Tuesday, July 10, 2012

Vocación de pobres

Vocación de pobres
Martes, Julio 10, 2012 | Por José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org -Con todo y la cantidad de
dinero que cuesta ser pobre, como diría el poeta, es innegable que serlo
también tiene su lado bueno. Según muchas películas y alguna que otra
novelita rosa, los pobres son infinitamente más felices que los ricos.
Eso tal vez ya sea exagerar un poco las bondades de la pobreza. Porque,
a diez de última, tanto entre los pobres como entre los ricos, hay
sufridores y gozadores en proporciones parejas, aun a pesar del peso de
sus bolsillos.

Quizá lo peor en uno y otro caso radique en la falta de medida. Cuando
un rico está obsesionado por el plan de ser cada vez más rico, es muy
probable que sea un infeliz, y una mala persona incluso. Es lo mismo que
suele ocurrirle al pobre cuando asume su miseria como fruto de una
voluntad superior e indubitable, así que ya una vez instalado en el
estatus de pobre por destino, pierde interés por el progreso personal y
sólo encuentra consuelo odiando a los ricos.

Son dos maneras de corromper por igual la esencia humana, ambas
nefastas. Que simpaticemos con unos o con otros, no indica sino una mera
cuestión de gustos.

En Cuba, los caciques de la revolución se han esforzado abnegadamente
por convertirnos en ese tipo de pobres por destino histórico. No es una
idea original de Fidel Castro. Siempre hubo reyes, zares, dictadores,
cogotudos diversos, líderes políticos y religiosos que basaron su poder
no sólo en la pobreza material de la gente, sino, sobre todo, en la
manipulación de sus empobrecidos egos.

Si acaso, entre los cubanos, como antes entre los europeos del este, y
ahora entre algunos latinoamericanos, los manipuladores han tenido la
suerte de contar con la complicidad de malos ricos, que les sirvieron la
pobreza en bandeja.

Cuando, en un futuro, ojalá próximo, los historiadores y los psiquiatras
traten de establecer a fondo las causas de nuestra actual bancarrota
económica y espiritual, todos los conductos van a guiarlos
indefectiblemente hacia este fenómeno.

Constataremos lo que ya se sabe en el sentido de que por grande que sea
nuestra falta de recursos materiales, la recuperación será factible y
más o menos rápida, siempre que haya un buen sistema de gobierno y
sustanciales inversiones. Muchísimo más difícil y, en especial, más
demorado, será reponernos del gran daño antropológico que representa la
vocación de pobres sin remedio que nos han inoculado en el flujo
sanguíneo, a lo largo de varias generaciones.

Ninguna otra insuficiencia identificativa ha tenido un peso mayor en el
drama que venimos sufriendo los cubanos desde hace décadas. El miedo,
que es una de las que más se menciona, apenas resulta un apéndice de
nuestra vocación de pobres y desamparados sin opciones. Quien intente
curarnos en el futuro de los muchos lastres ocasionados por la dictadura
totalitaria, tendrá que empezar por borrarnos del disco duro la
mentalidad de pobres pichones con el pico abierto.

Y será una tarea ciclópea. Habida cuenta que no podrán contar con
nuestra ayuda. Puesto que ya no nos reconocemos a nosotros mismos sino
en esa actitud de quien supedita su vida a la voluntad del otro, a los
buenos o malos oficios del que está por encima, bien sea en la cumbre y
con el mazo a mano, como nuestros caciques, o bien solo un poquito más
arriba, digamos un pariente en el exterior, un extranjero, algún gerente
samaritano, una novia o novio con pasta…

Ocurre, además, que en cuanto pobres por enfermiza vocación, nos hemos
acostumbrado a odiar y a envidiar no únicamente a los ricos. También,
incluso muy en particular, a cualquier otro pobre como nosotros, a quien
el azar, la suerte, la astucia, o lo que fuere, le han permitido
ascender una micra en la escala.

Uno de los espectáculos más reveladores de nuestra insana vocación de
pobres, la ofrecen hoy precisamente esos paisanos que de alguna forma
han logrado sacar la cabeza mínimamente por encima del montón, mediante
negocios particulares u otras vías. Basta con tratarlos de cerca para
conocer la increíble zozobra en que transcurren sus vidas, agriadas no
sólo por el acoso y las mil medidas coercitivas del gobierno, sino por
la envidia que les rodea en su entorno, por el rastrero chantaje y las
delaciones de todo tipo a los que están expuestos.

En buena ley, cualquiera en su caso podría concluir que es preferible
seguir perteneciendo a la más baja ralea económica, si tanta angustia
cuesta sacar la cabeza. ¿Y quién quita que esa conclusión esté siendo
inducida exprofeso por los caciques?

Mientras, ellos, desde los primeros días de 1959, han vivido siempre
como los verdaderos ricos que son, con el agravante de que las riquezas
no provienen de su trabajo, ni de su talento, o de una herencia al
menos. Y, lo más superrealista de todo, impartiendo vocación de pobreza,
sin que nadie se lo tomase a mal.

http://www.cubanet.org/articulos/vocacion-de-pobres/

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