Sociedad
Del Papá Estado al sálvese quien pueda
Iván García
La Habana 16-07-2012 - 10:20 am.
¿Una buena manera de entrenarse para el capitalismo salvaje?
"Jesús contra el universo", perfomance del austríaco Hermann Nitsch. XI
Bienal de La Habana, 14 de mayo de 2012. (AP)
La casa de Otilio es un museo de artefactos facturados detrás de la
otrora Cortina de Hierro. Jubilado hace 21 años, es un octogenario
solitario y sin hijos, rodeado de objetos anacrónicos y gatos famélicos.
En una pared que una vez fue de color marfil, cuelga de medio lado un
diploma concedido por su quehacer laboral tras 45 años al frente de una
cuadrilla de plomeros. Como premio por sus hazañas laborales y por haber
sido un revolucionario ejemplar también le otorgaron medallas bronceadas
y varios artículos que tres décadas después se resisten a morir.
De su colección de objetos de la era soviética forman parte un reloj
Poljot cromado, una lavadora Aurika que yace en el cuarto de los trastos
obsoletos, una moto Karpaty de dos velocidades de la cual solo queda el
esqueleto, y un viejo radio Selena que, después de golpearlo, logra
sintonizar el béisbol.
"Era otra época. El Estado te otorgaba desde una casa en la playa hasta
un ventilador ruso. No sé si estos cambios de ahora serán para mejorar o
empeorar. Lo que pasa es que mucha gente no está preparada. De depender
para todo del Estado, al arréglatelas como puedas. Por suerte yo ya
estoy de vuelta", comenta Otilio sentado en el portal de su casa, con un
gato en el regazo.
En aquella etapa era imprescindible ser un fidelista a prueba de bombas.
En caso contrario, había que marcharse 90 millas al norte o saber que el
reconocimiento y la posibilidad de adquirir ciertos bienes te estaba vedada.
Han pasado más de tres décadas de aquellos años, donde los caramelos de
cumpleaños y las cajas de cervezas para bodas se adquirían por la
libreta de racionamiento. Pero muchos trabajadores y funcionarios aún
viven anclados en la mentalidad de esperar órdenes y regalías de Papá
Estado. Es lo aprendido en 53 años. Las iniciativas personales siempre
fueron mal vistas y consideradas peligrosas.
Aunque racionado y de baja calidad, el Estado te garantizaba lo
mínimamente necesario para vivir. Pero si aplaudías los discursos de
Fidel Castro, asistías a las concentraciones en la Plaza de la
Revolución, a las Marchas del Pueblo Combatiente y participabas en los
Domingos Rojos, te podías ganar un cupón para comprar un artículo soviético.
Era una suerte de contrato social basado en la fe ciega y el canje.
Época dorada la de Castro, quien gobernaba de manera casi absoluta y con
unos pocos locos valientes que se atrevían a disentir.
Habría que pensar levantarle un monumento a los primeros opositores
pacíficos que, en voz alta y abiertamente, criticaban el estado de cosas
en Cuba.
En 2012, mientras jubilados como Otilio que lo dieron todo por la
construcción de un socialismo luminoso que nunca creció más allá de los
cimientos, esperan la muerte, el General Raúl Castro y sus socios con
tres estrellas en la charretera hablan de actualizar el modelo económico
y critican al Estado benefactor.
Lo peor del nuevo discurso es que culpan a la gente por su mentalidad
inmovilista y su pereza en la producción. Y eso disgusta a muchos.
Ernesto, ingeniero con 30 años de experiencia, se insulta cuando en las
reuniones de su centro para reducir plantillas los jefes critican la
escasa creatividad y dependencia de muchos al Estado.
"Son unos cara de palo. Culpan al pueblo por trabajar poco y
acostumbrarse a vivir de la libreta. Recuerdo que una noche, hace 5
años, Fidel se burlaba de la gente que tenía ventiladores caseros y
artilugios electrodomésticos, porque eran altos consumidores de
electricidad. Como si nosotros hubiésemos elegido ser pobres y tener
toda esa mierda en nuestras casas. Ahora te echan del trabajo y te dicen
que montes un negocio y te las arregles como puedas. Es el cinismo en
estado puro", señala Ernesto.
La moda hoy en la Isla en es trabajar por tu cuenta. En lo que sea.
Sacándole pulgas a los perros, forrando botones o tirando las cartas.
Pero hay un problema. Aquellos que laboraban por un salario de 20
dólares al mes no tienen capital para montar un pequeño negocio, a no
ser que tengan parientes en el extranjero. Lo más que pueden hacer es
rellenar fosforeras, remendar zapatos o pintar fachadas de viviendas.
Ellos no tienen divisas para abrir una cafetería, comprar un viejo auto
estadounidense de los años 50 y usarlo de taxi, ni su casa tiene las
condiciones requeridas para rentarlas a los turistas por 35 dólares la
noche.
Para los desempleados del sector estatal,acostumbrados a esperar que el
maná cayera del cielo y a robar en sus puestos de trabajo, las opciones
no son muchas.
Cuba se está descapitalizando. El gobierno no quiere oír hablar de
subsidios. Sálvese quien pueda y como pueda. En el sector particular, la
competencia es dura y las billeteras de los consumidores están
raquíticas. Un ejemplo: en 600 metros de la Calzada 10 de Octubre, desde
la avenida Santa Catalina hasta la calle Gertrudis, hay 6 pizzerías, 8
cafeterías y 2 hamburgueserías privadas.
A la mitad de ellas les va bien. La otra mitad está pensando en entregar
la licencia. Montar una cafetería decente cuesta no menos de 1.500 pesos
convertibles, el salario de seis años de un obrero.
Además, es necesario conocer las reglas no escritas. Conocer a los tipos
que venden harina, carne de cerdo o mayonesa hurtada a precios más bajos
que en el mercado oficial. Darle un billete por debajo de la mesa a los
inspectores corruptos. Y hacer trampas financieras para pagar lo menos
posible de impuesto anual en las declaraciones juradas.
Según Alberto, taxista habanero, en esta nueva versión de revolución
verde olivo "uno está en la calle y sin llavín. Debes buscarte los pesos
de cualquier manera, pero caminando con precaución por una cuerda floja.
Si te pillan en algo considerado delito, que es casi todo de acuerdo a
las leyes cubanas, entonces además de perder la licencia puedes ir a la
cárcel", señala mientras conduce
Ya el Gobierno habló alto y claro: Búsquense unos pesos, pero ni se les
ocurra pensar en amasar una fortuna, porque iremos a por ustedes. El
trabajo privado, dice el Estado, solo debe servir para subsistir.
Si en los años 70, hombres como Otilio mostraban orgullosos el diploma
ganado por participar en trabajos voluntarios o el cupón que les daba
derecho a adquirir a plazos una moto rusa de dos velocidades después de
haber cortado miles de arrobas de caña, ahora tipos como Alberto saben
que el Estado no les dará ni una tuerca. Su misión es cobrar impuestos y
vigilar que no traspasen la raya.
Los más optimistas piensan que es una buena manera de entrenarse para el
día que en Cuba exista la peor versión del capitalismo salvaje. Que es
hacia donde vamos.
http://www.diariodecuba.com/cuba/12046-del-papa-estado-al-salvese-quien-pueda
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