Lunes, Abril 23, 2012 | Por Gladys Linares
LA HABANA, Cuba, abril, www.cubanet.org -Hace mucho tiempo que muchos
contenedores de basura en La Habana no tienen tapa. Además, los camiones
no los recogen con la frecuencia necesaria. Lógicamente, los vecinos no
pueden dejar de botar sus desperdicios aunque estos ya no quepan en los
tanques, por lo que habitualmente se forman vertederos alrededor de
estos, donde pululan cucarachas, moscas y ratas, que invaden las casas
vecinas junto con el mal olor.
Casi frente a la entrada de su casa tiene Domitila uno de esos
basureros. A pesar de quejarse ante las autoridades de Salud Pública y
el delegado del Poder Popular de su circunscripción del peligro que
representa este vertedero para su salud y la de sus nietecitas pequeñas,
el basurero sigue en el mismo lugar.
Me contó lo que le sucedió hace unos días. Solo la pude creer al ver las
cicatrices de mordidas que quedaron en su rostro. Ella comparte el
cuarto con la nieta mayor, y una de estas noches la despertó el llanto
de la niña, que se quejaba de que una rata le había mordido la boca.
Domitila pensó que era una pesadilla de la niña, pero cuando encendió la
luz comprobó que tenía los labios mordidos y con sangre.
Rápidamente la llevaron al Policlínico, donde el médico les dijo: "Si la
rata no está enferma, no tienen de qué preocuparse."
Aunque la familia no olvidaba el incidente, nadie pensó que el roedor
volvería. Después de la mala noche, Domitila cayó en la cama como una
piedra. Pero a medianoche, algo la despertó, y cuando de un manotazo se
sacudió la rata del rostro, entró en pánico.
Como los de la campaña antivectorial no pudieron darle veneno para
ratas, pues no tenían, René, su hijo, salió en busca de una ratonera
que, aunque antiguas, no dejan de ser funcionales. Pero descubrió que ya
no se venden.
Entonces, un viejo amigo le regaló un veneno bastante fuerte, conocido
como Mil Ochenta. Inmediatamente René embadurnó varios pedacitos de pan
viejo y los regó por la casa. Pero a pesar de que no han visto más al
indeseable huésped, Domitila afirma que algunas noches siente, entre
sueños, cómo el animal corre sobre las vigas del falso techo y se tira
sobre el escaparate.
Hoy la familia vive pendiente de la anciana y la niña, por si aparece
algún síntoma de enfermedad, porque la rata incapturable no se dejó
poner en cuarentena.
Ya Domitila no hace gestiones para que desaparezca el tanque de basura.
Sus propios hijos lo quitaron amparados en la oscuridad de la noche. Y
por si acaso, le pusieron un cartel que decía: "Prohibido mover este
tanque".
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