Sus hijos no murieron, el mar les salvó la vida
“¿Tú sabes cuantas madres cubanas odian el mar? ¿Cuántas lágrimas le han
derramado por haberse tragado a sus hijos?”
miércoles, diciembre 17, 2014 | Frank Correa
LA HABANA, Cuba. -Marina tiene 70 años y camina todas las mañanas por la
playa dándole gracias al mar por haber salvado a sus hijos.
Realiza este ritual desde diciembre de 2004, cuando sus jimaguas Ernesto
y Camilo se embarcaron en una terrible aventura, sobre un destartalado
bote de poliespuma que utilizaban para pescar y cruzaron el estrecho de
Florida “hacia la libertad”. Le pregunto el porqué de tanto
agradecimiento y me contesta:
“¿Tú sabes cuantas madres cubanas odian el mar? ¿Cuántas lágrimas le han
derramado por haberse tragado a sus hijos?”
Dice Marina que escogió los nombres Ernesto y Camilo por “aquellos dos
barbudos que bajaron de la sierra”, pero cuando alcanzaron la mayoría de
edad, los muchachos chocaron contra un muro de caminos sin salidas y
carestías, para colmo el sueño de integrar la tripulación de un barco se
fue a bolina, al cerrar la cooperativa de pesca. Como vivían junto al
mar no les quedó otra alternativa que continuar con la tradición
familiar: vivir de la pesca, del buceo, y la extracción de calandracas
del fondo marino, para venderla como carnada.
Dice Marina que los jimaguas se lamentaban constantemente por estar
frustrados y no hallarle sentido a sus vidas y ella sufría al verlos
como un par de locos por la casa, hasta que una noche de diciembre les
confesaron que se iban.
“Fue un duro golpe para mí, pero preferí el riesgo que cruzaran el mar
antes de verlos podrirse en una cárcel, ya los dos andaban en malos
pasos. Lloré mucho esa noche, amo a mis hijos más que a nada y no lo
pensé dos veces. Cuando me revelaron el plan de tirarse al mar les dije:
¡sí! Los ayudé a empujar el corcho a la orilla. Les llené otro porrón de
agua. Les di mi colcha y mi enguatada. Luego me escribieron desde Miami
que los cogió una tormenta y los apartó mucho del rumbo y varias veces
por poco los vuelca, pero sobrepasaron la prueba. Los rescató un
mercante portugués, que los llevó directamente a un puerto. Sueño con
volverlos a ver, pararnos aquí, en la orilla, y recordar aquellos sucesos.”
Con 70 años Marina se mantiene fuerte y feliz, con su diario
agradecimiento al mar. Mantiene una vieja tradición de familia: examinar
la orilla con las primeras luces, escudriñar centímetro a centímetro la
arena y revisar los sargazos depositados por las olas. Me confiesa que
mucha gente desconoce las innumerables bondades que puede ofrecer el
mar, sobre todo, haber permitido que sus hijos llegaran salvos a la otra
orilla. Aunque siempre termina su caminata triste, “pensando en todos
los hijos que se ha tragado en tantos años y en esas madres con los
corazones desechos por no poder jamás recuperarlos”.
Source: Sus hijos no murieron, el mar les salvó la vida | Cubanet -
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