Oscar Sánchez Madan
coco-farinasCidra, Matanzas (PD) Las críticas formuladas por la
disidencia cubana tendientes a desenmascarar a los periodistas
oficialistas agobiaron ¡y de qué manera! al señor Luis Báez Hernández,
símbolo de la propaganda distorsionadora en Cuba.
Su marcada irritación lo llevó a cometer un gravísimo error: confesar
que no es objetivo ni independiente a la hora de informar. El susodicho
demostró con sus palabras que es más fiel a los apóstoles del
totalitarismo criollo que a su propio pueblo.
Ni a los atrevidos redactores de la primera publicación periodística
conocida como "Acta diurna" que en la antigua Roma, por orden de Julio
César, colocaban diariamente un boletín en el Foro de esa ciudad se les
hubiera ocurrido cometer semejante pifia. Si lo hubiesen hecho, al
menos, tenían la ventaja de justificarse porque fueron los iniciadores
de esta hermosa aunque difícil profesión que hoy llaman periodismo.
"Yo soy, primero que todo, un revolucionario", señala el veterano Báez,
(quien hace tiempo peina canas), en una entrevista que concedió, el
pasado 26 de noviembre, al diario oficial Juventud Rebelde. Durante la
misma dice que lo más importante que le ha ocurrido en la vida es haber
tenido contacto directo con Fidel Castro. El pueblo de Cuba ¿para el que
él escribe? está en un segundo o quincuagésimo plano.
Este "mítico ángel" castrista declara que un periodista no tiene que ser
"objetivo e independiente". Para él un informador que no se somete a los
mandatos de una dictadura, como la existente en la isla, no ejerce
cabalmente una profesión que con tanto mérito cultivaron patriotas como
José Martí, Juan Gualberto Gómez y Guillermo Cabrera Infante, quienes
escribieron con objetividad, independencia y honradez.
No recuerda, al parecer, el ilustre Luis Báez, que fue el apóstol de la
independencia cubana, magistral periodista, quien calificó como
"estilista cuidadoso e independiente" al comunicador Martín Morúa
Delgado cuando éste publicó en La Habana del siglo XIX, La Nueva Era. El
Héroe Nacional depositó en él "grandes esperanzas". Así lo manifestó en
el periódico Patria el 11 de junio de 1892.
Cuando el señor Báez afirma: "... yo soy castrista de Fidel y de Raúl"
no hacen falta más palabras para describir su sumisa parcialidad a la
hora de informar. Propagar las opiniones impuestas por un gobierno
(dictatorial), eso no es periodismo, sino propaganda. Tanto esta última,
como la publicidad, son parientes pero no hermanas de la profesión que
ha intentado ejercer el señor Luis Báez.
Según manifestó la periodista norteamericana Deborah Potter (Directora
Ejecutiva, 2006, del Newslab) "... el periodismo es algo más que la
distribución de una información basada en hechos", ya que la propaganda
también se basa en éstos, aunque los presenta de manera tal que ejercen
su influencia sobre la opinión de la gente.
Por su parte, la publicidad, como aseguró la misma periodista
estadounidense, nos muestra sólo una parte de los hechos y excluye lo
que "pudiera dar una imagen negativa" del medio, institución, partido,
o gobierno que se representa. A eso se le llama falsificar la realidad y
por consiguiente es mentirle al lector.
Cuando Luis Báez señala que él es un ciudadano normal, se distancia de
la verdad porque una persona tal expresa lo que piensa, lo que percibe
de la realidad, y no lo que les imponen otros, esos que lo utilizan y
toleran mientras le sea fiel como empleado. El día que incumpla las
órdenes de su gerente recibirá una ¿merecida? patada en el trasero e
incrementará la fila de los desempleados.
Así las cosas ¿podrá alguien creer en alguna información suministrada
por éste sujeto que ignora los criterios y necesidades de la comunidad
para ganarse el favor de una caprichosa corte marxista? Por supuesto que
no. Un periodista es creíble cuando ama a su pueblo, por encima de todo
(y de todos) y defiende e informa la verdad sin parcializarse a favor de
los gobernantes, quienes muchas veces violan los derechos ciudadanos
como sucede en Cuba.
Y es que se nota la decadencia espiritual del señor Báez cuando miente
al asegurar que él mismo se censura al no publicar lo que perjudica al
régimen. No dice este bufonesco personaje (quien con su postura
dramática se gana el desprecio de muchos lectores cubanos) que en la
ínsula existe una terrible censura que no es suya: la derivada de las
implacables órdenes de los comandantes que se adueñaron del país hace
medio siglo. El aludido los aplaude porque les teme.
Coincido plenamente con este vocero del castrismo cuando afirma que para
ser periodista hay que ser revolucionario. Todo depende de lo que
llamemos revolución, concepto bastante ajeno a lo que existe hoy en Cuba.
Si los periodistas cubanos, a través de la historia nacional, se
hubiesen guiado por el disminuido pensamiento de este flamante
sietemesino, no hubieran cuestionado el despotismo colonial español del
siglo XIX, ni el proceder de algunos gobiernos corruptos y autoritarios
que precedieron a la dictadura castrista. Más bien los habrían apoyado.
Pero, gracias a Dios, el pueblo conoció a eminentes periodistas como
Guillermo Cabrera Infante quien por su patriótica labor fue encarcelado
a inicio de los años cincuenta y, en lo adelante, no pudo firmar más sus
trabajos con su propio nombre.
Aunque el señor Luis Báez, muy irritado, confesó, hace pocos días, que
no es objetivo ni independiente a la hora de informar, al menos, ha sido
el único periodista del oficialismo que desde las mismísimas entrañas
del régimen reconoce esa gran verdad. Él dice que muchos jóvenes
periodistas no piensan así (es lógico) pero que los respeta, "porque los
jóvenes de ahora no tienen las preocupaciones de nosotros". ¡Qué
interesante!
No comments:
Post a Comment