El desprestigio de la justicia
[17-06-2014 10:47:04]
Alberto Medina Méndez
(www.miscelaneasdecuba.net).- Que la actividad política ha perdido
credibilidad ya no es noticia. Si bien la mayoría admite que es un
instrumento que puede generar cambios, los mas coinciden también que sus
habituales formas, los excesos y la inmoralidad, han convertido a la
política en un quehacer de pésima reputación.
No son meras afirmaciones. Tampoco suposiciones o prejuicios. Numerosos
estudios respaldan esta descripción. Es un fenómeno universal y no solo
doméstico, aunque se presenta con matices e intensidad singulares.
Ese desprestigio alcanza no solo a los dirigentes, a los que aparecen en
los medios de comunicación o en los actos públicos, sino que también
incluye a los burócratas del gobierno en cualquiera de sus estamentos.
Desde un ministro, a un legislador, pasando por un miembro de la
justicia. Nadie se salva. Pueden tener diferentes grados de
responsabilidades, pero eso no impide que sean vistos de igual modo.
Sin embargo, no todo es lo mismo. Están los honestos pero también los
que eligieron el camino del delito. Algunos se esmeran obrando
correctamente y otros buscan negociados usando sus cargos.
Adicionalmente, están los que tienen coraje y se animan, los que
conviven no solo con los indecentes, sino con los que adoptan la
vergonzosa comodidad de la inacción.
Buena parte del servicio de justicia supone que esa imagen negativa no
tiene que ver con su labor cotidiana. Creen ser las víctimas de un
esquema que los condiciona y prefieren el tímido lamento a la heroica
acción.
A lo largo de estos años transitaron múltiples gestiones de gobierno, de
distinto color partidario, impronta y estilo. Resulta poco creíble que
luego de tanto tiempo, los casos de corrupción denunciados sean tan
escasos y los encarcelados puedan ser contados con los dedos de una mano.
La corrupción es parte del presente. Muchos funcionarios públicos se han
apropiado del Estado como si les perteneciera. Usan los recursos de los
ciudadanos como si fueran suyos. Que muchos lo hagan, no lo convierte en
correcto. Que se haya naturalizado no lo transforma en un hecho legítimo.
Son demasiados años de impunidad, pero también de cobardía. Nadie
desconoce que el Poder Judicial es parte de la corporación política. Si
no actúa como debe no es por casualidad, sino porque se entremezclan
evidentes intereses compartidos y un sinnúmero de indisimulables
presiones, a lo que se suma la necesaria complicidad de la falta de
valentía.
Alguna gente vive desinformada o no ha podido acceder a ciertos niveles
educativos, pero igualmente se da cuenta que frente a delitos menores,
muchas veces la Justicia actúa de oficio, sin siquiera ser convocada.
Sin embargo frente a la obscena actitud de ciertos personajes, que sin
disimulo ostentan poder, despliegan recursos que no le son propios y se
enriquecen de forma indebida, la justicia prefiere apelar a la infantil
fórmula de justificarse frente a la ausencia de denuncias formales
concretas.
No se puede ser parte del sistema y pretender hacerse los distraídos
como si nada tuvieran que ver con lo que ocurre. Por acción u omisión
son protagonistas y el ingenuo rol de virtuosos no les queda elegante.
Es bueno saber que en esa "jungla" se pueden encontrar también otros
individuos, que resisten con hidalguía a la inercia, que combaten con
perseverancia para no ser más de lo mismo y así diferenciarse. La lucha
es dispar porque el sistema produce anticuerpos suficientes para
disuadir a los más rebeldes, a esos que no acatan sus perversas reglas.
No todo está perdido. Una larga lista de funcionarios probos intenta,
desde adentro, dar la batalla, con pocas posibilidades de lograr un
final feliz. Es probable que no consigan cambiar totalmente la historia,
lo que no significa que no deban mostrar el sendero, para así orientar a
la próxima generación, esa que tendrá la difícil labor de completar la
gesta.
Si la justicia continúa en este derrotero, no logrará escaparse de las
críticas. Por mucho que se ofendan los miembros del Poder Judicial y
pese a sus explicaciones sobre las dificultades estructurales, el
descrédito los roza.
Para sacarse de encima ese estigma, deberán animarse a hacer lo
necesario. En vez de quejarse de lo que ocurre, tal vez sea tiempo de
revisar si están haciendo lo suficiente para que algo del presente cambie.
Mientras unos pocos intentan dar el ejemplo, otros han preferido
plegarse a la dinámica impuesta, a esa cruel tradición del pasado, que
no solo no cambia de rumbo, sino que se profundiza agravando aun más la
situación.
Nadie dice que sea tarea sencilla. Pero nada se transforma si antes no
se asume la realidad con honestidad absoluta. Luego será el tiempo de
seleccionar una estrategia que sea más audaz que solo entregarse a las
despiadadas garras del sistema.
Hasta que la sociedad no perciba modificaciones importantes o giros
significativos, no se puede esperar que un milagro les devuelva el
orgullo a aquellos que deberían garantizar el pleno ejercicio de los
derechos ciudadanos. Mientras tanto se seguirá asistiendo a este
patético espectáculo que muestra el interminable desprestigio de la
justicia.
Source: El desprestigio de la justicia - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/53a000883a682e0de4e2f3cc#.U6FshfmSwx4
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