Alan Gross, el anzuelo que terminó siendo tragado
YOANI SÁNCHEZ, La Habana | Diciembre 17, 2014
Con ese pesimismo que se ha vuelto ya crónico en nuestra sociedad,
muchos cubanos pensábamos que Alan Gross sólo lograría salir de Cuba
"con los pies por delante", en una imagen alusiva a un desenlace fatal.
La terquedad que ha mostrado el Gobierno cubano en sus relaciones con
Estados Unidos, no presagiaba una solución a corto plazo para el
contratista. Sin embargo, este miércoles ha sido canjeado por tres
espías cubanos presos en Estados Unidos, con lo que se cierra un largo y
complicado capítulo político para ambas partes.
Gross sólo era de utilidad vivo y su salud se deterioraba muy
rápidamente. Y eso lo sabía muy bien Raúl Castro. De ahí que en los
últimos meses le aumentara los decibeles a la propuesta de
intercambiarlo por el agente Antonio Guerrero y los oficiales Ramón
Labañino y Gerardo Hernández que cumplían largas condenas en cárceles
del vecino del Norte. En la medida que el contratista de 65 años
enflaquecía y perdía la vista, las campañas oficiales insistían más en
el canje. Cuando Gross amenazó con quitarse la vida, las alarmas se
dispararon en el Gobierno de la Isla y el cronograma de la negociación
se aceleró.
Barack Obama, por su parte, tenía claro que cualquier cambio en la
política hacia La Habana se encontraría ante el obstáculo insalvable de
un estadounidense preso por "amenazas a la seguridad del Estado". Ya el
propio The New York Times había sugerido el intercambio en uno de sus
editoriales sobre Cuba, y la publicación del texto en tan prestigioso
diario fue leída como un adelanto de lo que ocurriría. Como en todo
juego político, sólo veíamos una parte, mientras en los entresijos del
poder se ataban los hilos del acuerdo que hoy acaba de hacerse público.
Para quienes conocemos los mecanismos de presión que utiliza la Plaza de
la Revolución hacia sus contrincantes, la propia captura de Gross queda
como una jugada dirigida a recuperar a los agentes del Ministerio del
Interior. El contratista no fue arrestado tanto por lo que hacía, sino
por lo que se podría lograr con él. Era un simple anzuelo y estaba
consciente de ello desde el principio. Su delito no radicaba en haberle
traído un equipo de conexión satelital a Internet a la comunidad judía
cubana, sino en llevar en su bolsillo un pasaporte que lo convertía de
inmediato en una pieza de cambio en el tablero de las tensas relaciones
bilaterales entre Washington y La Habana.
Si se revisan los cinco años de cautiverio padecidos por Gross, se verá
un estudiado guión informativo con que el Gobierno cubano ayudó a
presionar a la administración Obama. Cada imagen que salió a la luz
pública, cada visitante al que se le permitió verlo, fueron autorizados
con la única condición de que reforzaran la tesis del canje. De esa
manera el castrismo ha terminado por salirse con la suya. Ha logrado
intercambiar a un hombre pacífico, enrolado en la humanitaria aventura
de proveer conectividad e información a un grupo de cubanos, por agentes
de inteligencia que causaron daño significativo y dolor con su accionar.
En el juego de la política los totalitarismos logran imponerse a las
democracias, porque controlan la opinión pública al interior de sus
países, determinan los resultados legales a su antojo y pueden
mantenerse tres lustros gastando los recursos de toda una nación en aras
de liberar a sus topos enviados al terreno del adversario. Las
democracias, sin embargo, terminan por ceder porque tienen que darle
respuestas a los suyos, vivir con una prensa incisiva que le reprocha a
los gobernantes el tomar o no tomar ciertas decisiones y porque están
obligadas a hacer todo lo posible por llevar sus muertos y sus vivos de
vuelta a casa.
El castrismo ha ganado, aunque el resultado positivo es que Alan Gross
ha salido con vida de una prisión que amenazaba con convertirse en su
tumba. Ahora, nos esperan largas semanas de vítores y consignas, en las
que el Gobierno cubano se proclamará vencedor de su última batalla. Pero
no hay espacio en el panteón nacional para tanto héroe que respira y,
poco a poco, los recién llegados agentes irán perdiendo importancia y
visibilidad. Empezará a desteñirse el mito que les labraron en la distancia.
Eliminado el principal obstáculo para el restablecimiento de relaciones,
sólo falta saber cuál será el próximo paso. ¿Planea el Gobierno cubano
otra jugada para volver a estar en posición de fuerza con el Gobierno de
Estados Unidos? O por esta vez todas las cartas han quedado sobre la
mesa, ante los cansados ojos de una población que presiente que el
castrismo volverá a ganar también la próxima jugada.
Source: Alan Gross, el anzuelo que terminó siendo tragado -
http://www.14ymedio.com/internacional/Alan-Gross-anzuelo-tragado_0_1690030988.html
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