Thursday, May 9, 2013

Centros médicos lanzan una botella al agua

Centros médicos lanzan una botella al agua
Jueves, Mayo 9, 2013 | Por David Canela Piña

LA HABANA, Cuba, mayo, www.cubanet.org -Este año, los trabajadores
cubanos desfilaron bajo el lema "Por un socialismo próspero y
sostenible". En algunos letreros se leía también la palabra
"sustentable". La ironía es doblemente graciosa. A estas alturas, todo
el mundo sabe que el socialismo real es enemigo de la prosperidad. Y un
socialismo sustentable debe ser –para los más crédulos– una utopía, la
quimera de un paternalismo de Estado sin límites, ni fin.

¿Qué sostiene al socialismo sino el miedo, la desesperanza y la
represión? ¿Cómo puede ser sustentable una economía parásita, que ha
vivido aferrada de sus aliados políticos durante décadas, primero de la
Unión Soviética, y hoy de Venezuela?

¿Cómo puede hablarse en Cuba de un socialismo próspero cuando las
propias vitrinas de propaganda están sucias y desbaratadas?

El Hospital Docente Clínico Quirúrgico de 10 de Octubre, conocido por
los habaneros como "La Dependiente" -debido a su antiguo nombre-, es una
clínica vetusta, con pabellones en ruina. En estos días, para el
paciente hacerse un lavado de oídos, tiene que llevar el agua caliente
de la casa, porque se robaron las tuberías de gas que servían para
calentar el agua.

Nadie podría imaginar hoy el antiguo esplendor de "La Dependiente".
Allí, la caseta de Información es una especie de armario desvencijado y
sin cristales. Todo se ve roto: los mármoles de escalinatas, los anchos
portales de granito, y los cristales nevados, con hermosas letras
iniciales. Por fuera, los pabellones evocan casas coloniales, y por
dentro, una fábrica abandonada.

En el hospital docente y clínico-quirúrgico Joaquín Albarrán Domínguez,
llamado popularmente el Clínico de 26, también hay que llevar el agua de
la casa, si quieres hacerte un lavado de oídos, aunque no sé si por la
misma causa. Pero todo es más moderno. Lourdes, acompañante de un
enfermo, recuerda que a finales de los años 70, o principios de los 80,
las salas de ingresos tenían duchas de teléfono, aire acondicionado,
cortinas y televisores en los cubículos. Pero, luego de más de tres
décadas, ha cambiado el panorama.

Hace unos años, hubo que clausurar una sala de este hospital, debido al
pillaje y al saqueo desde el exterior. De tres elevadores nuevos, uno ya
está roto. No hay rejillas en los tragantes de los pisos y azoteas.
Cuando llueve, se forman charcos en algunas áreas del techo, por la
tupición de las cañerías. Desde las terrazas, la basura es arrojada
constantemente, y puede verse amontonada en el piso, en un tragante,
arriba del falso techo.

En las salas de ingreso, los baños no tienen espejos, ni duchas. Ni
siquiera se ve dónde pudo estar el caño de salida. Los azulejos están
rotos. La taza está empotrada en el suelo, sin tanque de agua, y hay que
descargar a mano. No hay picaportes, cerraduras, ni pestillos en las
puertas. De noche, los cubículos se cierran con tubitos plásticos de
suero, que se amarran por donde una vez hubo una cerradura. Esos tubitos
cumplen muchas funciones: sirven para hacer nudos en las puertas (porque
hay que cuidarse de los ladrones), o para hacer tendederas en los balcones.

Muchas camillas del Clínico de 26 están fijas, porque no tienen las
maniguetas que varían la altura de la cama. No hay cortinas, ni
televisores, ni ventiladores, y algunos tubos de luz fría están
asegurados con presillas plásticas, para que no se los roben.

A favor, hay que decir que la comida es decorosa y se cocina en el día:
hay desayuno, almuerzo, comida, y meriendas. Sirven leche o yogurt,
según la dieta fijada al paciente, y un pan. Para las comidas, a cada
paciente le asignan un tipo de dieta: libre, blanda o reforzada. La
bandeja puede llevar arroz, frijoles, sopa, puré, huevo, pollo, alguna
verdura, y vianda.

La única cafetería del hospital solo vende ron y cigarros. Los
acompañantes pueden comprar en las afueras del hospital, desde una pizza
hasta una colcha de trapear. También se les puede comprar a los
vendedores ambulantes, que van por todas las salas, ofreciendo dulces,
galletas, o un calentador de agua.

El 2 de mayo, el Ministro de Salud Pública visitó el hospital. Ya había
estado allí la semana anterior. Al parecer, una funcionaria del Comité
Central estuvo recientemente acompañando a un enfermo, y le bastó una
noche para quedar escandalizada. Gracias a su condición, no fue
necesario "elevar la queja".

Dicen que por eso mejoró la comida . También se vio a unos trabajadores
que sustituían los cristales de algunas puertas. Y mientras en un
cubículo había uno que estaba poniendo silicona, el otro, apurado por
seguir con las demás puertas, le dijo: "Oye, vamos, y el que lo quiera
mejor, que se vaya pa'l Yuma" (o sea, para los Estados Unidos).

¿Es sostenible una cultura del "no me importa" y del "comoquiera"? ¿Es
sostenible la depredación económica y la autofagia cíclica?

Después de tantos años de consignas y decadencia, creo que los más
indiferentes deben aspirar a un socialismo "práctico y soportable", y
los más optimistas, a un socialismo postrero, y superable a través de la
democracia.

http://www.cubanet.org/articulos/centros-medicos-lanzan-una-botella-al-agua/

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