Tuesday, January 3, 2012

Inmigración y nacionalismo

Publicado el lunes, 01.02.12

Inmigración y nacionalismo
ALEJANDRO ARMENGOL

Ningún gesto propagandístico momentáneo, y el indulto decretado por el
gobierno de Raúl Castro en buena medida lo es, puede opacar que en Cuba
es imprescindible llevar a cabo una revisión de las leyes migratorias,
que se encuentran entre las principales que rigen la existencia
cotidiana en la isla.

Se puede vivir en Hialeah, y el turismo internacional ser parte de la
ilusión semanal de ganarse la lotería, un viaje a cualquier centro
turístico del estado, , pero la vida cotidiana transcurre sin que el
viajar, salir, visitar -o cualquiera de las palabras a las que se
recurre para expresar el deseo de evadir el entorno- se convierta en una
obsesión. En Cuba no. Poder viajar o no al exterior -tener un pariente
que lo haga- define la vida.

En su discurso ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, Raúl Castro
brindó una de las claves del problema, al anunciar que la reforma
migratoria se llevará a cabo a pasos lentos. Tiene razones para ello.
Cualquier cambio en los trámites migratorios se vincula con la actual
concepción ideológica del sistema cubano, que en su escala de valores
coloca en primer lugar al nacionalismo, el cual ha venido a sustituir al
marxismo leninismo como fundamento o sostén. No se trata ahora de
argumentar la falsedad de ese soporte o lo tergiversado del término
cuando lo aplica el gobierno de La Habana. Lo importante es el uso
operativo que cumple esa definición nacionalista. Es decir, en Cuba no
hay superestructura ideológica, tal como la enunciaba el marxismo
tradicional: la ideología es parte de la estructura.

Lo importante del proceso de actualización, reforma o cambio del sistema
cubano es que avanza -con mayor o menor lentitud- a través de un
derrumbe de barreras. Pero cada barrera que cae no significa, para el
gobierno cubano, una liberación. Es más bien un nuevo reto. Y los retos
son cada vez mayores

En este sentido, la eliminación de los permisos de salida y entrada, así
como la condición de emigrante permanente, colocaría de inmediato al
gobierno de la isla frente a un reto enorme: abordar el problema de la
doble ciudadanía.

La entrada y salida libre del país ocupan el primer lugar en los
reclamos. Sin embargo, eliminadas estas restricciones lo que quedaría en
pie es esta pregunta: ¿por qué quienes parten con carácter definitivo,
según las leyes del país, y se hacen ciudadanos de cualquier otro,
especialmente Estados Unidos, tienen que renovar el pasaporte cubano
para regresar, aunque sea por unos días? Pero incluso esta pregunta pasa
a un plano secundario ante una interrogante mayor: ¿por qué el gobierno
cubano no cumple sus propias leyes?

Si la actual constitución cubana, en lo cual sigue las pautas de la
Constitución de 1940, no admite la doble ciudadanía ¯y fundamenta que
una vez que un cubano adopta una ciudadanía extranjera pierde
automáticamente la cubana¯, carece de sentido jurídico que al mismo
tiempo se exija a los ciudadanos de origen cubano, que viven en el
exterior y en la actualidad son estadounidenses, que tengan que entrar a
Cuba con un pasaporte cubano.

La cuestión se ha complicado aún más con la llamada Ley de Nietos. Hasta
la fecha, 66,000 cubanos han recibido ya pasaporte español y se calcula
que podrían sobrepasar los 180,000 cuando se resuelvan todas las
solicitudes de nacionalidad en trámite, informaron a Efe fuentes
consulares españolas.

Hasta ahora la adopción del la ciudadanía norteamericana podría
considerarse traición, venderse al enemigo y cambiar al país por un
pantalón de marca. Al hacerse españoles miles de cubanos han dado un
paso más allá. No solo -de acuerdo al punto de vista del gobierno
cubano- han incurrido en todas las formas de deslealtad enunciadas
anteriormente, sino han demostrado un enorme desprecio por la situación
en que ha caído su país de origen. Las implicaciones son varias y las
lecturas también -desde echar por tierra los ideales independentistas
hasta estar más allá de conceptos en transformación en el mundo moderno,
como es el de patria-, pero están diciendo a las claras una sola cosa:
la Cuba que ellos conocen no vale una peseta.

Para un gobierno que machaca hasta el cansancio un ideal nacionalista
decimonónico -y cuyos repetidores en el exterior pulsan una y otra vez
la misma tecla- admitir la doble ciudadanía es demasiado. Pero tampoco
parecen estar dispuestos a poner en práctica la ley, y despojar de la
ciudadanía cubana a quienes no la quieren. Incluso dentro de Cuba se han
dado casos de intentos de renuncia de la ciudadanía cubana.

Esta doble trampa para el gobierno cubano es una de las razones que
impide que se lleve a cabo una reforma inmigratoria amplia y completa.

http://www.elnuevoherald.com/2012/01/02/1095402/alejandro-armengol-inmigracion.html

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