Publicado el miércoles, 08.31.11
Libertad como ayer
Vicente Echerri
La imagen de cuatro mujeres que portan un pequeño cartel y vocean su protesta contra un régimen opresor desde las gradas del Capitolio de La Habana es tan patética (en su acepción más recta) y tan simbólica que no puedo quitármela de la mente. Allí están ellas solas, expuestas a la indiferencia, al escarnio y a la agresión –típicas reacciones de un pueblo envilecido– reclamando en alta voz la libertad –el mayor bien que ennoblece a una nación y que en Cuba ha faltado por más de medio siglo. Tal vez sienten miedo, uno de los instintos que ayuda a la supervivencia, pero el valor que las anima es superior; tal vez creen que hacen el ridículo, pero las voces de apoyo de alguna gente, que de pronto se ha detenido a contemplar lo insólito, las alienta; acaso el escenario les da vértigo (como me dio a mí, que me mareo a la menor altura, al subir de muchacho esas gradas para ver de cerca las estatuas que custodian la puerta del antiguo palacio del Congreso), pero se mantienen en él a sabiendas de que están haciendo un gesto trascendental, algo para la historia.
Me parece notorio no sólo el desafío planteado por estas mujeres del pueblo, que serían arrestadas un rato después, sino el marco donde ese desafío tiene lugar: el edificio que representa como ningún otro la república que el castrismo suplantó y denigró, la sede del poder legislativo, una de las instituciones capitales de la breve y débil democracia cubana.
La revolución triunfante odió ese edificio y lo que significaba desde el primer día. No en balde intentó desjerarquizarlo casi enseguida cuando, en la primavera de 1959, llenó sus jardines de tractores para la recién estrenada reforma agraria: una manera oblicua, si se quiere, de despojarlo de su tradicional majestad que había sido orgullo de los cubanos desde que se construyera a finales de los años veinte. Lo habían edificado a escala monumental y con los materiales más nobles. Pocas legislaturas en el mundo competían en elegancia con los hemiciclos de ambas cámaras, con las oficinas de los legisladores, con el magno salón de los Pasos Perdidos donde, al pie de la gigantesca estatua de la república, solían celebrar los poderes del Estado las grandes conmemoraciones. El Capitolio era el centro de la vida política de un país que parecía destinado a la felicidad y al desarrollo.
Después sobrevino la parálisis, el temor y el oscurantismo que siempre acompañan a una tiranía y el Capitolio se vio reducido a la sede de una fantasmal academia de ciencias, no ajeno al abandono y al expolio que ha caracterizado la gestión del castrismo; un elefante blanco del que ya no irradiaba la vitalidad, el poder y el glamour de otra época. Sin embargo, para cualquiera que quisiera poner un poco de atención o que se sintiera motivado por alguna curiosidad, la existencia misma del edificio era un silencioso reproche a los actuales amos de Cuba: el permanente recordatorio de que existió otro orden, más hermoso y benigno, que alguna vez amparó la pluralidad de opiniones y de partidos políticos, la ley emanada de los representantes del pueblo, una prensa pujante que a diario daba cuenta de lo que ocurría en el recinto donde palpitaba la vida nacional…
Por eso resulta extraordinariamente significativo que estas cuatro mujeres –que de seguro no habían nacido cuando el Congreso dejó de sesionar en el Capitolio– hayan ido precisamente a sus puertas a exigir la libertad que les falta a todos los cubanos. Su reclamo –que encontró eco y solidaridad entre los transeúntes– es una reivindicación y un acto de desagravio hacia la antigua república, al tiempo que un anhelo genuino de restauración.
Hace años, una amiga me contaba que, de visita en el Capitolio (que funciona también como una suerte de museo), una de las guías le dijo: "somos muchos los que esperamos que este edificio pueda servir de nuevo para lo que fue hecho". El acto que estas valientes mujeres escenificaron en sus gradas en días pasados es un respaldo simbólico de ese deseo, así como una aproximación de ese destino.
©Echerri 2011
http://www.elnuevoherald.com/2011/08/31/1015400/vicente-echerri-libertad-como.html
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