La ilusión de la impotencia
Alejandro Armengol
Entre la denuncia de actos represivos y el anuncio de planes o
propuestas de unidad transita el estancamiento del movimiento disidente
en Cuba.
Muchas denuncias tienen que ver con actos y acciones ocurridos en el
oriente de la isla. Por lo general, estas informaciones no pueden ser
verificadas de forma independiente y los reporteros de las agencias de
prensa extranjeras no muestran el menor interés en investigarlas o se
ven impedidos de hacerlo. Tras la liberación de los presos políticos, se
ha creado un doble rasero a la hora de cubrir estos hechos. Lo que
ocurre en Oriente no llega a los cables, y en La Habana sucede bien poco.
Todo ello crea una zona de incertidumbre, donde la impunidad de los
agentes del régimen podría estar dada, en buena medida, por su lejanía
de los centros del poder o incluso su aislamiento. Sin embargo, cabe
también la duda de si esos hechos que se denuncian nos llegan en
versiones exageradas, incompletas o incorrectas. Nada de esto impide
considerar que la esencia del gobierno cubano se define por su capacidad
represora. Lo que se trata es de buscar cierta objetividad en la
información, una tarea bastante difícil.
La Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional
(CCDHRN) registró en el mes de marzo más 1,150 detenciones de
opositores, la cifra más alta de la que se tiene constancia en los
últimos cincuenta años.
"En marzo de 2012 verificamos al menos 1,158 detenciones arbitrarias por
razones políticas, el número más alto para un mes en las últimas cinco
décadas, sólo comparable con las grandes redadas realizadas en todo el
país en abril de 1961, a raíz de la invasión por Bahía de Cochinos",
destaca un documento de la organización.
Tan sólo en el primer trimestre de este año se documentaron un total de
2,393 detenciones contra opositores y activistas de derechos humanos,
una cifra que supera los 2,074 arrestos ocurridos en todo el año 2010.
Más de la mitad de los arrestos de disidentes se produjeron pocos días
antes y durante la visita de Benedicto XVI. Algunas eran "reclusiones
domiciliarias extrajudiciales bajo custodia de agentes policiales y
parapoliciales", agrega el documento.
Uno de los problemas que enfrenta la disidencia es que la táctica
represiva puesta en práctica por el gobierno de Raúl Castro resulta muy
eficiente a la hora de implantar el terror: reprimir de forma limitada,
solo lo necesario, pero al mismo tiempo no permitir que se olvide o se
pierda el miedo. A la vez, a la hora de la denuncia, queda clara la
naturaleza abusiva del régimen, pero lo ocurrido no logra despertar una
alarma internacional o desencadenar una activa repulsa mundial. La
cualidad represiva del régimen queda amparada tras la búsqueda de
cuantificaciones: ¿cuántos muertos, cuántos desaparecidos, cuántos
torturados? Y salen a relucir los casos de nutridas manifestaciones
dispersadas a balazos, chorros de agua o bastonazos de los destacamentos
antimotines en cualquier lugar del mundo.
Esa vendría a ser la mitad de la ecuación. La otra mitad radica en la
existencia de horizontes alternativos, que hace que todo cubano lo
piense dos veces, y hasta cuatro y cinco, antes de unirse a un grupo
disidente.
Para neutralizar o acabar con sus enemigos, el régimen castrista nunca
ha dudado en ejercer la represión, pero también ha desarrollado
hábilmente la práctica de dejar abierta una puerta de escape a los
opositores –siempre que existiera esa posibilidad– y de anticiparse a
las situaciones límites.
La alternativa entre la cárcel y el esperar la oportunidad de partir
hacia Miami u otro país define desde hace décadas la realidad cubana.
El 17 de abril pasado Ernesto Hernández Busto escribió un artículo en su
blog, Penúltimos días, en que destacaba "la profunda brecha entre
cubanos con intereses diferentes frente a la perspectiva de un cambio
radical, y del inevitable precio que éste implica". Se trata de una
característica que en buena medida define a la sociedad cubana.
Frente a la evolución del movimiento opositor, de una disidencia
tradicional e ilustrada –y cuyos líderes superaban los 50 años de edad–
a un grupo menos encerrado en categorías, embriones de partidos
políticos y organizaciones de nombres presuntuosos, el enfoque represivo
del régimen continua similar al patrón reafirmado con violencia en la
primavera de 2003. Los cambios que ha experimentado ese enfoque han sido
más bien de adecuación de un modelo –mientras mantiene intacta su
esencia–, que es castigar con dureza cualquier acción que considere va
en detrimento de "la independencia del Estado cubano" así como de la
"integridad de su territorio". Si bien no puede negarse que en la
actualidad el régimen es más permisivo en actividades de denuncia o
periodismo independiente –labores que llevaron al encarcelamiento de
muchos opositores en 2003– mantiene la barrera de impedir que llegue "a
la calle" cualquier manifestación de crítica o rechazo, por leve que sea.
¿Existe una salida democrática en el caso de Cuba? La efectividad de la
represión y el peso de la indolencia en la isla hacen que no se
vislumbre en el movimiento disidente. Desde el exilio, la única posible
parece radicar en una apuesta hacia un futuro incierto, determinado por
la muerte de los hermanos Castro, lo que puede ocurrir en uno, cinco,
diez o más años. Entregar el destino del país a la biología no deja de
ser la ilusión de la impotencia.
http://www.elnuevoherald.com/2012/04/23/v-fullstory/1183642/alejandro-armengol-la-ilusion.html
No comments:
Post a Comment