Por Alexei Nápoles González*
Desde hace varios años un virus letal gana fuerza y espacio en Cuba: las
sucias denuncias anónimas. Así, todos conocemos que no son "Lindoro", ni
el pobre Maraca, los únicos que a diario resultan atacados por esos
papelitos, redactados desde la posición más cobarde y vengativa que
pueda adoptar un ser humano.
Es cierto, todavía soy estudiante, pero no hay que ser trabajador para
percatarnos de que algo funciona mal en las instituciones estatales,
cuando estas se rigen a veces por las denuncias aparecidas en los
anónimos, siempre oscuros y con falta de transparencia aunque sean
escritos en las hojas más blancas que existan en la galaxia.
Lo digo y lo repito y no es matraca mía: en Cuba se le da crédito a los
anónimos. Sin embargo, más lamentable aún es que los mismos personajes
que alientan esos actos tienen conciencia de que no son correctos y
padecen de una deformación de sus valores morales.
Desde niños nos enseñan a que no debemos permitir las malas acciones y
que si en cierto momento descubrimos algún acto ilícito, que afecte
cualquier sector económico de la Mayor de las Antillas, es necesario
denunciarlo para evitar daños mayores.
Los anónimos, sin dudas, no clasifican como la mejor vía para ganar la
batalla contra la corrupción, a pesar de que para mucha gente constituye
el camino más fácil. Entonces, si eso sucede así, ¿de qué sirven las
reuniones, que incluyen el análisis del funcionamiento de un determinado
centro de trabajo y la evaluación del comportamiento del material humano?
Aplausos y espinas
En mi opinión, esas reuniones no solo tienen el fin de aplaudir el
sobrecumplimiento de los planes de producción. En ellas, un punto
importantísimo y muy serio debe ser el diálogo referido a las
dificultades, porque cuando todo anda bien, las espinas pinchan
superficialmente y quizás no sentimos dolor, sin embargo, con el tiempo,
las heridas alcanzan una profundidad tan grande que cuesta mucho cerrarlas.
No niego que ciertas denuncias anónimas hayan desentrañado alguna
situación en concreto, pero, y cuando no se comprueba la falsedad de una
acusación ¿quién paga los platos rotos, los dolores de cabeza y la
subida de la presión arterial?
Como la crítica, la valentía para solucionar honestamente y con claridad
construye, y hasta sana conflictos laborales. Todo lo contrario del
actuar basado en anónimos, el cual corrompe y enferma crónicamente el
alma de los que son influenciados por ellos.
¿Qué vacuna, suero o tratamiento médico hay que aplicar para destruir
los efectos de este temible virus? En parte, los familiares y los
educadores tienen la misión de que las personas, en especial los mas
jóvenes, diferencien entre lo bien y lo mal hecho. La cuestión no es
educarlos impasibles ante los errores, sino ofrecerles las herramientas
necesarias para que los enfrenten con dignidad, firmeza y sin doblez.
La Cuba de hoy, necesita de unas relaciones entre los ciudadanos,
fundadas en la transparencia, para construir el presente y el futuro
libres de la desconfianza y de la cobardía para señalar las
ilegalidades. Edificar una sociedad donde continúe reinando la justicia
lleva consigo quitarle valor a las denuncias anónimas.
*Estudiante de segundo año de periodismo en Camagüey. Tomado del blog
Supercuba.
http://cafefuerte.com/cuba/noticias-de-cuba/sociedad/1540-la-epidemia-de-anonimos-en-cuba
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