín arriesgándose a una ráfaga, o salvar
90 millas de un mar repleto de tiburones en un neumático de camión? El
secuestro de esa terminología pro obrera, pro campesina, anti abuso del
poder, pro pobre, pro explotado, hizo que fuese muy difícil oponerse a
ello, es muy complicado sacar algo del hipotálamo una vez que se
instala. Pero sigo en la búsqueda.

¿Qué reacciones has tenido hasta ahora por las posiciones que expresás
en este libro?

Diversas, la mayoría de respeto. Otras de personas que creen descubrir
el chocolate cuando me dicen ¡pero sí tú vivías muy bien en Cuba, te
tomaste todo el ron, y ahora vas de disidente! O: ¡Habla de España que
allá la cosa no está nada bien! Esos son los que se nota a la legua que
no han leído nada de lo que escribo, que saltan como un resorte ante la
etiqueta, ya conozco de cerca dichos mecanismos, y a ese tipo de
elementos adiestrados.

Aunque tu libro termina con una nota esperanzadora, las cosas de las que
fuiste testigo -como los escraches, la cobardía colectiva- ¿no minan
totalmente la idea de la condición humana? ¿Es posible volver a creer?

Claro que sí. Desde tiempos remotos, desde que un mono vio que el de al
lado era más boludo que él y le quitó todo el morfi con el cuento de las
tormentas y la ira del cielo en caso contrario, las organizaciones más
trascendentes, más duraderas, lo son entre otras cosas porque
descubrieron que lograr someter a alguien está bien, pero lograr que se
someta por motu propio y sin mediar aparente coacción es algo
maravilloso, ¡infalible! Llenaron las cabezas de prejuicios, falsas
certezas, y sobre todo hitos filosóficos, que incomprensiblemente no han
sido cuestionados lo suficiente como para romper los círculos viciosos.
Como el de la simple saturación del modelo social de la convivencia y el
consenso, y el necesario y catártico arribo de la conflictividad, del
antagonismo, del mismo modo que para dar a vida a un bebé la madre debe
padecer dolor, y que hace falta la noche para el día. ¿Pero qué nos
cuentan? Claro que algo de eso hay, pero si todos esos otros ciclos los
hemos conseguido romper desde hace mucho en nuestro "beneficio", ¿cómo
no podríamos canalizar los deshechos de los períodos de bonanza, de los
períodos de concordia y vehicular las frustraciones de la sociedad
hastiada, saturada de un modelo de paz y armonía? ¡Por favor! ¡Claro que
creo! Pero debemos ponernos cada uno en nuestro entorno a cambiar las
cosas, empezando por nuestros propios atavismos, nuestras limitaciones,
y sobre todo superar nuestros miedos. Una cosa que me gusta mucho de
Jorge Bergoglio es que tiene esa impronta del verdadero cristiano, que
yo no lo soy, pero si todos fuesen así con muchísimo gusto me convertiría.

DE ESCRACHES, PRIVILEGIOS Y "DIPLONIÑAS" [Extractos de Crecer a la
sombra del mito, de Martín Guevara]

Una tarde (…), se acercó una comitiva formada por vecinos de los
edificios de al lado. Acudían al nuestro a informarle al presidente del
CDR que los del cuarto piso, una familia de cuatro personas, tenían
pedida la salida para Estados Unidos y que de un momento a otro
llegarían, así tenían tiempo de prepararles el recibimiento.

A las dos horas llegó un patrullero conduciendo a los cuatro vecinos. Él
era marinero, la esposa ama de casa, el niño y la niña eran pioneros,
como todos los críos. Ni bien cerró la puerta el coche de la policía y
empezaron a caminar por el pasillo hasta su escalera, salió un grupo de
militantes que los estaban esperando detrás de una escalera, y
comenzaron a gritarles a voz en cuello, todo tipo de insultos, como
escoria, homosexuales, prostitutas, y gusanos, se gritaba más que nunca:
¡Pim Pom Fuera, Abajo la gusanera! alternándolo con: ¡Fidel, seguro, al
gusano dale duro! (…) …pude ver la cara de miedo en los rostros de
nuestros vecinos, de los niños que hasta el día anterior jugaban allí
mismo protegidos por ese mismo CDR. (…) …cuando ya estaban cerca la
muchedumbre comenzó a asestarles golpes, los primeros con las manos
abiertas, a modo de bofetadas, sobre la cara, la nuca, la espalda, y
entonces el bravo revolucionario policía que vivía en nuestro edificio,
le dio en la cabeza con una porra de goma al hombre, (…) le agarré la
mano a la niña y no dejé de mirarla diciéndole que no pasaba nada, que
se calmase, y en eso Jesús, uno de los muchachos mayores, (que) había
estado en todo tipo de reformatorios, (se) acercó a la multitud
acalorada y violenta, y les dijo con voz tranquila y profunda, pero
determinada: ¡Caballero dejen el abuso, esa gente tienen niños! Y de un
hábil salto se interpuso entre el teniente de policía, y el matrimonio,
momento que los cuatro aprovecharon para subir raudos las escaleras (…).
Sólo entonces solté la mano de la niña que aún estaba ataviada con el
uniforme de pionera, con el que cada mañana debía jurar por el
comunismo, que sería como mi tío.

[..........]

Lo que no puede negar todo el que vivió esos años, es que todo el
tiempo, en todos los barrios, con la aquiescencia de las autoridades,
esas golpizas, humillaciones y abusos, eran tan generalizados que
parecían una catarsis colectiva, como si castigaran al que se atrevió a
hacer lo que colectivamente en el inconsciente, deseaban casi todos:
pirarse al norte.

[..........]

A los Estados Unidos ya habían emigrado desde Cuba a partir del 1959 más
de 740.000 personas, que en un gran conjunto, pertenecían a clases
sociales más o menos instruidas y adineradas, generalmente blancos
descendientes de españoles. El grueso del contingente que recibió La
Florida con el fenómeno del Mariel [1980], estaba compuesto por una gran
mezcla de razas mestizas, y eran socialmente diferentes a las colonias
hasta entonces allí establecidas.

(…) Es cierto que viajaron delincuentes, incluso presidiarios, las
autoridades norteamericanas tuvieron que encarcelar ni bien entraron a
su país a más de 2.500 personas con prontuarios generosos, pero la
inmensa mayoría, estaba compuesta por el pueblo trabajador. He aquí la
novedad, era un gran contingente de desencantados de la Revolución que
habían nacido y militado en ella, personas que alguna vez habían sido
comunistas o afines, acaso por miedo, por conveniencia o por convicción,
que habían alfabetizado, participado de la zafra de los 70, milicianos,
aunque no internacionalistas, ya que estos tenían vedada esa
posibilidad, al igual que cualquier miembro de las FAR.

Muchos de ellos habían ostentado un carnet de militante, varios de ellos
habían sido enemigos dialécticos y algo más incluso, de los que entonces
los recibían en Miami, de los que entonces les enviaban los yates al
rescate. Del lado cubano, la consecuencia inmediata fue que
repentinamente quedó claro que algo no había funcionado según lo
previsto, a juzgar por la ingente cantidad de personas de toda
procedencia que deseaban emigrar.

Fue un durísimo correctivo, un inesperado baño de realidad.

[............]

Estaban los técnicos extranjeros, cuadros medios de los países
socialistas del Este de Europa, y en su mayoría de la Unión Soviética,
que tenían derecho a comprar en tiendas especiales, en moneda nacional.

En esas tiendas había productos alimenticios de notoria mejor calidad
que los de la población nacional (…). Además de que (éstos), que de
técnicos tenían aún menos que de socialistas, podían comprar en algunas
tiendas de divisas, sobre ellos no se ejercía control por parte de
agentes nacionales, porque contaban en sus barrios con un responsable
del partido de sus países de origen. Vivían en barrios donde sólo
habitaban ellos.

Estaban los segundos más privilegiados, el cuerpo diplomático. Estos
tenían un tren de vida de bastante poco sacrificio. Tanto por el dinero
que ganaban como por la impunidad que les otorgaba la inmunidad
diplomática. En las tiendas habilitadas para su consumo, se podía notar
esa diferencia. Estaban dotadas de lo mejor que llegaba a Cuba. Eran las
tristemente famosas diplotiendas (…). Tal era la distinción que le
otorgaba a una tienda, a una peluquería o a una panadería, el prefijo
"diplo", que durante un tiempo cuando una chica se distinguía por su
belleza se la denominaba una "diploniña".

Y por último, la crema de los privilegiados. Había empezado a
desembarcar un nuevo tipo de extranjero, que se convertirían en los
menos queridos pero los más deseados, los empresarios a los que el
Gobierno daría el visto bueno. Españoles, franceses, canadienses, que
soñaban como todos, con beneficios económicos, pero por alguna razón
arbitraria, aleatoria, anárquica o fortuita, más que racional, fueron
asimilados por el sistema como capitalistas con un toque revolucionario.
Dueños de cadenas de hoteles, empresas de comunicación, astilleros,
petroleras, etc., simplemente millonarios que establecían sus sucursales
en Cuba, contando con la cómoda inexistencia de sindicatos y sin el
siempre molestísimo derecho de huelga. Estos compraban en las tiendas
que se les antojara y no eran importunados por agentes, ni ley alguna,
eran los siemprebienvenidos.

Tomado del blog de Montaner.

Source: El libro de un sobrino del "Che" desmitifica la Revolución
Cubana - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/5396e1393a682e14c0425c40#.U5bwlPmSwx4

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