Friday, June 20, 2014

Cuba y la izquierda oficialista

Intelectuales orgánicos, Socialismo, Izquierda

Cuba y la izquierda oficialista
El defender un modelo de justicia social, que realmente nunca existió en
Cuba tras el 1 de enero de 1959, no implica suscribir propuestas agotadas
Alejandro Armengol, Miami | 19/06/2014 1:11 pm

En un artículo de meses atrás, sobre la polémica generada a partir del
cierre de los cines privados en Cuba, el poeta y ensayista Víctor Fowler
expresaba: "queda la amarga sensación de que la (vieja) retórica ha sido
incapaz de elaborar algún discurso coherente para enfrentar a la (nueva)
realidad".
Retirado de circulación el discurso ideológico fundacional, quienes aún
defienden el modelo cubano dan tumbos entre lo viejo y lo nuevo,
incapaces de definir un rumbo.
Espero que no esté lejano el día en que esa izquierda cubana,
oficialista o semioficialista, pueda actuar libremente y echar por la
borda a Lenin.
Cuando pueda reconocer que la teoría y la práctica política del fundador
de la desaparecida Unión Soviética tenía por objetivo crear un estado
totalitario habrá dado un paso de avance.
Hasta entonces, se quedará en los márgenes, elaborando artículos para
consumo fuera de la Isla, mientras se mantiene cómplice de un régimen
que niega las libertades más esenciales.
Poco hay que buscar en el llamado "socialismo del siglo XXI", que
postulaba el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez. Me cuesta
trabajo admitir que las referencias al legado de Mao Tsedong en China y
de Ho Chi-Minh en Vietnam, que a veces citan, signifiquen algo más que
referencias circunstanciales.
Quienes favorecen la idea de un gobierno socialista para Cuba cuentan
con ejemplos suficientes en Europa, sin necesidad de recurrir al
"fantasma de Stalin" para cargarlo de culpas y tratar de reinventar un
pasado sin errores.
El modelo político-económico creado por Lenin fue no sólo un fracaso
sino una aberración histórica. Pretender salvarlo es imposible. Su
negación no es la negación del socialismo, o de un sistema que otorgue
la prioridad necesaria a la justicia social.
Comprendo las dificultades que tienen los legítimos pensadores de una
izquierda cubana a la hora de plantear estos problemas.
Hay dos aspectos claves sobre los que se definirán el futuro cubano:
mejoramiento de vida de la población y libertad ciudadana.
Una gran interrogante es si los dirigentes cubanos cuentan con la
capacidad y el valor necesarios para buscar una solución a estos
problemas, tras la desaparición de los hermanos Castro. Otras preguntas
tienen un alcance más largo. Queda por ver si el destino que aguarda a
la Isla es el restablecimiento de la democracia, el llamado "modelo
chino" o algo similar a lo que ocurre en la Rusia actual.
Aunque en ocasiones expresan críticas válidas sobre la situación
imperante en Cuba, los intelectuales orgánicos que aún quedan rezagados
en la Isla formulan sus opiniones dentro de un fárrago dominado por una
retórica caduca y maniatados por las cortapisas ideológicas.
Algunos por formación, otros por conveniencia, parecen condenados al uso
y abuso de los modos de pensamiento y escritura que caracterizaron los
años en los que en Cuba imperó un mal llamado análisis marxista o
dialéctico de las situaciones, que en la mayoría de los casos se
limitaba a explicaciones de acomodo. Ello es patente en el recurrir
constante a las citas de autoridad y el no olvidar los socorridos
pretextos y justificaciones.
El defender un modelo de justicia social —que realmente nunca existió en
Cuba tras el 1 de enero de 1959— no implica suscribir propuestas
agotadas. Se puede estar a favor de la educación gratuita, servicios
médicos a la población y renglones económicos de propiedad estatal sin
tener que andar con las obras de Marx y Engels bajo el brazo. Y mucho
menos tener que salvar a Lenin y echarle toda la culpa a Stalin.
Los que creen que el problema cubano radica en la forma que se ejerció
la propiedad estatal de los medios de producción continúan transitando
el camino equivocado. Colocar todos los recursos económicos de una
nación en manos del Estado no resuelve los problemas sociales, sino que
los aumenta. Hay que buscar soluciones alejadas del tipo de capitalismo
o "caudillismo" de Estado que en la actualidad impera en Cuba.
Tras el pensamiento y las acciones del actual gobernante cubano no
subyace otra ideología, sistema filosófico, social o político, que una
retórica, un discurso de énfasis, gestos y lugares comunes, que sabe
adaptarse tanto a la grandilocuencia dramática como a la sutil modestia
y la ignorancia estudiada, y que trata de sacar provecho tanto de las
desigualdades sociales como de apelar a los aspectos más irracionales de
la conducta humana.
Adoptar este punto de vista no solo evita los desaciertos cotidianos de
discutir si resulta más adecuada una política de cambio bajo presión o
sin presión. También facilita la saludable falta de esperanza de no
buscar a diario señales de tolerancia o de avances hacia una economía de
libre mercado en Cuba.
Tratar de conservar las ruinas del llamado "socialismo cubano" y
edificar sobre ellas un futuro mejor para la nación es un ejercicio
estéril: no se puede salvar lo que nunca existió.

Source: Cuba y la izquierda oficialista - Artículos - Opinión - Cuba
Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/cuba-y-la-izquierda-oficialista-318598

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