Martes, 03 de Enero de 2012 00:25
Frank Correa
Jaimanitas, La Habana (PD) Emilio Venegas vive en la calle Cuba y
Amargura, en La Habana Vieja y cuenta que en su casa siempre hubo ratones.
Nacían, crecían y morían en sus escondrijos alimentándose de los
desperdicios que robaban por la noche y amparados por la alergia que
le producen los gatos a su esposa Miriam.
Miriam fregaba los platos antes de irse a dormir y guardaba en el
refrigerador la comida, para no dejar resquicios de sustento, pero en
los últimos tiempos la población de ratones ha crecido en todo el barrio
y ya no dejan dormir a Emilio, ni a su mujer, ni a sus hijos.
El veneno que le entregaron en el departamento de Focos y Vectores
del policlínico y presentado por la especialista de epidemiología como
eficaz en un 100%, según Emilio el único efecto que ha producido en los
ratones ha sido engordarlos y volverlos descarados.
Dice que ha falta de comida se comen cualquier cosa que encuentran,
hace poco arremetieron contra la libreta de la comida y se despacharon
casi todas las hojas, en especial las cuadrículas donde se anota el
pollo, la leche y el pan, algo que contrarió mucho a mi amigo, que tuvo
que ir hasta la OFICODA a sacar una libreta nueva, y necesitó además de
un sello de 10 pesos, las firmas del bodeguero, del administrador de
la carnicería, de la panadería y del puesto de productos agrícolas, en
un documento donde atestiguaba que su libreta estaba perdida.
Emilio siente hoy por los ratones de su casa un odio tremendo. Ha
logrado matar algunos con un método que ideó con buenos resultados.
Consiste en vigilarlos en la oscuridad de la noche, agazapado en un
rincón y salta sobre ellos como un felino en cuánto aparecen y les
corta el cuello con un cuchillo, pero de un tiempo acá se cansó de
tantas malas noches por su trabajo gatuno y se resignó.
Le dijo a su mujer que la única forma de soportarlos era convivir con
ellos y comenzó a ponerles nombres a los roedores para identificarlos, a
uno lo nombró José Ramón, a otro Benedicto, Raúl, Esteban, Marino...
Ayer le pregunté el orígen de los nombres. Me contó que Esteban se
parece mucho al bodeguero, por su manera de salir del escondite, estafar
y esconderse con una rapidez increíble. Benedicto por su parecido al
sumo pontífice. Raúl por su zigzagueo para sortear los obstáculos que
encuentra en el camino. José Ramón porque no tiene pelos. Marino
porque anda siempre con Raúl.
Estábamos sentados en la sala tomando café mientras me contaba su
experiencia. Aún no era de noche y de repente pasó disparado un ratón
entre las sillas y Emilio gritó:
--¡Ahí va Marino! Seguro que después pasa Raúl... siempre manda a
alguno delante para cerciorarse que no hay peligro.
http://primaveradigital.org/primavera/sociedad/sociedad/3045-los-ratones-de-la-casa-de-emilio
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