Wednesday, May 8, 2013

No podemos esperar a que mueran los Castro

"No podemos esperar a que mueran los Castro"

Berta Soler, presidenta de las Damas de Blanco, dice que es inminente
una explosión social en Cuba
Por Mario Alegre Barrios / malegre@elnuevodia.com

Cuando nos despedimos hace dos años, en La Habana, ninguno de los dos
pensó que algún día nos volveríamos a ver. Al menos yo no.

Me equivoqué.

El rostro de Berta Soler –cofundadora y presidenta de las Damas de
Blanco cubanas– tiene ahora otra luz: la mirada le brilla y dibuja una
sonrisa blanquísima que marca contrastes con aquel gesto sombrío que
conocimos en la casa de Laura Pollán, sede de este grupo que durante la
última década ha sido uno de los frentes fundamentales de la resistencia
contra el régimen de los hermanos Fidel y Raúl Castro.

De visita en Puerto Rico desde el pasado miércoles, Berta continúa hoy
el viaje que inició hace casi dos meses y que la llevó –junto a otras
Damas de Blanco– a Bruselas, Bélgica, para recoger el premio Andréi
Sájarov que en 2005 le fue otorgado por el Parlamento Europeo a estas
mujeres, en reconocimiento a su lucha por los derechos humanos.

De la misma manera como lo hizo en aquella charla del verano de 2011,
Berta habla a torrentes, como si se le agotase el tiempo para reiterar
la realidad que vive su país, luego de más de medio siglo de la
dictadura más longeva del planeta.


La alegada liberalización de los requisitos para viajar al extranjero,
que con tanto bombo y platillo anunció el presidente cubano Raúl Castro
hace unos meses, no es otra cosa –asevera Berta– que algo "cosmético",
que poco o nada representa en la vida de la inmensa mayoría de los
cubanos, para quienes los $100 que cuesta el pasaporte son toda una fortuna.

"El Gobierno cubano está intentando muchas estrategias para que la
comunidad internacional piense que en Cuba hay cambios", asevera Berta.
"En Cuba nada ha cambiado para bien... lo que hay son cambios cosméticos
que no van a resolver el problema. Estos cambios migratorios, por
ejemplo, no son reales, solo venden otra imagen".

"Cuando se anunció lo de los viajes –agrega– el pueblo se puso muy
contento: la gente pensó 'vamos a poder salir', cuando lo cierto es que
casi nadie tiene los $100 para pagar el pasaporte y, si los consigue,
casi imposible es comprar el visado, un pasaje y, menos aún, costear la
estancia fuera del país. Por eso es que este cambio es en realidad una
gran mentira".

Esta mujer –microbióloga de profesión y quien tuvo que dejar de ejercer
por oponerse a la dictadura– explica que, cuando ella y sus compañeras
hicieron la solicitud para salir e ir a recoger el premio Sájarov, "el
Gobierno, que sabía que en el extranjero ellas continuarían denunciando
al régimen, solo tenía dos alternativas: dejarnos salir, que era malo, y
no dejarnos, que hubiese sido peor, porque no habría tenido justificación".

"Para nosotras esta salida ha sido muy importante porque llevamos de
primera mano la realidad de Cuba al exterior y aprovechamos para
denunciar al Gobierno, que está asfixiado, desesperado y en busca de que
el mundo piense que hay cambios positivos".

Violencia gratuita

Cofundadora de las Damas de Blanco de la mano de Laura Pollán –quien
falleció el 14 de octubre de 2011–, Berta explica que este grupo nació
en 2003 para "ir a la iglesia para abogar por nuestros seres queridos",
luego de que ese año el Gobierno encarcelara por motivos políticos a 74
hombres y una mujer, quienes finalmente fueron excarcelados en 2011,
gracias a la mediación de la Iglesia católica, con la colaboración del
Gobierno español.

No obstante, desde 2008 el liderato del grupo fue más inclusivo y abrazó
la defensa de todos los presos políticos pacíficos, "y si no eran
pacíficos, sí procurar por que el Gobierno respetase sus derechos
fundamentales".

"La violencia contra nosotras se ha agudizado –explica Berta sobre las
acciones de brigadas de seguridad del Estado–, nos pegan con los puños,
nos mandan a desnudar de manera no privada, nos sacan de la ciudad de
madrugada, nos amarran y nos arrastran por las calles, y hacen simulacro
de disparos con pistolas".

La lista continúa: las escupen, las vigilan las 24 horas del día, las
mantienen en guaguas hasta por dos días sin hacer sus necesidades
fisiológicas, y solo cuando no pueden más, les permiten hacerlo al lado
del vehículo, bajo la mirada burlona de sus vigilantes.

"Esto pasa en todas las provincias de Cuba... En diciembre de 2011
hicimos delegaciones desde Guantánamo hasta Pinar del Río. Somos ya más
de 230 Damas de Blanco", señala. "Con nuestra resistencia nos hemos
ganado la Quinta Avenida y eso ellos no lo toleran... casi todos los
domingos nos agreden, solo por marchar en silencio, con un gladiolo en
la mano".

Con la muerte de Laura Pollán, la militancia del grupo no menguó y su
memoria se convirtió en inspiración para quienes se solidarizan con las
Damas de Blanco.

"Seguimos su legado. Laura fue una mujer digna, preparada, audaz... que
logró la excarcelación de nuestros seres queridos, que no pueden
llamarse en libertad porque ellos solo tienen una licencia extrapenal y
su causa está abierta", explica. "El Gobierno siempre ha hecho todo lo
posible por preparar mujeres e infiltrarlas en nuestro movimiento. Eso
no nos preocupa, somos mujeres transparentes, pacíficas".

Un escudo

Respecto al premio Sájarov, Berta dice que "sabíamos que llegaría el día
en el que estaríamos en Bruselas", para recogerlo, y que este
reconocimiento internacional "es un escudo, una protección para nuestra
lucha y también un compromiso con el Parlamento Europeo".

Quizá nunca como ahora esa lucha parece estar alcanzando su clímax, con
un régimen sumamente erosionado y un pueblo con la paciencia en niveles
críticos.

Berta suspira cuando asevera que "nosotros no podemos esperar a que
mueran los Castro, nuestra lucha ya no puede esperar por eso".

"Hay hombres que duran cien años o más", reflexiona. "Ahora existe un
grupo creciente en la disidencia, muchos jóvenes organizados... estamos
esperando a que exista una explosión social, algo que va a ser en
cualquier momento. Tenemos que estar listos para poder guiar a ese
pueblo y sacar a los Castro para una Cuba nueva, donde se respete la
democracia, donde se respeten los derechos humanos. El pueblo ya se
expresa en las calles, en las guaguas, en los hospitales, en los
mercados, porque el Gobierno cubano no tiene nada que ofrecer, solo
hambre y represión".

En esta misma línea, Berta agrega que "durante más 50 años el Gobierno
solo ha repartido miedo y represión... Es importante que ahora hemos
podido salir para pedir a la comunidad internacional apoyo moral y
espiritual, y que los mandatarios tengan mano dura con el Gobierno cubano".

"Reclamamos ese dedo acusador contra el régimen castrista, como violador
de los derechos humanos", insiste. "Cuando fuera de Cuba todos alcen sus
voces, el Gobierno cubano estará desarmado".

La charla deriva hacia el tema de la realidad que plantea en la ecuación
cubana la situación política en Venezuela.

"Para el Gobierno cubano es muy preocupante. Chávez le regalaba a Cuba
barriles de petróleo que no iban para el pueblo", comenta. "En este
momento Cuba está temerosa porque la ayuda de Venezuela puede colapsar
en cualquier momento... Maduro no le va a dar a Cuba todos los recursos
que Chávez le daba. Ahí es donde puede sobrevenir el fin del régimen.
Eso es lo que queremos: que se asfixie al Gobierno cubano".

-¿Es usted feliz?

"No, no lo soy, porque no hay libertades en mi país. Porque vivo en un
país sin derechos, donde mis hijos son botados de la escuela porque son
hijos de una contrarrevolucionaria".

-¿Siente odio?

"Para nada, en mi corazón solo hay mucho amor... yo no odio a nadie.

-¿Ni a los Castro?

"No, no los odio, lo único que pido es que la verdadera justicia los
condene y los sancione como debe ser. Por eso es que no quiero que ellos
mueran, que vivan para que vean el cambio de Cuba. Ese será su castigo.
Dios es el que sabe cuándo quita la vida, y le pido que no se las quite.
Dios no ha mandado a buscar a Fidel Castro porque no tiene lugar para él
y el diablo dice 'para acá tampoco, porque me quita el lugar'".

Otra vez su risa, blanquísima. Berta parece ahora llena de certezas.

Terminamos la charla.

Nos abrazamos. Dice que espera nos veamos algún día nuevamente.

"Cuando Cuba sea libre", añade.

Nos despedimos.

No sé por qué, pero algo me dice que ahora sí para siempre.

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