Oswaldo Álvarez Paz - DESDE EL PUENTE
19 de diciembre de 2011
Caracas, Venezuela – www.PayoLibre.com – 2011 ha sido un año malo para
Venezuela. Esto no puede continuar. Catorce años de la peor gestión de
gobierno en la historia de la república han generado una fatiga enorme.
El anhelo de cambio sólo es superado por la decisión de luchar para
alcanzarlo.
El tipo lo sabe. No estará demasiado preparado en nada, pero es astuto,
tiene olfato y no olvidemos la reciente afirmación de Héctor Abad según
la cual, la audacia es la inteligencia de los brutos. Aunque disminuido,
no se rinde. Trata de convertir la lucha contra el desenlace cantado de
la enfermedad que lo consume, en la epopeya de la cual carece.
No es Stalin, ni Mao, ni Fidel, ni el Ché, ni ninguno de los
revolucionarios contemporáneos que grabaron su épica con sangre. No,
éste fue elegido para un período de cinco años sin reelección.
Ha permanecido tanto tiempo gracias al disimulo y la mentira, al
chantaje, la corrupción y la amenaza, al dinero negro que maneja sin
controles y a una nación pacífica e ingenua, excesivamente confiada,
hasta que los males de este tiempo tocaron a las puertas de políticos
distraídos o sobornados y del ciudadano común, víctima de los mayores
índices de criminalidad, costo de la vida y desempleo del continente.
En su lucha por permanecer en el poder mientras le dé la gana y la salud
se lo permita, apela a todos los recursos del poder. Llega al extremo de
forzar decisiones del Tribunal Supremo de Justicia, inconstitucionales y
fuera de competencia, para despenalizar delitos ordinarios, vulgares
robos, invasiones de tierras, apropiaciones indebidas calificadas y
cualquier cantidad de desafueros que provocan una anarquía sin
precedentes, para decir lo menos.
Con la muerte del Derecho desaparecen la democracia y la decencia en lo
político, económico y social. Entre sus propios seguidores hay tristeza
y lástima, ante la imagen y acciones del "comandante" desesperado por
aparentar. Esto no significa que esté caído o por caer en lo inmediato.
No es fácil. Lucha con todo, sin ley y sin ética, para conservar el
poder con el apoyo incondicional, hasta ahora, de sus cómplices inmediatos.
El ambiente es de transición. Lo que se discute es si la normalidad
democrática se logrará por las buenas mediante el voto o por las malas
cuando, a pesar del voto, el tipo pretenda desconocerlo. Puede
enloquecer, incrementar los niveles de represión física e institucional
y tendrá que ser derrotado en todos los terrenos. En cualquier escenario
el papel de nuestras fuerzas armadas será fundamental. Estamos en
Latinoamérica. Nuestros militares no son marcianos. Sufren igual que los
civiles, pero en silencio. Así como nos calamos un gobierno como éste,
ellos se calan unos mandos igualitos o peores que su mismo jefe. Allí se
cambió el mérito por la lealtad perruna. Grave error. La oficialidad
quiere cumplir el sagrado juramento de "Sostener y defender, cumplir y
hacer cumplir la Constitución y Leyes de la República". Así será.
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