Monday, June 10, 2013

Cuba el suicidio, las redes y la libertad

Cuba: el suicidio, las redes y la libertad
Enrique Krauze

¿Ha leído usted el libro Mea Cuba de Guillermo Cabrera Infante? Si no,
corra a la librería o conéctese a Amazon y cómprelo ya. Es un
recordatorio implacable de todo lo que Cuba perdió cuando "llegó el
comandante y mandó a parar" (… a parar la libertad de expresión, de
pensamiento, de creencia, de lectura, de asociación, de sindicalización,
de elección, de iniciativa, de movimiento, de preferencia sexual). En
Mea Cuba, el genial escritor recogió uno de sus ensayos más tristes y
reveladores: "Entre la historia y la nada. Notas sobre una ideología del
suicidio". Publicado originalmente en la revista Vuelta de Octavio Paz,
Cabrera demostraba cómo en la asfixiante atmósfera de ese "stalinismo
con sol" impuesto por Castro, el suicidio se convirtió en la última
ratio, el recurso racional, no solo de protesta sino de expresión
política. La desesperada costumbre, explicaba Cabrera, no era nueva en
la historia cubana. Martí, impaciente y heroico como tantos poetas
románticos del siglo XIX, "arrancó ribera abajo, hasta las líneas
españolas, donde cayó muerto del caballo al instante, sin siquiera haber
sacado su revólver de la funda". Eddy Chibás, líder del opositor Partido
Ortodoxo y célebre personaje de la radio a principios de los cincuenta,
se suicidó frente a los micrófonos como un acto de honor, un auténtico
harakiri, porque no pudo sustentar debidamente el cargo de corrupción
que había lanzado contra un funcionario del régimen. Atestiguando la
escena se hallaba uno de sus partidarios más fervientes, un impetuoso
estudiante de leyes llamado Fidel Castro. Fidel propuso llevar el cuerpo
de Chibás a la Universidad de La Habana para tirar al gobierno. Gustavo
Arcos, veterano del asalto al Cuartel Moncada y después preso político
del castrismo por varias décadas, confesó a Cabrera respecto al
desembarco en el Granma: "Íbamos en realidad a nuestro destino y nos
sentíamos como verdaderos kamikazes del Caribe". Del popular Camilo
Cienfuegos, "mano derecha de Fidel", Cabrera no descarta la hipótesis
del suicidio: "Palante y palante", le había dicho al piloto del avión
que abordó, a pesar de la atroz tormenta que se avizoraba. En 1967,
cuando Vargas Llosa (que había vivido en Bolivia) supo de la posición
geográfica del Ché, comentó: "Está sin salida. Lo que ha hecho es un
suicidio". Muchos años después, Regis Debray, compañero de la aquella
última aventura, sostendría que el Ché no había ido a Bolivia "a ganar
sino a morir". Haydée Santamaría, la hermana de Abel y novia de Boris
Santa Coloma (héroes y mártires del Moncada), directora de la Casa de
las Américas, murió por propia mano, significativamente, el 26 de julio
de 1980. No padecía tedium vitae, dice Cabrera, sino "tedium del poder":
"El poder absoluto desilusiona absolutamente". Oswaldo Dorticós,
presidente de Cuba tras el triunfo de la Revolución, hizo lo mismo.
Cabrera Infante documentó muchos otros casos de cubanos que salieron por
la puerta, no falsa sino fatal, del exilio sin retorno. Entre ellos
Reynaldo Arenas, "exiliado total: de su país, de una causa, de su sexo,
murió peleando contra el demonio" en el territorio ajeno e inhóspito de
Estados Unidos. En su clásico estudio El suicidio, Emile Durkheim
atribuye a la "anomia", (literalmente "sin norma") el impulso de la
autoinmolación. La "anomia" se puede definir como "la falta de normas o
incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos lo
necesario para lograr sus metas". En el caso de muchos suicidas en la
Cuba castrista, cabe conjeturar que no ha sido la falta de normas la que
les ha impedido expresarse como personas sino lo contrario: el imperio
total y totalitario de las normas, la asfixia de ser islas en una isla
cerrada a la libre trasmisión del pensamiento. Hace apenas unos años,
una nueva camada de cubanos comenzaba a tomar su sitio en la fila del
suicidio como método extremo para expresarse políticamente —ahora para
luchar por las libertades elementales: el más conocido de ellos fue
Orlando Zapata— cuando sobrevino una mutación global frente a la cual
los hermanos Castro (cancerberos de Cuba) no tienen respuesta, ni pueden
tenerla: la irrupción de las redes sociales, antídoto y antítesis de los
regímenes totalitarios. En la era del Twitter, las nuevas generaciones
se han enterado de lo que ocurre en Cuba, y crecientemente lo reprueba.
También los cubanos, a pesar de las enormes trabas a la libertad de
expresión y comunicación (solamente el 3 % de la población tiene acceso
a internet, el índice más bajo de América), comienzan a vislumbrar la
realidad que han vivido por más de medio siglo. Este soplo de libertad
digital debe poner fin a la historia cubana del suicidio político.
Irreversiblemente la isla dejará de ser isla. El símbolo de esta nueva
Cuba es ya, y será cada vez más, la bloguera Yoani Sánchez, ahora de
regreso a su país. Cada "tuit" suyo representa una bocanada de aire, el
vislumbre de una Cuba reconciliada consigo misma. El autor es periodista
y escritor mexicano, director de la revista Letras Libres.

http://www.laprensa.com.ni/2013/06/10/voces/150173

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