Friday, July 20, 2012

Las chicas de Leal

Las chicas de Leal
Viernes, Julio 20, 2012 | Por Víctor Manuel Domínguez

LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org -Migdalia Plasencia es una entre
las más de 30 vendedoras de flores y muñecos de peluche, autorizadas a
desarrollar su labor en el emporio levantado por Eusebio Leal en el
Casco Histórico de La Habana Vieja.

Obligada a pagar diez dólares al mes por el derecho a vender en la Plaza
Vieja, la del Convento de San Francisco de Asís y en la Catedral; así
como en la Plaza de Armas y las calles Obispo y Mercaderes, la
trabajadora por cuenta propia también debe aportar al fisco por su
licencia de trabajo y la Seguridad Social.

Es decir, que a los 240 pesos cubanos que representan al cambio los diez
dólares exigidos para vender en los predios de Leal, debe sumarle los
200 por el permiso de trabajo que le otorga la Oficina Nacional
Tributaria (ONAT), y los 250 trimestrales para cubrir una hipotética
jubilación.

Además, este impuesto total de alrededor de 700 pesos al mes en moneda
nacional, no disminuye porque deje de trabajar a causa de un problema
personal o una enfermedad, y tampoco se le adecua el cobro al monto de
la venta por falta de compradores.

En ocasiones, acompañada por su pequeña hija de siete años, recorre
todas las áreas que le permite la autorización de Leal, sin ganar
siquiera para recuperar la inversión.

"Es dura la competencia, señala, y muy alto el interés que tengo que
pagar. En los mejores meses (en la temporada alta del turismo
internacional), a veces creo que me gané cinco dólares por encima de la
inversión, sin darme cuenta que ya los debo porque los gasté en
golosinas o algo más sólido para comer".

"Además –indicó- los cubanos ya no les regalan flores a las mujeres.
Cuando lo hacen, es una excepción. En primera porque no quieren y se ha
perdido la costumbre, y en segunda, porque para hacerlo tendrían que
dejar de tomarse dos cervezas o un doble de ron. Sólo los nuevos ricos y
los que reciben remesas del exterior se dignan comprar, en ocasiones,
una flor para su mujer".

Según Migdalia, no tiene otras opciones para sobrevivir. Divorciada, con
35 años, una niña pequeña y también una madre enferma que mantener, dice
que al menos con las flores no tiene que pasarse horas y horas frente a
un fogón cocinando para vender comida.

"No es que sea haragana, y necesito ganar dinero, pero la elaboración de
alimentos me impediría atender a mi madre y a mi hija, además la mayoría
de quienes se dedican a ese trabajo por cuenta propia terminan
entregando sus licencias cuando se cansan de perder dinero. Tampoco
tengo espacio en mi hogar".

Otra de las cosas que dice le molesta, aparte de todo el dinero que
tiene que pagar para ejercer su trabajo, es la presión que siente de los
inspectores, que a veces llega al chantaje o extralimitación personal.

"Son los que controlan cuanto se vende o mueve en esta parte de la
ciudad. A nosotras nos dicen que tenemos que comportarnos y cumplir con
lo establecido porque somos 'las chicas de Leal'. Si fuéramos las de
Almodóvar nos iría mejor".

Bajo las mismas condiciones de explotación trabajan las cartománticas,
las vestidas de orishas y las Cecilia Valdés, bautizadas así por andar
con ropa de deidades afrocubanas, esclavas o señoritas del Siglo XIX, a
pleno sol, en busca de un extranjero que las fotografíe y les dé unas
monedas como compensación.

Sin dudas, "las chicas de Leal" son mujeres al límite de su capacidad
para sobrevivir en un entorno donde se mezclan la extorsión y la
violencia con la aparente tranquilidad y el falso esplendor, como en un
juego de dados tirados al azar sobre las ruinas de este país.

vicmadomingues55@gmail.com

http://www.cubanet.org/articulos/las-chicas-de-leal/

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