El país que se ha ido
FRANCISCO ALMAGRO DOMÍNGUEZ | Miami | 15 de Julio de 2017 - 13:27 CEST.
Un amigo que vino por el Mariel me ha preguntado cómo fue la Habana del
éxodo de agosto del 94. El recuerda Mariel, 14 años antes, con actos de
repudio, huevos podridos, malas palabras y patadas y piñazos como
despedida; después fue la odisea de la travesía, en un pequeño bote de
pesca atiborrado de personas, desconocidos y de muy mala pinta.
Pero en otras épocas pudo ser peor. Quienes se iban de Cuba recibían
todo tipo de humillaciones; separaciones familiares arbitrarias,
profesionales enviados a la agricultura por meses para ganarse el
"derecho" a emigrar, largas condenas carcelarias para "clasificar" como
emigrante político. Mientras la espera se dilataba, quienes se marchaban
eran una suerte de apestados en la misma cuadra donde habían sido los
mejores vecinos y amigos. Antes de salir al exilio, tenían que dejarlo
todo, prendas personales, recuerdos de familia, animales afectivos.
Emigrar, en palabras del poeta Jorge Valls, era como un naufragio.
Para sorpresa del amigo le cuento que La Habana del verano del 94
despidió a los balseros como héroes. Las rusticas embarcaciones bajaban
de Marianao, de Jesús María y Coco Solo en hombros. En las mismas costas
donde solíamos bañarnos, la Playita 16, 70, el Copa y el Malecón, los
familiares y los amigos deseaban buen viaje desde la orilla. Soy testigo
presencial, sentado en los arrecifes de Miramar, de aquella estampida
sin interrupciones, algunas lágrimas y vítores. La policía no intervino;
pudiera decirse que incluso ayudó en cierto atasco.
Después los sobrevivientes recalarían en Guantánamo. Un colega que salió
por Puerto Escondido navegó en círculos y fue a parar a una base cubana
de guardafronteras. Se arrepintió, y al día siguiente se apareció en el
hospital en que trabajada como si nada. La directora en persona le dijo
que ahora sí tenía que irse de Cuba. En la Base Naval fue un médico
—ayudante— destacado, y los marines lo sacaron pronto de allí.
Las cosas cambiaron después de ese último episodio migratorio. Alguien
tuvo la infeliz idea de que un enemigo ido es doblemente útil: una boca
menos para comer y hablar; una remesa más sin impuestos ni riesgos. A
partir de aquel verano del llamado Periodo Especial, en una Habana sin
luz y sin agua, sin gatos ni perros callejeros por obvia razón gástrica,
de bicicletas, polineuropatía carencial y dengue, los que se iban ya no
eran escorias, gusanos, mercenarios, apátridas. En virtud de un
ilusionismo semántico, ahora eran emigrantes… económicos.
Así ha sucedido con la última oleada, esta vez de balseros terrestres.
El Gobierno facilitó los atajos para un éxodo masivo, incluyendo la
venta de inmuebles y automóviles, casi los únicos recursos para
financiar el trayecto por varios países. La incoherencia de la política
norteamericana de Pies secos/pies mojados y a la misma vez la llamada
Ley de Ajuste, terminó por deformar completamente el sentido de la "ida"
de Cuba, por naturaleza y circunstancias políticas, no económicas, pues
son la ideología comunista y el fracaso evidente del socialismo quienes
ahogan la productividad y la felicidad de todo el país.
Le pregunto al amigo venido por el Mariel cuántos vecinos y familiares
tiene en Miami y por el mundo. Me dice que muchos. A través de las redes
sociales, no pasa semana sin saber de vecinos, amigos, compañeros de
trabajo abandonando la Isla. "Cuba es un país que se ha ido", dice el
amigo. Y agrega: "¿te imaginas cuánta inteligencia y creatividad hemos
dado a otros pueblos para terminar siendo una Isla miserable?"
Entonces le recuerdo aquel chiste del yate Granma atrancando en Miami
Beach. Los bañistas, sorprendidos, se acercan y ven a Raúl Castro
descender del bote —antes era Fidel. El general-presidente se para en la
arena, y los curiosos hacen un círculo alrededor. Alguien le pregunta
qué hace aquí, en Miami. Y Raúl, con naturalidad, contesta: "Nada
señores, he venido a hablarle al pueblo de Cuba."
Source: El país que se ha ido | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1500118066_32487.html
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