¿Sociedad civil en Cuba?
El invocar la sociedad civil en Cuba se ha convertido en criterio de
moda o alcancía en la mano
Alejandro Armengol, Miami | 09/02/2016 9:35 am
Disidentes, activistas y legisladores cubanoamericanos repiten a diario
una contradicción que la prensa digiere y amplifica sin criticar: hablan
de fortalecer o fomentar la sociedad civil en Cuba y al mismo tiempo se
refieren a la naturaleza totalitaria del régimen, mientras califican de
"cosméticos" los cambios realizados.
Si en la Isla hay un régimen totalitario —y por una parte poco apunta a
considerar que esta no es la condición nacional—, quedan pocas
esperanzas para la elaboración de dicha sociedad civil, que sería más
bien parte de la tarea de reconstrucción del país tras una transición.
Así lo indica la historia: no existía sociedad civil en la Unión
Soviética (URSS) o en la Alemania nazi.
Cuando se mira desde otro ángulo, y se reconoce cierto ligero cambio en
la Isla de un régimen totalitario a otro autoritario, donde determinadas
parcelas de autonomía —otorgadas por el Gobierno o adquiridas
circunstancialmente— permiten un desarrollo propio, se hace necesaria
entonces una mayor precisión, para evitar caer en una repetición hueca.
Bajo el mantra de sociedad civil se cobijan los intereses y aspiraciones
más diversos. Así el invocar la sociedad civil en Cuba se ha convertido
en criterio de moda o alcancía en la mano. Sin embargo, más allá de una
discusión sobre el concepto, vale la pena analizar cuánto avanza una
táctica que busca establecer ese tipo de sociedad en las condiciones
actuales cubanas, y aventurar su futuro.
El problema fundamental es que el totalitarismo implica por naturaleza
la absorción completa de la sociedad civil por el Estado. Ha ocurrido en
Cuba, donde unas llamadas "organizaciones de masas", y los satélites que
se desprenden de ellas, por décadas se definieron con orgullo militante
como simples correas trasmisoras de las "orientaciones" del partido.
Ello no ha impedido la impudicia de que en la actualidad reclamen un
papel civilista e incluso aspiran a ser consideradas —y financiadas
desde el exterior— como organizaciones no gubernamentales (ONG). Si bien
ahora buscan venderse con sones para turistas, no dejan de ser las
mismas marionetas que cuando se crearon a imagen y semejanza de las
existentes en la URSS.
Si burdo es el régimen cubano al intentar subirse ahora al tren de la
sociedad civil, tampoco la originalidad caracteriza al Gobierno
estadounidense y a quienes apoya financieramente bajo el manto de la
disidencia.
Ante todo porque el proyecto no es nuevo. El empeño se origina en la
Europa del Este —donde existía un régimen represivo al igual que en la
URSS, aunque no con igual absolutismo—, cuando los disidentes de esos
países comenzaron a hablar de las posibilidades de un restablecimiento
democrático mediante el resurgimiento de la sociedad civil.
En la práctica dicha sociedad nunca fue establecida, en buena medida no
ejerció una incidencia fundamental en la desaparición del "socialismo
real" y los movimientos opositores tuvieron una existencia efímera,
algunos un paso fulgurante por el Gobierno y una vida por delante para
vivir de la nostalgia. También para fundamentar falsas esperanzas.
Largo es el rosario que tiene el caso cubano, por intentar trasladar
modelos foráneos. En el camino de la transición se parte de la falacia
de que existen constantes en las políticas de cambio y se descuida el
análisis de las circunstancias específicas.
Por encima de otras consideraciones, destaca el hecho de algunos de los
que reclaman el "empoderamiento de la sociedad civil" se niegan al mismo
tiempo a facilitar mayores recursos para el avance de lo que pueden ser
sus factores esenciales o al menos contribuyentes: la promoción de
negocios particulares, el refuerzo a la labor de emprendedores y otros
aspectos de ayuda a una reforma económica.
Tenemos entonces dos visiones disímiles —y en ocasiones contradictorias—
sobre una posible sociedad civil cubana. Una enfatiza el plano político
y destaca la existencia de grupos de denuncia de abusos, que en buena
medida justifican su existencia mediante la retórica de la victimización
y dependen del financiamiento de Washington y Miami para su existencia.
La otra apunta al plano económico y ve el surgimiento de una esfera
laboral independiente del Gobierno como la vía necesaria para el
fundamento de una sociedad más abierta.
En ambos casos, las limitaciones sobresalen por encima de los logros
actuales.
Mientras la promoción de la sociedad civil cubana por la disidencia no
trascienda el discurso de Miami y destaque las necesidades de la
población, no solo sus alcances sino sus propios objetivos serán en
extremo limitados.
Por otra parte, el surgimiento de un limitado sector de trabajadores
privados, en una sociedad con un grado extremo de control estatal como
la cubana, no garantiza un futuro de autonomía del Gobierno, ya que
persiste la dependencia, tanto para mantener el nuevo estatus laboral
adquirido como para simplemente poder caminar por las calles.
Persiste entonces la limitante fundamental que la creación de una
verdadera sociedad civil buscaría eliminar: el mantenimiento de una
doble moral, donde la hipocresía pública constituye uno de los
principales recursos del régimen para sobrevivir.
Source: ¿Sociedad civil en Cuba? - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro
-
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/sociedad-civil-en-cuba-324784
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