Libertad, Represión, Derechos Humanos
Democracia y capitalismo en Cuba
Los chinos argumentan que su modelo, que combina una economía cada vez
más abierta con un sistema político cerrado, puede resultar exitoso para
otras naciones
Alejandro Armengol, Miami | 17/06/2014 6:34 pm
Por décadas en el exilio cubano de Miami ha mantenido aferrado al credo
de que llevar la libertad a Cuba pasa por la reinstauración de un
sistema político dominado por el mercado. No es cierto. Capitalismo y
democracia no son sinónimos. Pueden coincidir, pero no necesariamente.
Se puede aspirar a que en la Isla exista un Estado de derecho, el
respeto absoluto a los derechos humanos, la propiedad privada y la libre
empresa, sin que ello implique añorar una vuelta al pasado y apoyar la
ilusión de convertir a La Habana en una copia de Miami.
De hecho, cada vez cobra mayor fuerza la evidencia de que el proceso de
"actualización" que lleva a cabo el gobierno de Raúl Castro está muy
cerca de una vuelta al capitalismo sin cortapisas —en sus aspectos más
superficiales y despiadados— y en nada interesado en el menor cambio en
lo que respecta a las libertades ciudadanas.
Los fanáticos del neoliberalismo, que suelen confundir la falta de
regulaciones y controles del mercado con la libertad política, deben
leer The Return of History and the End of Dreams, el libro de Robert
Kagan, el ideólogo neoconservador de mayor talento en Estados Unidos.
Kagan hace una buena observación al señalar lo que pasan por alto
quienes creen que con sólo las bendiciones combinadas del comercio,
capitalismo y propiedad creciente se llega inexorablemente a una
democracia liberal.
Lo que se subestima es el atractivo internacional de la autocracia. La
Unión Soviética, después del impulso inicial que recibió la
industrialización, fue un modelo de fracaso económico hasta su fin.
Ahora con Vladimir Putin el crecimiento y la diversificación económica
aún dejan mucho que desear —el país se sustenta en dos industrias, ambas
muy lucrativas, el petróleo y la fabricación de armamentos— pero Rusia
ha vuelto a ser una nación con aspiraciones imperiales y una
superpotencia con la cual hay que contar y que se teme.
La China actual, de momento, no lo es un peligro bélico inminente, pero
hasta cuándo. Como dice Kagan, "gracias a décadas de destacado
crecimiento económico, los chinos pueden argumentar hoy que su modelo de
desarrollo económico, que combina una economía cada vez más abierta con
un sistema político cerrado, puede resultar exitoso para el desarrollo
de muchas naciones".
Un sistema similar al chino o al vietnamita, con las variantes
tropicales al uso, es lo que debe estar en la mente en más de un
tecnócrata o funcionario cubano. No es siquiera que el ideal de Raúl
Castro sea la puesta en práctica de ese modelo. Si algo se desprende de
la realidad cubana actual, las declaraciones del jefe de Estado y los
avances y retrocesos que han traído lo que la prensa extranjera llama
"reformas"´ y la oficial de la Isla denomina "actualización" es la
existencia de un conjunto de medidas de supervivencia para navegar en el
caos sin que se produzca un estallido social.
Hasta ahora —hay que señalarlo— lo han logrado como si fueran los dueños
absoluto del tiempo. No hay mérito en ello si se recuerda otro ejemplo
—Corea del Norte—, donde un absolutismo cuasi monárquico, o monárquico
en cuanto a la transmisión familiar del poder, mantiene firme las
riendas del poder. Sin embargo, la casta militar cubana ha dado muestras
de desempeñar con efectividad un rol productivo y no limitarse al
poderío parásito de la mayoría de los militares norcoreanos.
Aquí vendría entonces la pregunta de hasta dónde está el exilio de Miami
preparado para lidiar con ese grupo de funcionarios y militares que
están establecidos como los herederos del poder en Cuba.
Ante todo hay que señalar algunas verdades, dolorosas para algunos aquí
en Miami. Más allá de los méritos cívicos y el valor de sus integrantes,
el movimiento disidente es un buen indicador del control absoluto del
Gobierno sobre la ciudadanía del país.
Hasta el momento, la disidencia ha demostrado su incapacidad como vía
alternativa para el cambio de régimen, en tanto que se ha constituido en
un formidable instrumento de denuncia.
Tampoco llegan lejos —nunca lo han logrado— quienes desde el exilio
llevan a cabo una labor de cabildeo dentro del gobierno y en el Congreso
en Washington para conseguir que el gobierno de este país asuma una
actitud realmente agresiva frente al régimen de La Habana, con el
objetivo de transformar la situación actual.
A estas alturas debe quedar claro que las bases para un vínculo
económico, entre el exilio y los residentes en la Isla, que sobrepase el
simple envío de remesas están establecidas y solo espera una mayor
flexibilidad en ambas costas del estrecho de la Florida. Hasta el
momento, el régimen de La Habana mantiene el monopolio de explotación de
esta relación económica —más que simbiótica parasitaria— y no hay
indicación alguna de que esta situación pueda cambiar sino todo lo
contrario: cada vez más el gobierno cubano esquilmará económicamente al
exilio, a partir de explotar los vínculos familiares y aprovecharse de
la inercia de la población de la Isla.
A todo lo anterior se añade que la visión de que Cuba está gobernada por
una gerontocracia es incompleta, y que quien piense —en parte por
pereza, por culpa de los corresponsales internacionales que no hacen
bien su trabajo y hasta por desconocimiento de nombres y caras— que los
mandos del régimen se limitan a un puñado de ancianos, y que todo se
reduce a un problema de edad, lo más probable es que muera en la espera
de una solución biológica.
Si, salvo que se produzca un estallido social incontrolable, el destino
cubano más probable es un cambio generacional, que ampliará la vía
capitalista pero mantendrá reducidas o controladas las libertades
públicas, la ecuación capitalismo y democracia salta en pedazos.
Source: "Democracia y capitalismo en Cuba - Artículos - Opinión - Cuba
Encuentro" -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/democracia-y-capitalismo-en-cuba-318535
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