La buena educación
CARLOS ALBERTO MONTANER | Madrid | 6 Jul 2013 - 10:51 am.
A propósito de un artículo suyo sobre universidad y gasto estatal, y a
partir de las reacciones de sus lectores, el autor vuelve sobre el tema.
Ahora sobre la educación primaria.
Menudo lío. Escribí que me parecía cínico que los estudiantes chilenos,
gentes mayores de edad y presumiblemente responsables, se empeñaran en
que otras personas les pagaran los estudios universitarios y, encima,
pidieran la clausura de las universidades creadas con fines de lucro, y
mucha gente no estuvo de acuerdo.
Al margen de los insultos y las descalificaciones personales, que nada
añaden al debate, el mejor argumento de quienes rechazan mi criterio
tiene que ver con el bien público. Al conjunto de la sociedad, dicen, le
conviene tener buenos profesionales. Así todos progresamos. Es una
inversión, opinan, no un gasto.
De acuerdo. Creo que la educación a veces es una inversión y no un
gasto. En todo caso, no estoy seguro, exactamente, cuál es la ventaja
social de graduar teólogos o filósofos, dos ocupaciones muy respetables,
mas escasamente productivas, pero hay varios asuntos que deben abordarse.
El primero es de carácter moral. El Estado, insisto, no debe otorgarles
privilegios a los adultos responsables. Las ventajas en calidad de
empleo y nivel de salario de los graduados universitarios son muy
notables. La gratuidad de la enseñanza universitaria consiste en
meterles la mano en el bolsillo a todos para favorecer a unos cuantos de
manera permanente.
El Estado, en cambio, puede avalar los préstamos de los universitarios y
estimularlos para que estudien. También puede otorgar becas a los
mejores. La meritocracia es un factor clave en los sistemas en los que
no se busca la igualdad de resultados, sino de punto de partida.
Los padres, naturalmente, también deben responsabilizarse. Si los que
los trajeron al mundo, y las personas que los conocen de cerca, no creen
en ellos, ¿por qué el resto de los ciudadanos debe pechar con el riesgo
de prestarle a quien acaso no va a cumplir sus compromisos?
Los universitarios que pagan sus estudios tienden a esforzarse con mayor
interés y a exigirles más a sus profesores. Tienen más incentivos para
trabajar y crear riquezas cuando terminan. Los fondos que devuelven
sirven para educar a quienes vienen detrás. Es más justo.
Hay universidades públicas y gratuitas en América Latina en las que el
promedio de años de estudio por alumno duplica al de las universidades
privadas. Ya se sabe que la única ley inalterable de la economía es la
que asegura que "cuando la oferta es gratis la demanda es infinita y el
consumidor, además, no la valora".
Por otra parte, los recursos disponibles por el Estado son siempre
escasos y hay que emplearlos más inteligentemente. Si se quiere adultos
responsables que sean buenos universitarios y mejores ciudadanos, donde
hay que poner el acento es en la enseñanza preescolar, primaria y
secundaria.
Es en las primeras etapas de la vida donde se forman el carácter y los
hábitos, y donde se adquieren lo valores. Ahí, además, comparece casi la
totalidad de los niños y jóvenes. Para que la búsqueda de igualdad de
oportunidades no sea un fraude, la función del Estado, por medios
públicos o privados, es preparar a los niños para que puedan competir y
sobresalir en la vida. Un niño de origen humilde, bien nutrido y bien
educado, tendrá entonces la oportunidad real de abrirse paso.
La manera de contar con buenos universitarios es formar buenos alumnos
en los primeros grados. Es en esa época donde hay que suplirles
alimentación adecuada y magníficos maestros, bien remunerados y dotados
de buenos métodos pedagógicos, de manera que, cuando lleguen a la edad
adulta, puedan tomar las primeras decisiones vitales que en gran medida
definirán su destino: cómo se van a ganar la vida, qué estudiarán, qué
actividad emprenderán, cómo y cuándo constituirán sus familias.
Quienes hemos tenido la experiencia docente universitaria, sabemos la
enorme diferencia que existe entre los estudiantes formados en buenas
escuelas durante los primeros grados, y los que provienen de pésimas
instituciones, casi siempre públicas, donde los maestros no tienen buena
preparación, no están motivados o no están decentemente remunerados.
Una última e inteligente observación, hecha por el profesor Alberto
Benegas Lynch desde Argentina: le parece curioso que esos universitarios
que se oponen al lucro, cuando se convierten en profesionales rara vez
emplean su tiempo en ayudar gratuitamente al prójimo.
Lo dicho: el lucro que les molesta es el de los otros.
Source: "La buena educación | Diario de Cuba" -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1373100678_4101.html
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