Publicado el lunes, 05.06.13
Una prensa servil y anticuada
Alejandro Armengol
La prensa oficial cubana llama ahora "Comandante Supremo" al fallecido
Hugo Chávez, no sólo como una copia servil de la expresión poschavista
sino en una muestra más de perversión del lenguaje, y en lo que también
es un ejemplo de retroceso ideológico: la superstición y el oscurantismo
como remedo burdo a un socialismo que se fue.
No es algo nuevo en la sociedad establecida por el régimen cubano. Desde
un principio, éste adoptó la propaganda política como el patrón a
seguir. Antes que informar, la función fundamental de la prensa era
"orientar". Sólo que esta orientación nunca fue tal, y se limitó a poner
en práctica una pauta de dominación, que iba de la aceptación ciega al
acatamiento aunque no se creyera.
En sus primeros años la ideología castrista propuso la imagen de una
sociedad mejor pero futura. El discurso de ataque político estaba
dirigido fundamentalmente contra varios grupos. La personalidad del
enemigo se diluía en su supuesta permanencia a una clase social. El
terror apuntaba hacia el exterminio o la segregación. El método no era
nuevo. De forma similar y diversa el comunismo y el fascismo habían
empleado el mismo recurso, y con anterioridad los imperios coloniales y
esclavistas, aunque con distintos argumentos.
La deformación del lenguaje se producía de dos formas. La abstracción
servía como un medio para despersonalizar y tergiversar las palabras. Se
hablaba de la "liquidación" de la explotación, el "ajusticiamiento" de
los traidores y la "recuperación" de las propiedades del "pueblo". Al
mismo tiempo, se deshumanizaba a los opositores: "gusanos", "escoria" y
"parásitos" en Cuba; "perros rabiosos del capitalismo" en China y
"vampiros", "bastardos" y "piojos" en la desaparecida Unión Soviética.
Gracias a estos recursos, el lenguaje ideológico del castrismo nace
deforme por naturaleza.
Como contrapartida, se igualaban los conceptos de gobierno, Estado y
patria, lo que en última instancia no era más que la glorificación del
caudillo, sin manchas ni errores. Basta visitar hoy el sitio en internet
del diario Granma y encontrar una sección bajo el título Fidel siempre
tuvo la razón: la justificación imperfecta para no celebrar elecciones
libres, cambiar sólo lo permitido y seguir eternamente en un presente
constante y de miseria. Si debido a las circunstancias e incluso
características personales, en lo político y lo económico el gobierno de
Raúl Castro no es por completo igual al de su hermano mayor, desde hace
años –incluso con Fidel Castro en el pleno ejercicio del poder– la isla
vive bajo un limbo ideológico.
En lo que podría llamarse un "posfidelcastrismo" en marcha, poco a poco
se relega la ideología y se impone una realidad simplemente económica.
No importa que, de momento, continúe la ayuda venezolana y que se siga
proclamando el nacionalismo como razón de ser del país. Cuba avanza –o
retrocede– hacia un país donde cada vez más la sustentación doctrinaria
se encuentra en una especie de limbo o se encierra en la burla.
Sin embargo, los antiguos métodos de propaganda continúan moviendo esa
maquinaria arcaica, ya sea por temor, una orden desde arriba o
simplemente porque no tienen una forma mejor de hacerlo.
Tras la agresión reciente a parlamentarios opositores en la Asamblea
Nacional de Venezuela, Prensa Latina, la agencia del gobierno cubano
produjo un cable con este encabezamiento:
"El Gobierno venezolano expresó hoy pesar por actos violentos ocurridos
el martes en la Asamblea Nacional, tras difundir imágenes donde se
observa la actitud hostil de parlamentarios de la bancada opositora, que
conllevó a la suspensión de la sesión ordinaria".
Al hablar de "actos violentos" y mencionar la "actitud hostil de
parlamentarios de la bancada opositora", el cable de Prensa Latina
quiere dar a entender que se produjo una trifulca, "que conllevó a
suspender la sesión ordinaria". No se habla de agresión a los
legisladores opositores, de golpes incluso a legisladoras, de violencia
y de sangre por parte de los chavistas. La intención queda clara desde
este primer párrafo: presentar a quienes critican a Maduro como unos
revoltosos.
Esfuerzo hasta cierto punto vano, en una época en que internet hace cada
vez más difícil el monopolio de la información.
Desde hace algún tiempo se habla en Cuba de incrementar las denuncias de
lo mal hecho, así como publicar y dar a conocer ineficiencias, sobre
todo en el campo económico y administrativo. Si bien este esfuerzo –de
llegar a producirse realmente– resultaría beneficioso, en el
mejoramiento de algunas deficiencias administrativas locales y hasta
nacionales, no deja de eludir el problema fundamental: la noticia surge
o se descubre, pero no se fabrica. Al incurrir en esto último se cae en
la tergiversación y el engaño. Con el empleo recurrente de frases
altisonantes se cae en el ridículo.
Medios noticiosos anticuados y ridículos. Esas son las características
principales de la prensa oficial cubana, que entre el bostezo y el
engaño sigue sobreviviendo en un vacío informativo.
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