El Papa Francisco y el dictador de Cuba
12/05/2015@19:11:18 GMT+1
Alejandro San Francisco
Historiador
Este domingo 10 de mayo el Papa Francisco recibió en el Vaticano al
dictador cubano Raúl Castro. Dos razones estarían detrás de este
encuentro privado, del cual apenas han trascendido algunas cosas. La
primera, es que Castro quería agradecer al Sumo Pontífice por su
colaboración para resolver los problemas entre la isla y los Estados
Unidos, que se arrastran por décadas. La segunda se refiere a la visita
que hará el Papa a Cuba, programada para septiembre próximo, previo al
viaje que continuará en los Estados Unidos, incluyendo Washington, Nueva
York y Filadelfia.
Raúl Castro señaló, tras su reunión con el Primer Ministro italiano
Matteo Renzi, lo siguiente: "Yo me leo todos los discursos del Papa. Si
continúa hablando así, les aseguro que volveré a rezar y regresaré a la
Iglesia. Y no lo digo en broma". Las palabras se inscriben dentro de los
códigos de la diplomacia y tienen, sin duda, un objetivo político. Sin
embargo, también podrían servir para uno de los objetivos planteados por
el Sumo Pontífice: que los fieles cubanos puedan asistir con entera
libertad a los actos religiosos que presida el Papa. No queda clara cuál
será la postura del régimen cubano, pero está en juego uno de los
anhelos más caros de la Iglesia en estos tiempos, como es la libertad
religiosa.
El Papa se ha referido en Evangelii Gaudium (24 de noviembre de 2013),
un interesante documento religioso y con aspectos claves sobre el
desarrollo de la sociedad en el mundo del siglo XXI, a "la importancia
del diálogo social en un contexto de libertad religiosa", recordando la
vigencia de un "sano pluralismo" y el derecho a elegir "la religión que
se estima verdadera y de manifestar públicamente la propia creencia" (n.
255).
Nada de eso se da en el contexto de la dictadura cubana. En los primeros
años tras el triunfo de la Revolución en 1959, la Iglesia Católica fue
perseguida y proscrita, lo que llevó a las protestas del Papa Juan
XXIII. No sólo fue el final de la libertad de culto, sino también de la
educación católica y de las expresiones públicas de la fe o de las
celebraciones insertas en el calendario tradicional. Eso no fue evidente
desde el principio, cuando no estaba claro el curso que tomaría el
proceso revolucionario, pero a medida que se consolidaba el giro
socialista de la Revolución, la Iglesia se pronunció en relación a
algunos temas, marcando algunas distancias. Desde luego, el Episcopado
cubano condenó al comunismo, por ser una doctrina materialista y atea,
recordando que los regímenes comunistas estaban entre los peores
enemigos que había tenido la Iglesia en el mundo contemporáneo.
Lo que había ocurrido era la instauración de un nuevo modelo de Estado,
muy ajeno a la concepción de la Doctrina Social de la Iglesia al
respecto. El propio Papa Francisco se ha detenido en este tema en su
Evangelii Gaudium (24 de noviembre de 2013): "Al Estado compete el
cuidado y la promoción del bien común de la sociedad. Sobre la base de
los principios de subsidiariedad y solidaridad, y con un gran esfuerzo
de diálogo político y creación de consensos, desempeña un papel
fundamental, que no puede ser delegado, en la búsqueda del desarrollo
integral de todos. Este papel, en las circunstancias actuales, exige una
profunda humildad social" (n. 240). El Estado totalitario, el de Cuba
por ejemplo, no tiene nada que ver con esta forma de ver las cosas.
No se trata simplemente de gestos, sino de una profunda transformación
del régimen dictatorial en uno de libertades. Cuando Benedicto XVI
visitó Cuba , por primera vez en medio siglo, el Viernes Santo se
decretó como día feriado y se permitió participar en los oficios
correspondientes. Paradójicamente, la Misa final del Santo Padre ese 28
de marzo de 2012 fue en la Plaza de la Revolución, ocasión en la que
reclamó "la esencial libertad religiosa", además de pedir que Cuba sea
"la casa de todos y para todos los cubanos, donde convivan la justicia y
la libertad".
Ya lo dijo Juan Pablo II en 1998, en su visita a Cuba, entonces
regentada por Fidel Castro: "Que Cuba se abra al mundo y el mundo se
abra a Cuba", fueron las palabras del Papa polaco, en un proceso que ha
sido más largo de lo esperado, aunque ya se comienzan a ver algunas
luces en el camino.
Corresponde hacer una consideración de fondo, que en alguna medida se
trasunta en los sucesivos mensajes papales. El reclamo que se hace para
procurar la libertad de culto no puede ser simplemente la defensa de un
interés particular o de un privilegio que parezca más una concesión del
poder dictatorial que una vigencia efectiva del Estado de derecho
democrático, con normas iguales para todos y libertades públicas
efectivas. ¿Libertad para los católicos? Por supuesto, pero no
exclusivamente para ellos, sino para todos los cubanos.
En definitiva, se trata de una convivencia efectiva de justicia y
libertad, así como de una apertura de Cuba al mundo. La tarea no parece
fácil ni está claro el camino que seguirá la dictadura de los Castro en
los próximos años. Quizá existan algunos gestos de apertura, que tienen
que ver más bien con ciertos recursos diplomáticos o comunicacionales
que con convicciones profundas o con una transición democrática
verdadera. Probablemente un cambio real se producirá solamente cuando
ambos dictadores hayan muerto y se abran realmente nuevas posibilidades
de obrar con libertad.
En cualquiera de los casos, es evidente que los Papas Juan Pablo II,
Benedicto XVI y Francisco, han desempeñado un papel importante y,
probablemente, esto seguirá siendo así hacia futuro. Las grietas de un
régimen impenetrable comienzan a mostrarse con más claridad, así como
aparecen espacios -todavía tímidos- de libertad. Todo ello anuncia que
la Revolución que tanto entusiasmara en la década de 1960, ahora se
encuentra en una etapa de decadencia, en la cual se escuchan los
estertores de la dictadura, mientras se abren luces de esperanza hacia
el futuro.
Source: El Papa Francisco y el dictador de Cuba | El Imparcial -
http://www.elimparcial.es/noticia/151177/opinion/El-Papa-Francisco-y-el-dictador-de-Cuba.html
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