Friday, July 22, 2011

Naufragio particular

Naufragio particular
Friday, July 22, 2011 | Por Víctor Manuel Domínguez

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) – El desmantelamiento de la
flota cubana de pesca tras el derrumbe del Muro de Berlín, arrojó a
miles de marineros a tierra y los puso al pairo de la crítica situación
del país. Se acabó la navegación. Lejos quedaron los puertos de
Canarias, Terranova y Panamá. Circunvalar los escollos del desempleo y
las promesas de un flete se convirtió en la única ruta a transitar.

Juan Orestes Amador es uno de los tantos marineros varados en tierra por
la marea baja de la economía nacional. Ni un viaje de cabotaje a
Nuevitas logró en los últimos 20 años.

Graduado de la Escuela Nacional de Pesca Andrés González Lines, dio su
primer viaje en 1976; nada menos que a Rotterdam. Sentía el mundo a sus
pies. Mujeres, bebidas, ropa, y al regreso: compras en el exclusivo
Cimar Club.

Los recibimientos eran apoteósicos. Desde que su barco entraba en la
bahía, los pañuelos al aire de su esposa y algunos vecinos recorrían el
muro del malecón hasta el atraque en el Muelle de Luz.

"Era como si llegara un rey", me dice sentado en un banco de la Alameda
de Paula, desde donde contempla el mar. "No hay nada como ese olor",
aspira la brisa y entrecierra los ojos que apenas le sirven para ver,
debido a un glaucoma que no tiene vuelta atrás.

"Repartía pacotilla a tutiplén. Un blúmer por aquí, una camisa Manhattan
por allá, algún perfumito para ella, unas cuchillas Gillette para tal
cual, en fin, el gran Dador".

Pero todo acabó en 1995 para Juan. Puesto a disposición de la oficina de
empleo en Centro Habana, le dieron a escoger entre albañil en las obras
del puerto, agricultor, o incorporase a la campaña de erradicación del
mosquito Aedes Aegypti.

Consideró que donde fue capitán no sería marinero, en alusión a que
reparaba sólo cuando salía a navegar. La agricultura no tenía nada que
ver con él, y aunque la fumigación tampoco, le daba más libertad.

"Ahora soy un desastre natural" -se califica. Viejo, sin un centavo en
el bolsillo (gana 15 dólares al mes), viviendo en un cuartucho que no se
ha derrumbado de milagro, viudo, y con una peste a productos de
fumigación que ponen a rabiar. El raído uniforme gris es como una vela
que surca su océano de frustraciones.

Sostiene una revista Mar y Pesca en una mano, donde aparece una foto
que le impide olvidar quién fue, y aprieta entre sus piernas la moto
mochila para llenar de humo las viviendas de dos barrios de La Habana en
quiebra habitacional: San Isidro y San Leopoldo.

Las luces de Madrid y algunos amores perdidos en esos puertos que no
volverá a recorrer, le brotan del recuerdo como una isla perdida en
medio de su naufragio particular.

"Quien me vio y quien me ve, apenas me llama Juan" –dice, su voz se
quiebra y se da un trago largo de ton, como si fuera su última travesía.

vicmadomingues55@gmail.com

http://www.cubanet.org/articulos/naufragio-particular/

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