Thursday, December 17, 2015

17D - Primer aniversario de un matrimonio estéril

17D: Primer aniversario de un matrimonio estéril
La agonizante pandilla marxista-antimperialista se recicla, de comunista
a burguesa, gracias al capital imperial
jueves, diciembre 17, 2015 | Miriam Celaya

LA HABANA, Cuba.- Transcurrido el primer año del restablecimiento de
relaciones entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba, siguen sin
cumplirse las expectativas que despertara el histórico suceso entre los
cubanos de la Isla. Con muchas penas y ninguna gloria, los isleños han
continuado arrastrando una existencia precaria y huérfana de esperanzas
que –lejos de tender a una mejoría– ha visto agravarse la crisis
económica permanente, aumentar del costo de la vida y consolidarse el
desabastecimiento crónico.

A la vez, crece el deterioro general de los sistemas de salud y
educación –último reducto de la retórica oficial–, y se ha generado un
nuevo e indetenible proceso de emigración que ha devenido estampida,
ante el temor a que las negociaciones entre ambos gobiernos conduzcan
eventualmente a la desaparición de la Ley de Ajuste Cubano.

Sentadas ya las bases diplomáticas, reabiertas las respectivas embajadas
en Washington y La Habana, y establecidas las agendas de un proceso de
negociaciones que continúa discurriendo en secreto, la política de las
autoridades cubanas se ha dirigido a obstaculizar hasta su nulidad el
efecto que debieron tener las medidas dictadas por el presidente
estadounidense a favor de una apertura hacia Cuba en beneficio de
iniciativas privadas no estatales. El aumento de visitantes de esa
nación vecina y la amplia flexibilización que deja sin efectos muchas de
las limitaciones que impone el Embargo no han tenido un beneficio
significativo para la población, aunque sí han contribuido al ingreso de
divisas para el gobierno cubano y para las empresas extranjeras
establecidas en la Isla, en especial para las relacionadas con el sector
turístico.

Pese a esto, tales ingresos resultan insuficientes incluso para la
camarilla gobernante, agobiada por la enorme deuda externa, la falta de
acceso a los créditos del Fondo Monetario Internacional, la angustiosa
dependencia de apoyos externos –cuestión que, paradójicamente, utiliza
como elemento de descrédito y deslegitimación en el caso de la
disidencia interna–, la falta de respuesta del empresariado extranjero a
la "atractiva" Ley de Inversiones, y la necesidad imperiosa de ganar
tiempo para asegurarse la perpetuidad en el poder.

Finalmente, a la sombra del Tío Sam, se ha cerrado el ciclo de la
revolución, con un final no por esperado menos dramático. He aquí que la
pandilla "marxista-antimperialista" está operando el milagro de
reciclarse desde la agonía, metamorfoseándose de comunista a burguesa
precisamente gracias al capital imperial.

A juzgar por las evidencias, y a falta de informaciones autorizadas y
contrastables, la casi vertiginosa avalancha de propuestas unilaterales
de la Casa Blanca sucedidas en el transcurso del año no ha recibido una
respuesta proporcional desde el Palacio de la Revolución. El
General-Presidente cubano no solo ha resultado incapaz de corresponder
en intensidad y magnitud a los pasos positivos de Washington hacia un
acercamiento que redunde directamente en beneficio de la sociedad cubana
y no en provecho único de la cúpula gobernante, sino que ha imprimido a
la pretendida "normalización" el mismo ritmo ("sin prisa") que a los
extemporáneos y nunca cumplidos Lineamientos del pasado Congreso del PCC.

Desde el 17D, aunque no como resultado de ese acontecimiento, la crisis
cubana no ha hecho más que agudizarse. Con la economía en picada, una
gran parte de la fuerza laboral en fuga o con aspiraciones a escapar, la
población envejeciendo, la tasa de natalidad deprimida, la corrupción
rampante, la inflación en aumento y otro incontable número de males por
solucionar, cualquier otro gobierno hubiese asumido este momento de
distensión y acercamiento como una oportunidad de abrir un camino de
prosperidad y bienestar para su pueblo. No así la dictadura de los Castro.

En respuesta, los cubanos comunes son hoy más descreídos políticamente,
más indiferentes y más pro-norteamericanos que nunca antes.

Opositores y disidentes: un sector en crecimiento

Contrario al criterio más extendido, y pese a estar dividida y
fragmentada en múltiples proyectos, la sociedad civil independiente, y
en particular los grupos opositores y disidentes, ha estado ganando en
organización y crecimiento. Una muestra incuestionable de esto es el
incremento de la represión contra ellos.

La progresiva intensidad de la fuerza represora no indica –como sugieren
algunos, con una lógica simplista– un "fortalecimiento de la dictadura"
a partir del inicio del proceso de conversaciones con el gobierno
estadounidense, sino, por el contrario, una muestra de debilidad que
acusa a la vez el temor al impacto de la influencia norteamericana en la
sociedad cubana y la imposibilidad de contener el crecimiento de las
fuerzas cívicas, lo que los conduce a aplicar la violencia para evitar
en lo posible, o al menos ralentizar, su propagación y contagio social.
Una estrategia contraproducente que ha logrado justamente el efecto
contrario: han aumentado el sector disidente y el descontento popular.

Después del parteaguas generado por las diferentes posiciones asumidas
ante el proceso iniciado el 17 D, ha sobrevenido un período de intenso
activismo opositor en el cual todas las tendencias han ganado en
visibilidad y espacios. Se han comenzado a gestar alianzas entre
organizaciones de las más variadas tendencias, a partir de un consenso
común: la urgencia de consolidar la lucha cívica para conquistar la
democracia en Cuba. A este tenor, el consenso general es que todas las
formas de lucha pacífica son válidas en tanto ejercen presión sobre las
grietas del sistema y coadyuvan a su debilitamiento.

En justicia, hay que reconocer que el empeño de todos los grupos
opositores –sea cual fuera su orientación y sus propuestas– no solo se
enfrenta al desafío de la acción represiva y violenta del régimen en el
poder, sino a la casi total indiferencia de la comunidad internacional y
–lo que es peor– a la insuficiente solidaridad y reconocimiento por
parte de numerosos gobiernos democráticos del mundo.

Al parecer, los líderes políticos y empresariales occidentales esperan
de la oposición cubana la ciclópea tarea de crear una fuerte coalición o
convertirse en una alternativa política al poder omnímodo de los Castro,
casi sin ayuda alguna, antes de reconocerle el legítimo derecho de
representación, no obstante la colosal diferencia de recursos y
oportunidades entre los contrincantes. Ante los intereses del capital,
los sueños democráticos de los cubanos no significan nada.

2016, un año decisivo

Así, este 17D se celebran las bodas de papel del matrimonio por
conveniencia entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba, pero hasta
ahora la unión ha sido estéril. Al menos para los cubanos, que nunca
fuimos invitados a la fiesta. El estilo conspirador de la casta verde
olivo se impuso en el convite. Sin embargo, sería injusto atribuir los
actuales males de Cuba a un supuesto error político de la Casa Blanca.
En todo caso, con este acercamiento al régimen Barack Obama está
haciendo lo que se espera de un gobernante: velar por los intereses de
su país y de sus gobernados. Bien por Obama, mal por Castro.

En realidad, la crisis general cubana existía mucho antes que el
Presidente estadounidense asumiera el gobierno, de manera que las
frustraciones que hoy sufren los más ilusos responden más bien a un
exceso de injustificadas expectativas y a una sobrevaloración de la
importancia de Cuba, apenas una insignificante isla con delirios de
grandeza, regida por un sistema anacrónico e ineficiente, y perdida en
el enorme mapa geopolítico regional.

Ha sido un año intenso, pero mirándolo en retrospectiva, la oposición y
los cubanos comunes al menos deberán haber asimilado una valiosa
experiencia: nadie vendrá a salvarnos del naufragio.

Hace justamente un año ocurrió lo impensable cuando los más enconados
enemigos de este Hemisferio decidieron sentarse a la mesa de
negociaciones para zanjar sus diferencias. Algo importante nos enseña
esta increíble saga: el año 2016 podría ser decisivo si los que
aspiramos a hacer de Cuba un estado de derecho nos revelamos capaces de
hacer lo que ahora parece imposible: una coalición cívica frente a una
dictadura que se asume eterna. No parece que nos queden otras opciones.

Source: 17D: Primer aniversario de un matrimonio estéril | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/17d-primer-aniversario-de-un-matrimonio-esteril/

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