Monday, July 1, 2013

Ladrón de Guevara

Alfredo Guevara, Pintura Cubana, Arte

Ladrón de Guevara
¿Fue capaz Alfredo Guevara de escribir algo que pudiera resultar
"inconveniente" a los hermanos Castro o al régimen en que tanto participó?
Alejandro Armengol, Miami | 01/07/2013 1:20 pm

La bronca por las "pertenencias" de Alfredo Guevara acaba de comenzar.
Ahora vendrán las interpretaciones diversas sobre el interés del
difunto, el colocarse de un lado o el otro y ese interés en las
circunstancias del momento —típico del periodismo— que por lo general
omite, esconde e incluso tergiversa mucho del pasado.
El destape de lo ocurrido tiene de inicio una característica de
violencia brusca que es por completo ajena a la táctica de Guevara: la
perfidia en la sombra.
Agentes policiales irrumpieron este sábado en la vivienda de quien fuera
figura tenebrosa de la cultura cubana y detuvieron a personas encargadas
de cuidar la papelería y otras pertenencias del muerto. Esto es de
acuerdo a la información publicada en CaféFuerte, que por supuesto omite
la adjetivación y el tono altisonante que aquí se le otorga al párrafo:
hasta lo cursi es útil a la hora del rencor y la venganza,
"Familiares de Guevara residentes en México denunciaron el violento
operativo policial desplegado con 22 agentes en la casa de Guevara,
ubicada en la Calle 11, entre 2 y 4. en el barrio habanero del Vedado,
desde el amanecer del sábado", añade CaféFuerte.
"Siguen dentro del domicilio, con las líneas telefónicas cortadas,
rompiendo puertas en rigurosas requisas y reteniendo a las personas
encargadas del cuidado de los bienes particulares de la familia", dijo
Jonathan Gincoff desde Ciudad de México, agrega la información. Gincoff
es novio de la modelo Claudia Guevara Cueto, nieta adoptiva del
excomisario cultural fallecido el pasado abril.
Hay dos aspectos que vale la pena señalar de inicio, aunque no son los
más importantes.
Guevara al parecer terminó comportándose igual que otros comisarios
políticos y culturales, a los que las humillaciones de la edad, el
fracaso de la aventura castrista y el fin del mundo comunista
—probablemente una mezcla de todo ello con la bilis acumulada por tanto
comportamiento hijo de puta— acabaron por hacerles rumiar un desenlace
en que quizá nunca se atrevieron al arrepentimiento, pero sí al desengaño.
No se explica de otra manera ese aparente testamento de quien siempre
aspiró —y por momentos lo obtuvo— ser zar de la cultura en Cuba, para
terminar convertido en una especie de terrateniente repartiendo bienes a
una familia putativa y tardía.
"Nosotros somos los herederos legales de todo, incluyendo, como lo dejó
escrito en su testamento, de papeles, documentos, bienes y obras de
arte", dijo Antonio Guevara, ese hijo adoptivo de la madurez, en
declaraciones a CaféFuerte.
El segundo aspecto tiene que ver la realidad cubana actual, donde la
ideología y el dinero se mezclan y confunden.
Primero se declaró "patrimonio cultural de la nación" a los documentos
relacionados con la vida y obra de Guevara. La resolución fue dictada
por el Ministerio de Cultura (MINCULT) el 25 de abril, apenas una semana
después de la muerte de Guevara.
De acuerdo al decreto gubernamental, cualquier forma de utilización,
difusión y promoción de los bienes de Guevara debe ser tramitado con el
Consejo Nacional de Patrimonio Cultural (CNPC).
El decreto es tanto una forma de censura como una sorprendente muestra
de temor, ante la remota posibilidad de que Guevara escribiera algo no
conveniente al poder en Cuba. Ese algo, es evidente que solo puede ser
algún documento, chisme o secreto relacionado con los hermanos Castro.
Las rencillas entre intelectuales desde hace unos años salen al aire en
Cuba con mayor o menor transparencia. Pero en el caso de Guevara hubo
algo más: un conocimiento de primera mano de la época estudiantil de
Fidel Castro y una participación por muchos años en gran parte del
entramado del proceso cubano.
¿Fue capaz Guevara de escribir algo que pudiera resultar "inconveniente"
a los hermanos Castro o al régimen en que tanto participó, del se
aprovechó en todo momento y al que siempre aparentó lealtad absoluta?
Difícil imaginarlo. Más aún de ser cierta la cobardía que siempre se le
atribuyó.
Por otra parte, de existir una papelería crítica o indiscreta, lo más
probable es que un taimado como él desde hace rato la habría mantenido a
buen recaudo de miradas indiscretas o profesionales de la persecución.
Nada de ello, sin embargo, cuenta bajo la óptica de una maquinaria
inquisidora. Durante sus últimos años, bajo vigilancia y aislado, Nikita
Khrushchev daba la impresión de ser un viejo medio idiota, siempre
acompañado de un radio portátil. Pero a las pocas horas de su muerte su
habitación estaba completamente sellada, para impedir la salida de
cualquier hoja de papel mínima. No es que las precauciones estuvieran
convertidas en razones de Estado, lo que es natural también en las
naciones democráticas, sino que la desconfianza es la esencia del
totalitarismo.
¿Cuál aspecto queda entonces, que resulte más importante que el
allanamiento y la fuerza, la paranoia y el secreto, al momento de
comentar el destino y las tropelías en torno a la herencia guevariana?
Uno muy simple: el origen del botín.
No hay que olvidar que Alfredo Guevara no fue un simple coleccionista
privado de pintura cubana. Durante décadas, fue un traficante ilegal de
obras de arte, algunas de ellas expoliadas y muchas obtenidas gracias a
su posición encumbrada dentro del régimen.
Tras el primero de enero de 1959, muchas viviendas y colecciones de
miembros de la alta burguesía cubana o figuras del antiguo régimen
fueron confiscadas o simplemente quedaron en manos del Gobierno al
abandonar el país sus dueños. No todas las piezas pasaron a las bóvedas
del Estado, las salas de los museos y las paredes de las dependencias
gubernamentales. Con los años se produjeron adquisiciones y abundaron
los donativos. Las paredes de las oficinas y pasillos del ICAIC estaban
llenas de obras de artistas cubanos. En muchos casos el regalarle un
cuadro a Alfredo Guevara no fue una burda compra de favores, pero sí un
acto destinado a lograr una mirada amable o un gesto protector. Para un
funcionario de su jerarquía, la distinción entre la pared de su oficina
y la de la sala o una habitación de su apartamento era inexistente.
Desde el punto de vista moral, admitir un carácter privado en el origen
y la ampliación de esta colección se puede impugnar de forma similar a
cualquier otro acto de expolio artístico.
Alfredo Guevara no fue un millonario —o al menos no se le conoce una
fortuna de esas dimensiones— ni un productor de cine famoso ni el
presidente de una gran compañía cinematográfica. Aunque disfrutó de buen
número de los privilegios inherentes a esas posiciones. Fue un
funcionario estatal de un gobierno comunista. Pero al igual que otros de
su tipo, se sirvió del Estado no solo para explotarlo, sino también para
explotar a los demás. Si es cierto que existe un testamento en que deja
esa colección de arte a su "familia", el documento constituye su última
estafa a los cubanos.
Por supuesto que se argumentará —y especialmente desde Miami— que el
régimen lo que quiere es apropiarse de esas obras para venderlas o
repartirlas entre los actuales herederos de moda. Es muy posible. Pero
entonces se trata de un delito de otra índole. Un robo no justifica el
siguiente. Un acto de justicia mínima sería el conservar lo más valioso
para ser exhibido en un museo o colocado en dependencias públicas. Lo
demás —el allanamiento, la lipidia, los chismes— no es más que otra
muestra de la decadencia moral y física de la actualidad cubana.

Source: "Ladrón de Guevara - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro" -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/ladron-de-guevara-285416

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