Tuesday, March 19, 2013

Un sueño chino

Un sueño chino
[18-03-2013]
Miguel Sales
Málaga, España

(www.miscelaneasdecuba.net).- El general Raúl Castro, presidente de la
República de Cuba por sucesión dinástica, refrendada en los últimos
comicios indirectos y unipartidistas allí celebrados, tuvo hace algunos
años un sueño o una visión de futuro. En su ensoñación, Cuba volvía a
ser un país próspero, con un dinamismo económico basado en iniciativas
privadas, abundantes inversiones extranjeras, créditos del Banco Mundial
y el Fondo Monetario Internacional, millones de turistas estadounidenses
que cada año visitaban la isla y un caudaloso comercio exterior
fomentado desde Miami.

Todo eso, en el sueño, estaba debidamente coordinado y vigilado por el
Partido Comunista de Cuba, única agrupación política autorizada por la
ley, en cuya cúpula los miembros más jóvenes de la familia Castro
ocupaban cargos fundamentales. El Parlamento se reunía ocho días al año,
en vez de los cuatro de ahora, y aprobaba en votaciones unánimemente
unánimes todas las leyes necesarias para el funcionamiento armonioso de
la nación y la emigración. El diario Granma, órgano oficial del PCC,
tiraba 5 millones de ejemplares diarios y en las iglesias del país se
cantaba un Te Deum solemne el 13 de agosto, para conmemorar el natalicio
de su difunto hermano.

En resumen, un sueño chino.

Pero la terca realidad está empujando a Cuba por otros derroteros. Hay
por lo menos once millones de razones para que el modelo chino anhelado
por el general/presidente y algunos de sus colaboradores no resulte
viable en la isla. Entre las más obvias, cabe mencionar la historia, la
geografía, la economía, la demografía y el folclor.

La solución de recambio parece ser el modelo post soviético o putinesco.
Sus elementos son bien conocidos: Un partido hegemónico que ejerce el
control indirecto de la economía, agrupaciones opositoras toleradas
aunque poco menos que simbólicas, parlamento plural pero obsecuente,
tribunales serviles, prensa "crítica" financiada por el propio Estado,
iglesias dóciles y sindicatos amaestrados.

Esta fórmula podría prosperar sin grandes dificultades en el Caribe. De
hecho, el difunto Hugo Chávez demostró que sí se puede, que es posible
monopolizar el poder con un partido prácticamente único, tribunales
sumisos y un parlamento dócil, siempre que el ejército quede bien
trincado entre las dos pinzas del alicate: la milicia presidencial y la
policía política. A condición, por supuesto, de que estén a mano los
dineros indispensables para engrasar la maquinaria. En ese régimen se
celebran elecciones de previsible resultado, se tuercen las leyes sin
quebrar la Constitución y se aprueba en el parlamento cuanto el
ejecutivo considere necesario. El montaje ostenta toda la escenografía
del Estado de derecho y no presenta ninguno de sus inconvenientes. La
prensa, la oposición, las iglesias y los sindicatos conocen los límites
de la crítica y, por lo general, se cuidan de las transgresiones.

En Cuba ese proyecto contaría además con la colaboración de un sector de
la emigración dispuesto a ampliar sus negocios con la isla en nombre de
la reconciliación familiar y el perdón de los pecados. Las reformas
necesarias para que ese modelo funcione ya están en marcha y los
cabilderos de La Habana sostienen que su aplicación legitima al gobierno
y vacía de contenido lo poco que queda del embargo estadounidense.
Además, si Estados Unidos ha convivido 14 años con un régimen similar en
Venezuela, ¿por qué no va a tolerarlo sin mucha irritación en Cuba?

Aunque se ajusten a las circunstancias del momento, esa sociedad y ese
Estado que el castrismo, disfrazado de neochavismo, va urdiendo
lentamente en Cuba, están lejos de ser inevitables. Uno de los peores
errores que pueden cometerse en política es dejarle al adversario la
certidumbre de una complicidad con la Historia. Ya lo advertía Machado
(el poeta, no el presidente): "No está el mañana –ni el ayer- escrito".

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=38825

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