[19-04-2012]
Darsi Ferrer Ramírez
(www.miscelaneasdecuba.net).- La recién concluida Cumbre de las Américas
fue una buena ocasión para discutir con veracidad el asunto de la oveja
negra cubana. Pero se quedó en el tintero. Otra vez se puso en práctica
los remanentes de la vieja política trasnochada de la Guerra Fría, para
intentar manejar a este díscolo sujeto descarriado en el hemisferio
desde hace más de medio siglo.
Son numerosas las aproximaciones desajustadas con el obtuso régimen que
no da señas de asumir la necesidad de adoptar reformas verdaderas.
Por un lado, Estados Unidos con su embargo comercial transformado en una
práctica de consuetudinario "jab" para mantener la distancia, y sin
efecto pretende aislar al totalitarismo antillano; por otro, la Unión
Europea con su frágil valladar de la Posición Común, que no pasa de ser
un reproche moral muy comedido hacia la dictadura, mientras permite que
desde su zona les hagan llegar solapadamente financiamientos y
tecnologías; que decir de los países latinoamericanos, simpatizantes
abiertos, disimulados o indiferentes de las violaciones de los Derechos
Humanos que a diario pone en práctica el régimen cubano, se desgastan en
el intento de ponerle colorete a la única y más vieja dictadura militar
del continente, y pujan por recibirla como un invitado más en las
reuniones democráticas.
Todas estas políticas parecen resistirse al cambio de enfoque y de
aproximación a los problemas irresolutos que imponen en la época actual
las modernas dinámicas de la Globalización. Sencillamente, el mundo
marcha aceleradamente hacia otra fase comunicativa, de interrelación
cada vez más profunda y activa entre las naciones.
¿Cómo justificar la insistencia en el aislamiento a la antigua para
tratar el caso cubano? Y a la vez, ¿cómo persistir en ver a la dictadura
militar cubana como un país común y corriente? La inclusión también va
con Cuba, pero no como una nación estable, democrática y en el camino de
la integración con el resto del mundo.
Hay que incluirla en todas las esferas de interrelación global, pero
para esperarla en la puerta con escoba democrática en mano y todo el
tiempo que dure cada evento pasarlo dándole escobazos democráticos con
ella a los ilegítimos representantes isleños, recordándoles que no son
iguales al resto de los presentes y que no se les acepta su constante
metedura de forro.
Los detentores del poder de la presente Cuba son miembros de una casta
depredadora que hace más de medio siglo mantiene secuestrada la
soberanía mediante el uso de la fuerza y que ejercen un total desprecio
por la voluntad popular.
Por tanto, en el marco del escenario nacional, continental y mundial no
tienen legitimidad alguna, y esa incómoda verdad hay que reprochársela
cada vez que haya oportunidad de hacerlo.
Gobiernan a base de intereses y antojos con el único fin de conservar
sus privilegios y obligar al pueblo cubano a vivir en la miseria bajo el
prisma de su estrechísima visión del mundo.
El cubano es un pueblo secuestrado, similar a las victimas que sufren a
manos de las FARC u otro tipo de delincuentes. Lo único que acumula es
creciente sufrimiento, constantemente arreado hacia la explotación por
dictadores que se han adueñado del país y lo utilizan como una finca
familiar.
Aceptar a la dictadura de los Castro en todos los escenarios políticos
no está mal, siempre que no se lleve a la mesa como un invitado más y
que se sientan a gusto para desatar sus andanadas de insultos, o ataques
contra el sistema democrático que sí ha elegido al resto de los
presentes, y convertir esos sitios en tribunas desde donde acusar a su
eterno enemigo a muerte, al que sin embargo le compra comida,
medicamentos y le suelta el excedente poblacional que no tiene cómo
mantener y, para colmo, le acepta subvenciones, los Estados Unidos de
América.
A esa Cuba que se quiere aparecer en esos sitios hay que tratarla como
se merece: como peligroso derrelicto que intenta siempre sabotear el
proceso democrático e integrador. Hay que aprovechar todos los
encuentros para zarandearla con las verdades que se acomoda en no escuchar.
Pese al esquema que parece flotar como certeza de Perogrullo de que el
presente gobierno de la Habana no constituye un peligro para la
estabilidad del continente, tal como activamente persistiera en serlo
antes, la verdad está a la vista. La dictadura isleña ha promovido y
promoverá todo tipo de organización regional o gobierno que enfrente al
Norte de América con el resto de las naciones del continente,
cuestionando o emponzoñando desde dentro de los marcos democráticos de
la región, similar a lo ocurrido en Venezuela, Nicaragua, Ecuador,
Bolivia, Honduras y Haití.
Así también remacha los viejos clichés de desconfianza, odio y temor
hacia unos Estados Unidos diabolizados. Se ha visto que esto es algo que
parece muy oportuno para personales intereses en determinadas élites
gobernantes de América Latina. Por lo cual, comienzan a surgir como
hongos en el panorama político del área instituciones sin verdaderos
ánimos de integración económica incluyente, sino politizadas como la
CELAC, ALBA, UNASUR y otras que deben andar aún cocinandose, francamente
exclusivas del miembro más poderoso e influyente, los Estados Unidos, lo
que es un absurdo criminal para sus propios pueblos.
No obstante, los gobiernos que apoyan estos experimentos, presentados
como cumbres de los países del Sur realmente integradoras se
autoengañan. La presente debilidad del régimen cubano no le permite
hacer su vieja política de intervencionismo armado y subversión
violenta, pero la metástasis de su naturaleza destructora del Estado de
Derecho sigue viva y se filtra en cancillerías, partidos, instituciones
y supuestas políticas nacionales, en donde constantemente intenta poner
en práctica la trasnochada intentona de excluir a los Estados Unidos, a
nombre de una unidad latinoamericana sin visos de conformación económica
real, y donde más bien se ponen en activo viejos rencores y
desconfianzas hacia el mayor mercado del mundo en bienes, servicios y
proyectos materiales para el desarrollo.
Esas acciones irresponsables, practicadas por no pocos gobiernos, ponen
bajo una cruda luz los enormes defectos institucionales de las
democracias y sistemas políticos del área Latinoamericana.
Lo que debe quedar claro es que los actuales y autoproclamados
representantes del archipiélago cubano NO representan la voluntad del
pueblo, sino a ellos mismos. Y gozan de tal grado de ilegitimidad como
el que tuvieron en su momento Trujillo, los Somoza, Duvalier, Pinochet,
Velazco Alvarado, los generales de la junta militar argentina y todo el
resto del club de los regímenes que se han encargado de estrangular el
respeto a las libertades y derechos fundamentales de sus pueblos.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=35770
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