Wednesday, February 8, 2012

Los intelectuales y el compromiso

Cuba 2012-02-08

Los intelectuales y el compromiso
Zoé Valdés

¿Quién les dijo eso, quién les ha metido en la cabeza que si eres cubano
y eres artista no deberías manifestarte políticamente porque eso dañaría
tu obra o mermaría el impacto de tu escritura?

¿Qué habría pasado si Elie Wiesel, Hannah Arendt, Jean-Paul Sartre,
Primo Levi, Marguerite Duras, Albert Camus, y tantos otros intelectuales
y artistas no se hubieran comprometido políticamente con el porvenir de
la humanidad durante y después de la Segunda Guerra Mundial? ¿Qué nos
quedaría sin los grandes testimonios, directos o indirectos, dolorosos,
realistas, o líricos, que nos entregaron a través de sus obras? ¿Qué
hubiéramos sabido de la experiencia de personas que tuvieron que sufrir
bajo el fascismo y bajo el comunismo vivencias estremecedoras y que
luego tradujeron a través de sus escrituras esas épocas tormentosas de
sus existencias como fue el caso de Sándor Márai y de Herta Müller?
Hoy mismo, sin ir tan lejos, mientras Francia se prepara para las
próximas elecciones, muchísimos escritores que presentan libros o
cantantes de rap o de rock que presentan discos hablan y opinan de
política, se expresan sobre sus preferencias políticas, e incluso hacen
política, porque varios de ellos son diplomáticos u ocupan una función
en el gobierno, como es el caso de Stéphan Hessel. André Malraux y Jorge
Semprún fueron ministros de cultura de Francia y España. En la
actualidad, Jorge Edwards es embajador de Chile en Francia, recordaremos
que en su juventud acompañó a Pablo Neruda en su estancia diplomática en
La Habana. Neruda, quien escribió un olvidado o bien escondido texto
alabando al presidente Fulgencio Batista, y luego alabó a los barbudos,
hasta que se quedó medio callado, por desencanto sin duda. Mario Vargas
Llosa, Premio Nobel, hizo política en su país y se presentó como
candidato a la presidencia. Gabriel García Márquez ha sido el escritor
que más presidentes y dictadores de izquierdas ha frecuentado, y entre
sus amistades se pueden contar más los políticos que los intelectuales.
Su obra periodística es una obra absolutamente politizada.

La escritora Arundhati Roy, autora de una de las novelas más bellas que
he leído, El dios de las pequeñas cosas, es una intensa activista
política en su país. Salman Rushdie ha tenido que vivir bajo la tensión
de una permanente amenaza de muerte impuesta por los islamistas a raíz
de sus Versos satánicos, sus declaraciones políticas y religiosas
aparecen en casi todas las intervenciones que hace cuando presenta sus
libros.

Recuerdo haber estado con cineastas, escritores, pintores, músicos, de
todas partes del mundo, en eventos de gran escala, como ha sido
recientemente con Marjane Satrapi donde hemos hablado de las realidades
de nuestros países, aunque ella lo había hecho ampliamente a con su
película Persépolis. Y he leído poesía junto a Taslima Nasreen, la
autora de Lajja, también amenazadade muerte por la Sharia, en la Maison
de la Poésie de Paris.

Lars Von Triers es uno de los que jamás deja de soltar su vitriolo
comunista, o su simpatía por los nazis, depende de cómo tenga la
bilirrubina, como hizo en la última edición del Festival de Cannes. E
incluso, cuando últimamente declaró que no haría nunca más declaraciones
políticas, con esa expresión y con su silencio ya estaría haciendo un
gesto político: el de callarse.

Cuando se aceptan entrevistas para hablar del arte y de la política, y
de si el arte debe ser político o no, o del compromiso político, ya en
esa aceptación podemos apreciar una posición política, y no artística a
secas.

El artista chino Ai Weiwei jamás ha rechazado manifestarse
políticamente; de hecho, en sus últimas apariciones públicas o
performances artísticas ha sido la política y la protesta en contra del
régimen chino lo que ha prevalecido como discurso artístico.

Yo verdaderamente no entiendo por qué razón siempre se le hace la
pregunta a los escritores y artistas cubanos si el arte debe ir
emparejado con la política, y si ellos no encuentran que la política
daña al arte. ¿Quién les dijo eso, quién les ha metido en la cabeza que
si eres cubano y eres artistas no deberías manifestarte políticamente
porque eso dañaría tu obra o mermaría el impacto de tu escritura?

Les voy a decir de dónde salió esa estupidez tan grande, ese tremendismo
inculto, esa trascendencia tan anémica y hasta ridícula, pues eso salió
del Consejo de Estado Castrista. Es ahí donde también han inventado que
los artistas exiliados tenemos mucho odio dentro, que los artistas y
escritores que hablamos de política lo hacemos porque nuestro arte no es
válido y no tenemos nada que decir desde el punto de vista artístico, y
que mejor no hablar de política para que nuestro arte no se ensucie o se
contagie con no sé qué... Foutaises!

Que algunos artistas dentro de Cuba todavía piensen de ese modo puede
ser perdonable, aunque estemos en el siglo XXI y los ejemplos sobran de
lo contrario; pero que todavía artistas exiliados se pongan que si el
arte debe estar separado de la política me parece de una falta de
cultura extraordinaria, cuando incluso ellos mismos se han ido acercando
cada vez más a la política entre otras cosas para que su arte y su obra
sean reconocidas.

Pero ese prurito del artista cubano que no debe estar comprometido
políticamente no sólo salió del Consejo de Estado, salió también de
algunas editoriales, galerías, e instituciones europeas, y hasta
norteamericanas, e incluso de traductores y hasta de toda esa cantidad
de intermediarios de izquierdas que la cultura y sus engendros de
sistemas nos imponen y debemos padecer. Un editor puede incluso vetar un
cuento en una antología por ser demasiado político –o sea en contra del
castrismo- pero aceptar todos los demás cuentos por ser esencialmente
procastristas, ¿no es eso político? Los escritores de dentro de Cuba son
más fiables para algunas casas editoriales porque, según ellas, esos
escritores sí cuentan la verdad sobre Cuba. Esa verdad sobre Cuba es la
que ellos quieren oír, la procastrista. La otra no es la verdad para
ellos. Sin embargo, si un escritor chileno viniera a contarles lo bien
que vivió con Pinochet, no lo aceptarían, porque ése sí que no contaría
–para esas mismas editoriales- la verdad sobre Chile, aunque jamás se
hubiera exiliado.

Y así pasa con todo, con las casas disqueras, con las galerías de arte
que no aceptan pintores cubanos del exilio, sólo de la isla, aunque
pinten con cagarruta de chivo. Así es porque así hemos permitido que sea
con nuestras propias dudas e imposturas, y las fragilidades
individuales, que nos impiden creer hasta en la propia obra que hemos
hecho, porque cuando desde la primera estrofa de una canción ya estamos
escuchando conceptos políticos o politizados entonces hemos compuesto
una canción con contenido político y debemos asumirlo sin ningún tipo de
complejos. Es tan sencillo. Todo es político, porque somos seres humanos
y ciudadanos que vivimos estructurados bajo una polis. La creación es un
acto de libertad frente a esa estructura, un acto de evasión, y hasta
quizá de enajenación, lo que ocurre en el momento en que creamos, pero
una vez terminado el proceso, tanto la obra, como su autor vuelven a
separarse en dos significados no tan distintos asociados a la sociedad,
compenetrados con la política, y sobre todo, comprometidos con la
libertad, cualquiera que ésta sea: artística, social, política.

http://www.libertaddigital.com/opinion/zoe-valdes/los-intelectuales-y-el-compromiso-63170/

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