Leonardo Calvo Cárdenas
Boyeros, La Habana (PD) La desfachatez de las autoridades cubanas no
parece tener límites. Estos señores acaban de ser anfitriones del 5º
Encuentro Internacional Sobre la Sociedad y Sus Retos Frente a la
Corrupción, que sesionó en La Habana durante los primeros días de noviembre.
Delegados de varios países se reunieron para analizar las causas,
manifestaciones y consecuencias de la corrupción en el mundo
contemporáneo, así como los posibles mecanismos de enfrentamiento a este
flagelo que adquiere connotaciones preocupantes en un marco de acelerada
evolución tecnológica e intensa interdependencia económica y cultural.
En el cónclave los representantes del gobierno cubano aseguraron que en
la Isla la corrupción solo se manifiesta de alguna manera en el sector
empresarial. A través del reporte informativo de la televisión nacional
pudimos ver al señor Antonio Mazitelli, de la Oficina de la ONU Contra
la Droga y el Delito, y a quien podemos calificar como el ingenuo del
año, pues se refirió a Cuba como una excepción "por su historia y los
bajos niveles de delito y violencia."
Este funcionario de la ONU, para escapar del peligro de la inexactitud y
el ridículo, bien podría haber seguido la metodología utilizada por el
Dr. Pastor Elías Murillo, relator del Comité de la ONU para la
Eliminación de la Discriminación Racial (CERD), quien antes de analizar
el caso cubano pasó por la Isla en visita privada para tomar el pulso
real a la sociedad objeto de análisis.
En Cuba, nación estremecida por profundas atrofias estructurales y una
crisis al parecer irreversible, la corrupción alcanza niveles y
connotaciones preocupantes, como una enfermedad que hace metástasis en
todos los resquicios de la sociedad.
En nuestro país el asunto se agrava porque todos los espacios y
estructuras socioeconómicas están estrictamente controlados por el
poder; los funcionarios y gerentes del mencionado sector empresarial son
cuidadosamente escogidos por las autoridades, más por su supuesta
confiabilidad política que por su capacidad profesional.
En una sociedad donde el sistema imperante da muy poco margen al
desenvolvimiento y la satisfacción de las necesidades inmediatas, cada
ciudadano se ve obligado a tomar – o "desviar" – lo que pueda para
cubrir esas necesidades que parecen importarle muy poco a un Estado en
extremo ineficiente, controlador y rapaz.
Por otra parte, la nomenclatura gobernante vive como en un país del
primer mundo, en medio de una escandalosa suntuosidad, y goza de
impunidad y privilegios mientras repite su gastado discurso de
austeridad e igualitarismo.
Casi todos los "niños mimados" que el Comandante en Jefe – por pura
preferencia y sin consultar a nadie – elevó a las alturas del poder,
fueron en su momento removidos de su pedestal bajo acusación de
corrupción y sin que el máximo líder se dignara asumir la
responsabilidad por su mal tino al escoger.
Esta desidia irresponsable de un poder que no acepta cuestionamientos se
demuestra en los sonados escándalos de corrupción que se suceden con
frecuencia en altas instancias del Estado, en ocasiones sin que los
máximos culpables reciban castigos o pierdan sus privilegios.
Los cubanos de a pie sabemos en qué medida la corrupción ha contaminado
espacios sensibles de nuestro cuerpo social como la Policía, la Aduana,
las oficinas de Inmigración, los sistemas judicial y penitenciario,
todos dependientes del ministerio encargado de mantener el orden y
garantizar el respeto a la ley.
Este flagelo ha alcanzado incluso a sectores tan sensibles como el
sistema educacional, donde exámenes y resultados se comercializan sin
recato, con las graves consecuencias que en el plano ético y práctico
esto reviste para el futuro de Cuba.
La corrupción se enseñorea de Cuba, y lo que es peor, se normaliza en
las referencias éticas de las nuevas generaciones. Para los de arriba,
esta lacra es la forma de reafirmar sus privilegios, para los de abajo,
la vía de escapar a las penurias y la falta de horizontes, mientras el
alto liderazgo se muestra incapaz de hacer las transformaciones
estructurales que salven a la Cuba del futuro de los retrasos y vicios
que la amenazan.
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