Monday, May 6, 2013

El béisbol en su laberinto

El béisbol en su laberinto
Iván García | La Habana | 6 Mayo 2013 - 8:02 am.

Mientras se impida a los peloteros ser contratados por clubes
extranjeros, ganar dinero y administrarlo, seguirá el goteo de fugas.

El béisbol continúa siendo un asunto de Estado en Cuba. Aunque Raúl
Castro no llegue a inmiscuirse en cuestiones de estrategia deportiva,
como su hermano.

En sus años de bachillerato, Fidel Castro jugó a la pelota. Se cuenta
que no era un mal pitcher. En algún sitio se lee que un scout de Grandes
Ligas tuvo intención de firmarlo. Hubiera sido lo mejor para Cuba.

Los autócratas y aprendices de caudillo en este lado del mundo siempre
han sentido pasión por el béisbol. En 1961, irritado por el pobre
desempeño de la novena nicaragüense en un torneo mundial amateur, Somoza
sustituyó al manager por uno de sus hijos. De cualquier forma, el equipo
pinolero quedó en último lugar.

El difunto Hugo Chávez, un paracaidista que transformó las instituciones
del Estado venezolano en instrumento personal, era otro loco de las
bolas y los strikes. Fue un pitcher zurdo mediocre. Antes de estudiar en
un colegio militar, su anhelo era jugar en Grandes Ligas. No pudo ser.

Años después, cuando a golpe de carisma y despilfarro gobernaba en
Miraflores, una noche cualquiera citaba a sus camaradas para jugar
pelota. O retaba al recio toletero dominicano Sammy Sosa en el estadio
universitario de Caracas.

Su padrino, el barbudo, fue más radical. Abolió la pelota profesional y
además de recibir a la selección nacional cada vez que ganaba un
campeonato mundial, en determinadas competencias diseñaba personalmente
la preparación.

En 1999, en el tope de Cuba frente a los Orioles de Baltimore, Castro
convocó a los jugadores, confeccionó la dieta y elaboró las estrategias
de juego. Esos encuentros eran para él una cuestión de honor. Una manera
de demostrar la superioridad de "la pelota libre sobre la pelota
esclava". El match quedó tablas. Cada equipo ganó un partido.

En Juegos Olímpicos, o en las dos primeras versiones del Clásico, se
veía a los federativos locales, móvil en mano, charlando con Castro, que
desde el Palacio de la Revolución enviaba las últimas instrucciones.

Pero no solo fue el béisbol. El deporte de alto rendimiento resultó, en
general, una de las vitrinas de su gobierno. Al igual que en los
antiguos países comunistas de Europa del Este, obtener muchas medallas
era un mensaje en clave que revelaba la supremacía del "socialismo
marxista sobre el capitalismo decadente".

En las escuelas deportivas se preparaban atletas en serie. Como si
fuesen perros calientes. No había mantequilla ni carne de res en las
calles, pero en el ranking olímpico estábamos ubicados entre las diez
naciones más poderosas del mundo.

Cuando no existía internet ni antenas por cable, las victorias frente a
equipos universitarios amateurs de Estados Unidos se traducían como una
muestra de que éramos la primera potencia beisbolera del mundo.

La batalla contra el fútbol

Desde 1991, cuando el pitcher René Arocha escapó de la Isla para jugar
en el Big Show, algo más de 300 peloteros han abandonado el país y
firmado en clubes profesionales.

No siempre en el primer nivel. Hoy, peloteros cubanos formados en
escuelas deportivas creadas por el castrismo juegan en circuitos
profesionales de Italia, México, Japón y las Grandes Ligas
norteamericanas. Algunos como Aroldis Chapman o Yoenis Céspedes ganan
salarios de seis ceros. En Cuba los mejores prospectos miran de soslayo
al mejor béisbol del mundo.

Muchos quieren probar suerte y ganar dinero en Estados Unidos. Las
actuaciones del novato José Fernández o el contrato fabuloso del joven
Yasiel Puig son un estimulo demasiado poderoso. Mientras las políticas
absurdas del gobierno impidan a los peloteros ser contratados en clubes
extranjeros, ganar dinero y administrarlo, seguirá el goteo de fugas.

El béisbol cubano ha sufrido un retroceso. Por diferentes causas. Poca
atención a las categorías escolares y juveniles. Terrenos que
desaparecen por falta de mantenimiento. Escasez de bates, pelotas y
guantes (una pelota cuesta 6 cuc, un bate de aluminio 60 cuc, y un
guante de calidad unos 40 cuc).

Ese dinero, en su conjunto, representa el salario de cinco meses de un
profesional en la Isla. Demasiado. La alternativa de muchos jóvenes es
practicar fútbol. Bastan dos piedras que hacen las veces de portería,
una pelota y... a jugar.

Además, los jóvenes son alentados por las políticas informativas
oficiales: para frenar la pasión por el béisbol de Grandes Ligas, la
televisión ha creado espacios donde se trasmite fútbol de primerísimo nivel.

Estadios fabulosos, realizaciones televisivas de calidad, terrenos
perfectos y jugadores grandiosos como Messi, Cristiano Ronaldo y Neymar.
El resultado es que a los jóvenes menores de 30 años les gusta más el
fútbol que el béisbol.

No anda demasiado errado el actual Presidente de la FIFA, Joseph
Blatter, cuando en una reciente visita a Cuba declaró que el fútbol
superaba en fanáticos al béisbol. Aún no es así. Pero va en camino.

http://www.diariodecuba.com/deportes/1367820133_3112.html

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