Entrevista
En La Habana, en la vida 'intervenida'
Teresa Dovalpage | Taos | 19 Mayo 2013 - 10:32 am.
Eduardo Laporte fue a La Habana y escribió una crónica de viaje
'diferente y más sandunguera'.
Siempre me interesa leer libros sobre Cuba, y escudriñar qué se ve
usando un lente diferente. La mirada del otro, del extranjero en tierra
isleña, siempre ha tenido para mí una fascinación particular. Y después
de leer habana 2009 (Sub-Urbano Ediciones, 2013) quiso hablar con el
autor de esa crónica de viaje.
Eduardo Laporte (Pamplona, 1979) es escritor, bloguero desde hace casi
diez años, periodista cultural, profesor de literatura autobiográfica,
activo usuario en redes sociales, crítico literario... Ha publicado,
además del título dedicado a Cuba, los libros Postales del náufrago
digital (Prames, 2008) y Luz de noviembre, por la tarde (Demipage, 2011).
Laporte participó en el primer número de la revista independiente cubana
VOCES, con un texto sobre los perros habaneros: "Yo no sé lo que tienen
los perros". Desde 2007, colabora en las páginas culturales del grupo
Vocento, como periodista y crítico. Esta primavera la editorial
Barataria publicará sus diarios íntimos: Bajo mínimos. Y aquí esta mi
conversación con él sobre su libro.
¿Cómo usaste el filtro literario para escribir este libro? ¿Cómo
decidiste qué contar, qué callar? ¿Hubo algún embellecimiento o es todo
real?
Lo que me di cuenta a las primeras de cambio es que necesitaba distancia
para escribir sobre la experiencia. Porque al principio tuve la tonta
tentación de escribir sobre la que me iba pasando, día a día, en la
misma Habana, pero enseguida vi que no funcionaba. No hay más filtro de
lo que me fue llamando la atención y que entendí que era representativo
de mi paso por la Isla y aquello que me ayudaba a forjarme mi opinión.
El libro es un diálogo conmigo mismo para entender la compleja realidad
de La Habana, y Cuba, en 2009, a los cincuenta años de llegar los Castro
al poder y, de paso, intentar esclarecer a los lectores qué pasa en este
país.
Siempre es buena idea dejar sedimentar los recuerdos. Aunque los diarios
de viajes tienen el sabor de la inmediatez, casi siempre hay que
editarlos y podarlos bastante. En un momento dado escribes: "Hay
demasiados sitios bonitos en el mundo. No he venido aquí para ver cosas
bonitas, lo bonito es fácil". Entonces, ¿ibas con la intención expresa
de ver lo feo? El grado de fealdad encontrado, ¿superó o se quedó por
debajo de tus expectativas?
Bueno, lo que no me interesaban eran los paisajes de postal, ni un
turismo, digamos, de fotografía y sonrisa. No porque en Cuba no haya
suficientes riquezas patrimoniales, que las hay (La Habana Vieja es todo
un ejemplo de rehabilitación histórica, ya podrían aprender Lisboa u
Oporto), sino que me interesaba más entender la realidad política,
mezclarme con la gente y escuchar sus testimonios que ver monumentos y
callejuelas recoletas. No había ido para eso.
Y el resultado se nota porque tu libro es una crónica diferente y más
sandunguera, si me permites la palabra, que muchas otras que se quedan
en la superficie de los callejones y las postalitas del Morro. Has leído
varios libros de Pedro Juan Gutiérrez, como Animal tropical y Trilogía
sucia de La Habana, que citas a menudo. ¿Coincides en todo con él? ¿Cómo
ves esa Habana sucia desde tu posición de turista, opuesta a la de
"nativo" de Gutiérrez?
Descubrí a Pedro Juan justo al llegar a Cuba y fue otro compañero de
viaje más. Leí entonces Animal tropical y El rey de La Habana y luego en
España me compré Trilogía sucia de La Habana y Nuestro GG en La Habana.
Más que coincidir o no, creo que Pedro Juan, ese Bukowski tropical y con
"sandunga", nos adentra en La Habana que no sale en las guías Lonely
Planet. Describe como nadie la cubanía excesiva, sexual, bebedora,
cálida en la que parece que se va con la pinga fuera a todas horas. Un
mundo caótico, a veces exasperante, pero también seductor por lo de
humano y libre que resulta, un poco en las antípodas de esa Suecia
reglada y donde lo único que hay que hacer es trabajar que cuenta,
precisamente, en Animal tropical.
Un modo de vida del que cuesta mucho desprenderse, por eso Pedro Juan,
aunque crítico con el sistema (según me confesó su editor Jorge
Herralde), acaba volviendo siempre a Centro Habana, de los pocos lugares
en donde puede sentirse como un "perro callejero", que es como se siente
a menudo.
Hablando de Herralde, me dio mucha gracia cómo lo mencionas en el libro
—no sé si se la daría a él. Y aquí me callo, para dejar la intriga
abierta… Ahora, la música de Silvio Rodríguez es otra constante en la
obra. ¿Has cambiado de opinión sobre él y sus canciones después de
escuchar las anécdotas sobre él? ¿Sigue siendo "de los buenos"? En este
sentido háblame un poco sobre el cambio (o no) que produce el encuentro
con lugares que sólo se conocen de oídas y a los que rodea un aura de
misterio… como La Habana.
Poco a poco Silvio, según oigo testimonios, me parece menos bueno. Como
músico sigo pensando que es uno de los grandes, y lo escucho igual que
siempre, pero creo que se ha acomodado demasiado a la sombra del poder y
que eso, sin embargo, no parece quitarle el sueño. Justo al contrario
que Maiakovski, que cuando fue absorbido por el poder soviético perdió
toda su fuerza y su razón de ser como artista. Quizá es por eso que
dicen que anda tan antipático ahora... Un artista tiene que ser crítico
y tiene que estar del lado de los oprimidos... y no me parece que sea su
caso o su actitud.
Tengo entendido que Silvio Rodríguez era antipático desde los comienzos.
Dicen que una vez se molestó con el público y los dejó plantados por una
discusión sobre el significado del unicornio azul. Pero quizás es una
leyenda urbana, no lo he podido comprobar… Volviendo a tu libro, la
frase "Qué cansados deben de estar los cubanos de hablar de política con
el primero que llega" es muy cierta. Sin embargo, tú mismo notas en
muchas ocasiones que son ellos quienes tocan el tema. Si tuvieras que
resumir en una oración la relación de los cubanos con la política, ¿cómo
lo harías?
Creo que no es amor, es una obsesión, como dice la canción. Como esa
gente, en Europa, que habla y habla del trabajo. Amigo, ¡hay otros
temas! Eso da la sensación de que en el fondo la política dista mucho de
ser una solución para sus problemas, sino el problema mismo. Una
sociedad perfecta, según la filosofía japonesa, es aquella en que no se
habla apenas de la clase política.
Obviamente, esto es una utopía ya que siempre habrá cosas que mejorar,
pero en Cuba el recurso a la política me pareció de una dimensiones
nunca vista. Claro que porque todo, como digo en el libro, pasa por la
política, podemos decir que es una vida intervenida.
Benditos estos japoneses, a ver si nos ponemos todos para el Zen… Bueno,
aparte de reseñar una experiencia personal ¿tienes alguna otra intención
con esta crónica de tu viaje a La Habana?
Como comenté antes, es un intento de explicarme a mí mismo esa realidad
tan compleja, y sujeta a dogmatismo ideológicos, como es la Cuba
comunista y, de paso, intentar trasladar a los demás las ideas que me
fui formando, por si les ayudara a esclarecer sus posiciones.
Hay mucho lugar común en España sostenido por comentarios como "bueno,
en Cuba viven bien porque tienen sanidad y educación aseguradas, si se
fuera Fidel aquello sería el caso y EEUU les invadiría en un abrir y
cerrar de ojos. Peor están los países del entorno". Opiniones más bien
sin fundamento que trato de confrontar, a través de la experiencia y los
testimonios de la gente, en el viaje y las páginas del libro.
Las confrontas muy bien. Y casi para terminar, ¿algún mensaje para los
lectores de Diario de Cuba?
Me queda una cierta duda inquietante de si supe reflejar el sentir del
pueblo cubano con cierta objetividad y de si no me rodee de ciertos
personajes que lo que querían era desplumar al turista blanco y quizá
pardillo que yo era. Que sean ellos los que juzguen, me encanta la idea
de que me lean y ojalá pueda recibir una respuesta de si atiné o, por el
contrario, me llevé una idea demasiado negativa de su día a día.
Pardillos y pardillas somos todos en algún momento, no te preocupes.
Espero que recibas suficientes comentarios de los lectores sobre tu
obra. Y una pregunta final, por el prurito chismográfico, ¿volviste a
ver a Ariadna? ¿Leyó tu libro? (Aclaración: Ariana es una chica cubana
residente en España que, sin proponérselo, da inicio a esta aventura del
autor.)
Nunca supe más de ella. No creo que haya leído el libro, al menos
todavía. Pero de alguna manera, escribí el libro para todas las Ariadnas
que hay por el mundo y que tuvieron que dejar un país en el que ya no
creían, dejándose media alma en ese exilio.
Eduardo Laporte, habana 2009 (Sub-Urbano Ediciones, 2003).
http://www.diariodecuba.com/cultura/1368904999_3315.html
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