Wednesday, July 25, 2012

Un movilizador de conciencias

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Oswaldo Payá

Un movilizador de conciencias

Oswaldo Payá y su cátedra de la libertad y los derechos

Luis Manuel García Méndez, Madrid | 24/07/2012 11:07 am

"La Cátedra de la libertad y de los derechos humanos, la fuente de la
virtudes cívicas y la base del gran edificio de nuestra felicidad"
Félix Varela

Acaba de morir en Bayamo, al este de Cuba, Oswaldo Payá, coordinador del
Movimiento Cristino Liberación (MCL), premio Sajarov del Parlamento
Europeo a los Derechos Humanos y la Libertad de Pensamiento, dos veces
nominado para el premio Nobel de la paz, y creador de una de las
iniciativas más conocidas del movimiento disidente cubano: el Proyecto
Varela. Con él viajaba Harold Cepero Escalante, activista del MCL y
nativo de Ciego de Ávila, quien también falleció. En el vehículo había,
además, dos pasajeros que sufrieron heridas leves: Ángel Carromero,
consejero técnico de la Junta de Moratalaz, distrito de Madrid, y Aron
Modig, presidente de la Liga de la Juventud Demócrata Cristiana Sueca
(KDU) asociada a la Democracia Cristiana.

Según el diario Granma, "Un lamentable accidente de tránsito en el que
fallecieron dos personas y dos resultaron heridas, se produjo este
domingo 22 de julio a las 13:50 horas en la localidad conocida como La
Gavina, a 22 km de la ciudad de Bayamo, provincia de Granma. (…) Según
testigos presenciales, el hecho ocurrió cuando el conductor de un auto
turístico rentado, perdió el control y se impactó contra un árbol". La
nota consigna el nombre de los fallecidos, pero omite su condición de
disidentes.

En cambio, la hija de Oswaldo Payá, Rosa María, declaró este lunes en la
web del opositor que "Las informaciones que nos llegaron de los
muchachos que iban en el carro con él es que había otro auto intentando
sacarlos de la carretera y que los embistieron en todo momento. Así que
pensamos que esto no fue un accidente, que les querían hacer daño y
terminaron matando a mi padre".

Iroel Sánchez, tan diligente como de costumbre, se apresura a
desacreditar, con carácter preventivo, a los acompañantes de los
fallecidos, para minar de antemano su credibilidad en caso de que éstos
hagan declaraciones que contradigan la versión oficial. De Ángel
Carromero dice que mientras aplaude los recortes que el Partido Popular
impone en España, hace en Cuba "turismo injerencista". Y a Aron Modig lo
califica como el defensor de que se instaure en Suecia un equivalente
del Tea Party.

Se trate de un accidente, de un intento de intimidación que se
"extralimitó" en sus objetivos, o de un verdadero asesinato, algo que
solo podrían esclarecer los supervivientes, lo cierto es que en el
Comité Central la sensación será de alivio por haberse librado de una
incómoda y pertinaz piedra en el zapato. Y se felicitarán de que en el
accidente hayan muerto, justamente, los más incómodos, mientras los dos
extranjeros solo han recibido heridas leves, lo cual despeja el
horizonte de incómodas reacciones internacionales.

Oswaldo Payá abogaba por un cambio pacífico y desde dentro. "Porque si
el cambio es violento, el gobierno que venga será un gobierno de fuerza
y si esperamos que el cambio llegue desde afuera, entonces el pueblo no
será protagonista del cambio". Fue el promotor del único proyecto que ha
hecho uso de uno de los escasísimos resquicios que ofrece la primera ley
de la República para manifestar legalmente el descontento popular.

El Artículo 86 de la Constitución de la República de Cuba, en su inciso
G, asegura que la iniciativa de las leyes compete a los ciudadanos. En
este caso será requisito indispensable que ejerciten la iniciativa
10.000 ciudadanos, por lo menos, que tengan condición de electores.
Basándose en este derecho, el MCL de Oswaldo Payá consiguió y entregó a
la Asamblea Nacional del Poder Popular 11.000 firmas de ciudadanos con
derecho al voto apoyando un referéndum para llevar a consulta popular
cinco puntos esenciales:

- Derecho a asociarse libremente
- Derecho a la libertad de expresión y de prensa
- Amnistía
- Derechos de los cubanos a formar empresas
- Una nueva ley electoral.

Cada firmante sabía que su acto de soberanía podía acarrearle la pérdida
del empleo, de sus estudios universitarios e incluso de su libertad
(cosa que le sucedió a más de cuarenta activistas del MCL durante la
Primavera Negra de 2004), y que desde entonces sería hostigado y
marginado. Solo por ello, no es arriesgado afirmar que cada una de esas
firmas equivale a miles de firmas. Si consideramos que los promotores
del proyecto no dispusieron de ningún medio de difusión, y que antes de
que el ex presidente norteamericano Jimmy Carter lo mencionara
públicamente, la frase "Proyecto Varela" no significaba nada para la
inmensa mayoría de los cubanos, cabría preguntarse cuántos millones de
firmantes potenciales no existirán en la Isla.

En cualquier país del mundo, esto sería un trámite normal. En Cuba, a
pesar de ser constitucional, la recogida de firmas tuvo que superar
serios obstáculos. Y una vez entregadas, la reacción del Gobierno fue
tan desproporcionada como su miedo. Una "Propuesta de Modificación
Constitucional" según la cual "El régimen económico, político y social
consagrado en la Constitución es intocable". Una caricatura de referendo
que otorgó a los cubanos el "derecho obligatorio" a decidir entre el
socialismo irrevocable y el socialismo irrevocable. Este simulacro ha
sido una de las más ridículas pataletas de Fidel Castro en medio siglo,
y la mayor evidencia de su miedo al pueblo en cuyo nombre pretendía
gobernar.

Como bien dijo O'Brien a Winston en la novela 1984, de George Orwell,
"el Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos
interesa el bienestar de los demás; sólo nos interesa el poder (…)
Sabemos que nadie se apodera del mando con la intención de dejarlo. El
poder no es un medio, sino un fin en si mismo. No se establece una
dictadura para salvaguardar una revolución, se hace la revolución para
establecer una dictadura".

El hecho de que 11.000 cubanos se hubiesen atrevido a desafiar al
régimen, merecía la movilización de todo el país para aplastarlos, sin
importar el grado de coacción, o los recursos necesarios; ni siquiera la
credibilidad de los resultados. Más importante que la unanimidad es la
apariencia de unanimidad. Que el peso de la muchedumbre desanime a los
próximos 11.000, o 20.000 o 50.000 que se atrevan a retar al poder
absoluto. Crear en el súbdito la noción de que nada de lo que haga lo
convertirá en ciudadano, nada de lo que opine o piense cambiará el statu
quo, y que solo tiene tres alternativas: el aplauso, el silencio o el
exilio.

Según datos de las autoridades cubanas, 9.664.685 ciudadanos apostaron
"espontáneamente" por el castrismo perpetuo. Y uno de los mejores
indicios del pánico que desató el MCL de Oswaldo Payá con su proyecto
Varela fue el hecho de que, por primera vez en más de cuatro décadas, el
Gobierno permitió firmar (que sí, desde luego) a los cubanos que estaban
en trámites para salir del país, un derecho que se hizo extensivo, en
sus respectivos consulados, a los exiliados que apoyaran el régimen
actual como única opción (para quienes residen en la Isla, por
supuesto). Aunque previendo falta de quórum, consignaron que "estos
casos serán contabilizados o no, según determine la Asamblea Nacional
del Poder Popular". Una vez estampada su firma, exiliados y aspirantes
recuperarían su condición de no-ciudadanos.

El Proyecto Varela despertó en su día un masivo apoyo del exilio, pero
también oposición. Se le acusaba de aceptar la Constitución vigente, y
de marginar al exilio al apelar al voto de quienes cuentan con ese
derecho. Pero confío en que incluso sus opositores habrán comprendido el
poder de este documento, algo que entendió desde el primer momento el
Gobierno cubano. Por primera vez una iniciativa disidente contó con una
verdadera base social. Por primera vez miles de cubanos perdieron el
miedo. Por primera vez numerosos países atisbaron el embrión de una
sociedad civil nacida "dentro" de la Isla a la que apoyar. Por primera
vez una propuesta de la disidencia rebasó el veto de silencio, se
difundió por Radio Bemba, y en las sobremesas, los pasillos, guaguas y
parques de Cuba, la gente comentó no tanto el contenido del Proyecto
Varela, sino los cojones de esos 11.000 cubanos que se han puesto de pie
frente al poder con su firma como única arma. Y en el imaginario de la
Isla, tener cojones suele ser más respetado que tener la razón.

Oswaldo Payá ha muerto a causa de un lamentable accidente, de una
operación premeditada o de un error de cálculo, ya se sabrá. Pero su
vida no fue ni un accidente ni un error, sino una larga y paciente
movilización de las conciencias. Y creo que por ello, más allá de
acuerdos o disonancias con sus opiniones políticas, todos los cubanos,
sin excepción, incluso sus acosadores y verdugos durante tantos años, le
debemos tributo.

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