Payá, Disidencia, Exilio
La caída del Movimiento Cristiano Liberación
Payá merece honor por haberse opuesto a Castro; y su familia, luego de
décadas de acoso policial, no puede asimilar otra cosa: lo mató la
Seguridad del Estado. Pero hasta ahí
Miguel Fernández-Díaz, Broward | 10/06/2013 3:47 pm
El exilio de la familia de Oswaldo Payá consumó la caída del Movimiento
Cristiano Liberación (MCL), que ya había dejado de ser movimiento y dejó
de ser cristiano, sin dejar esperanza de liberación, tras presentar las
muertes de Payá y Harold Cepero, el 22 de julio de 2012 en accidente de
tránsito cerca de Bayamo, como asesinato político y pasearla por medios
y foros extranjeros con la exigencia desatinada de investigación
internacional.
1. El MCL había dejado de ser movimiento tras agotarse su Proyecto
Varela (1998) en sendas recogidas de 11.020 (2002) y 14.384 (2004)
firmas, ambas por debajo del 0,2 % del electorado. El proyecto expiró,
por falacia de concreción fuera de lugar, al relanzarse el 28 de octubre
de 2008 en Madrid.
Payá intentaría resucitarlo en Cuba con la versión El camino del pueblo
(2011), pero ni siquiera logró consenso entre los propios disidentes.
Oscar Elías Biscet rechazó el camino por ser "la continuación del
comunismo" y Francisco Chaviano alegó que el pueblo tenía ya bastante
con Fidel Castro "para pícaros y habilidosos [y] Payá ha utilizado estas
habilidades varias veces".
Chaviano subrayó que Payá había "estado esquivando un compromiso serio
con la unidad" hasta quedarse "totalmente solo". El Arzobispado de La
Habana vendría confirmarlo al abstenerse de invitar a Payá a la
conferencia "Un diálogo entre cubanos" (La Habana, abril 19-21 de 2012).
2. El MCL dejó de ser cristiano por aferrarse a un solo testigo (Ángel
Carromero) para imputar al gobierno el asesinato de Payá y Cepero. Los
cristianos se atienen a las Sagradas Escrituras: "No se tomará en cuenta
a un solo testigo contra ninguno en cualquier delito ni en cualquier
pecado, en relación con cualquiera ofensa cometida. Sólo por el
testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la acusación"
(Deuteronomio 19, 15).
El otro sobreviviente de la tragedia (Jens Aron Modig) largó enseguida
el mensaje: "Dice Ángel que un carro lo empujó fuera de la carretera".
Eso mismo diría Carromero tanto al primer agente de la autoridad que
llegó a la escena como a quien tomó declaración en el hospital. Sólo que
tres testigos presenciales (José Antonio Duque de Estrada, Lázaro Miguel
Parra y Wilber Rondón) y el dictamen pericial destruirían este ardid de
Carromero para eludir su responsabilidad.
Al reiterar la excusa en entrevista para el Washington Post, Carromero
se tornó despreciable: si no fuera una mentira que camina, sería un
gallina. Lo que dijo a WaPo debió haberlo planteado en juicio e incluso
pudo contárselo al cónsul español que lo visitó en prisión provisional.
Después Carromero pudo y debió acudir a la judicatura española, para
buscar justicia tanto para sí como para los "asesinados", pero no lo
hizo ni lo hará. Carromero sabe que las pruebas del Gobierno cubano son
aplastantes y no podría justificarse ya con que se partió en la cárcel
bajo la insoportable tortura de tener que descargar el retrete de la
celda con un cubo.
3. El MCL dejó de ser esperanza de liberación al demostrar que ni
siquiera conoce al enemigo. Luego de haber dejado libre a Payá en la
Primavera Negra (2003) y darle pita en los trajines disidencia hasta que
se quedó "totalmente solo", la Seguridad del Estado no tenía por qué
matarlo. Mucho menos en operativo tan chapucero, que habría comenzado
provocando un accidente de tránsito —donde nunca se sabe de antemano
quiénes van a morir— y terminado dejando vivos a testigos que podrían
hacer el cuento.
El totalitarismo castrista, rutinizado por más de medio siglo, no
asesina si no vale la pena. Payá servía mejor como elemento de discordia
entre los disidentes que como mártir. Presentarlo como víctima de
asesinato político es otro infortunio del anticastrismo: tras fracasar
como Lech Walesa tropical, el MCL intentó sublimar a Payá como otro
Jerzy Popiełuszko. Así, el anticastrismo prosiguió su larga tradición de
falsos líderes y aun falsos mártires.
Al apearse con que "continuarán su trabajo ahora desde el exilio (...)
en sintonía y comunión" con los coordinadores y activistas del MCL de la
Isla, la viuda y la hija de Payá empeoran la caída, porque quedan en
sinceridad por debajo del vulgar inmigrante, que dice sin ambages que
viene a buscar mejor vida, y del refugiado que confiesa lo evidente:
desde el exilio no se continúa ninguna oposición ni disidencia dentro de
Cuba.
Payá merece honor por haberse opuesto a Castro; y su familia, luego de
décadas de acoso policial, no puede asimilar otra cosa: lo mató la
Seguridad del Estado. Pero hasta ahí. Empinar el accidente de tránsito
hasta el asesinato y aquel honor hasta la rivalidad política peligrosa
para la dictadura, entraña un error categorial. Para el castrismo, la
política ha sido siempre estrategia.
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/la-caida-del-movimiento-cristiano-liberacion-284692
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