Wednesday, May 21, 2014

Cuba - la derrota estratégica (I)

Cuba: la derrota estratégica (I)
Basta un ligero cambio en las políticas de Estados Unidos hacia la Isla
para que se revele con rasgos visiblemente grotescos, la derrota del
modelo cubano, frente al abrazo eterno del Tío Sam
miércoles, mayo 21, 2014 | Manuel Cuesta Morúa

LA HABANA, Cuba – Cuba está en época de balances. Los balances
sobrevienen al final de todo. Y aquí todo se acabó. Se podría pensar que
no. Ahí están los mismos que hicieron aquello, y todo parece indicar que
ahí seguirán hasta el último de sus días biológicos. Una hipótesis
involuntaria. Mi balance, no obstante, es que Cuba ha sido derrotada
estratégicamente. Aunque no lo parezca.

Esa es la otra hipótesis aproximativa que es ya una tesis demostrable.
El proceso kafkiano que describe Cuba no tiene la más mínima posibilidad
de algún otro desarrollo a partir de sus propias bases y de sus
perspectivas iniciales. De eso ni hablar y ni siquiera silbar.
Precisamente la destrucción de sus fundamentos y la liquidación de sus
expectativas son los índices del fin de sus tiempos. Solo que no se debe
confundir el fin de un sueño con el fin de unas biografías. Hay vidas
que se prolongan más allá de sus historias vitales.

La derrota estratégica de Cuba es, en consecuencia, doble: fin de
aquello por lo que otros murieron, ―y de lo que estos vivieron y
continúan viviendo―, y fin de la ilusión estratégica. A la muerte de
esta última ilusión es a la que me quiero referir ahora; asumiendo, como
asumo, que el análisis de lo que llaman Revolución Cubana está, a estas
alturas, por debajo de toda crítica intelectual.

Groso modo, la ilusión estratégica de Cuba puede describirse, por un
lado, como la recuperación del ideario nacionalista, su conversión en
política de Estado y su concreción en un modelo de nación y sociedad
independientes, con todos sus derivados potenciales: en el modelo
económico, en el proyecto cultural, en la realidad psicosocial y en el
sentido de país. Por otro lado, esa ilusión fue vista, sentida y vivida
como la salida de esa nación independiente a la escena mundial para
convertirse en un competidor modélico, sólido y solvente frente a
potencias globales. Es esta doble ilusión estratégica la que se ha hecho
añicos.

Vayamos primero de fuera hacia dentro. Como sabemos, la competencia de
Cuba con potencias globales tuvo un escenario mínimo en el mundo árabe
―del que tuvo que salir con urgencia, porque el calibre allí de
potencias como Israel, los Estados Unidos y los nacionalismos árabes
obligaban a jugar en serio―, y un escenario máximo en el continente
africano, lugar donde la competencia fue, digamos que difusa.

La idea puede lucir extravagante pero en África Cuba no tenía una lid
fundamental con los Estados Unidos, sino con la ex Unión Soviética. Para
la época, el África de nuestras influencias estaba rematando los
proyectos colonialistas de Portugal, más lejanamente de Italia en el
caso de Etiopía y más tempranamente de Alemania en el caso del Congo
Kinshasa . De lo que se trataba entonces era de definir una propia
esfera de influencia y acción de cara a un proyecto global de socialismo
tercermundista que tenía de enemigos por igual a China, a los Estados
Unidos y a la ex Unión Soviética.

Esta última se embarcaría más tarde en el proyecto geoestratégico cubano
por sus propios intereses, como actor principal en la Guerra Fría. Hasta
ahí. Es por esa razón que la salida cubana de África no se produce
después sino antes del fin de tal Guerra, cuando los nacionalismos
africanos comienzan a recuperar su base histórica y a alejarse de su
máscara ideológica. Porque no hubo nada más distante de la realidad que
el asunto, cruento por demás, del socialismo africano.

Cuba es derrotada en África por el nacionalismo. Hubo un momento en el
que, por ejemplo, las tropas cubanas se encontraron en los dos bandos de
un conflicto nacionalista encendido entre Etiopía y Somalia. Si este
entuerto daba la señal de lo que es la incompetencia estratégica,
podríamos ir atrás, al Congo Kinshasa, para tener una idea del error
conceptual de partida: África, si acaso, tenía y podía solo completar su
nacionalismo frente a las ex metrópolis y frente a su propia realidad
étnica.

No podía ser sumada a la tropa ideológica del socialismo ni al combate
antiimperialista por las fronteras físicas y políticas del mundo. De
hecho, si algún continente parece mostrar la persistencia de las viejas
influencias metropolitanas es África: Gran Bretaña y sobre todo Francia
tienen algo todavía que decir por aquellos lares. De modo que nada
teníamos que hacer por allí sin una previa legión de antropólogos.

Angola es el caso de estudio más ejemplar. Duro como es, en tanto toca
la fibra de muchos de nuestros afectos, el caso de ese país muestra que
el nacionalismo se superpuso a la prematura definición ideológica
empujada por Cuba. Jonas Savimbi, el eterno guerrero contra la
influencia cubana, no está compartiendo ahora el poder en Luanda por
empecinado, pero el triunfo de su apuesta es el recordatorio de que
nuestros hijos, amigos, padres y hermanos murieron en vano.

El fracaso estratégico del castrismo en ese rico y vasto territorio se
refleja en tres datos que nunca deberíamos olvidar: primero, la mujer
más rica de Angola es hija directa de la elite revolucionaria,
concretamente de Eduardo dos Santos, el actual presidente y heredero de
Agostihno Neto, padre fundador y constructor del sueño cubano-angolano;
segundo, la pacificación de Angola no pudo ser aprovechada por el
socialismo y el nuevo orden mundial tercermundista, sino por la Standard
Oil, la Texaco y Wall Street, lo que ha hecho de Luanda la ciudad más
cara del mundo, y tercero, el gobierno revolucionario de esa bella
capital le pide a los cubanos que quieran viajar allí por cuenta propia
la abultada billetera, para nosotros desde luego, y garantizada en un
Banco, de 6 5000 dólares.

Ello invariablemente. Sin que medie consideración alguna por la sangre
cubana derramada, en lo que constituye una humillación nacional que no
tiene precedentes en su tipo. Nuestra incursión africana demuestra así
que de nada vale una estrategia militar más o menos valuable sin un
regio sentido estratégico que en términos políticos visualice los
escenarios reales y potenciales que se configuran en un determinado
contexto. Hay que saber leer el mundo antes de salir a combatir en y por él.

Ese sentido estratégico en lo político nunca ha acompañado a la elite
cubana en su política exterior. Si el fracaso africano se puede cubrir
con la heroicidad épica de la guerra, el fracaso estratégico
latinoamericano es rotundo. Sin enmascaramiento posible. Neutralizada la
vía armada en todas sus variantes, la hegemonía cubana a través de la
política, las urnas y la cultura no llega a modelar y a estabilizar el
modelo que se ha querido imponer en el hemisferio occidental. La
persistente injerencia de la isla en él ha sido perturbadora y ha
influido en su élite pero no ha logrado generar un nuevo modelo de
convivencia continental que garantice la legitimación estable y
permanente del modelo matriz que sale de Cuba.

A la larga, el propósito de todo diseño geoestratégico, que es el de
promover y proteger el modelo original a través de su expansión ―lo que
podríamos llamar una defensa política en la frontera exterior― no se
cumple a lo largo de más de 50 años, independientemente de la diversidad
de tácticas aplicadas. De fracaso en fracaso, (recordemos los ejemplos
de Chile, Nicaragua, El Salvador y ahora Venezuela, este último un
desastre estratégico impresionante) la estrategia expansiva hacia el
exterior solo ha logrado alinear al resto del mundo en una política
meramente defensiva por el conflicto cultural con los Estados Unidos.

Lo que no significa la victoria estratégica de una visión política, sino
el mero triunfo del derecho internacional. Y este éxito a través del
derecho internacional, no de una visión política de Estado, le abre
paso, paradójicamente, a la victoria estratégica de los Estados Unidos
frente al gobierno cubano. Ahora hacia dentro. Solo basta un ligero
cambio en las políticas de Estados Unidos hacia Cuba para que se revele
en toda su nitidez, a veces con rasgos visiblemente grotescos, la
derrota estratégica del modelo cubano, para los cubanos, frente al
abrazo eterno del Tío Sam.

El análisis de esta otra derrota estratégica, la más importante para
nosotros como nación y como país, será objeto de otro trabajo.

Source: Cuba: la derrota estratégica (I) | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/cuba-la-derrota-estrategica/

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