Vivir con o sin Fidel
octubre 24, 2012
Yusimi Rodríguez
HAVANA TIMES — Hace poco más de una semana, leí en el sitio el texto
"¿Dónde está y cómo está Fidel Castro?" En ese momento me percaté de que
no había pensado en el líder en mucho tiempo. Después de dedicar dos
textos a su figura, simplemente lo olvidé.
De camino a casa, comenté el texto de HT con varios compatriotas que
solo cuentan con la prensa nacional como fuente de… "información".
Reaccionaron como yo. "Ah, sí, es cierto, hace tiempo que no sale en el
televisor, ni reflexiona".
No escuché especulaciones sobre su estado en las paradas de guaguas, las
colas de la bodega, el agro, las casas que visito. Nadie se preguntaba
cómo está, por qué no se le ve.
No recuerdo la última vez que vi el rostro del líder en la televisión.
No tengo claro si apareció en pantalla durante su cumpleaños o los días
que rodearon el 13 de agosto. Sin embargo tengo nítido en la mente aquel
día del 2006 en que se anunció su enfermedad (que nunca he sabido a
ciencia cierta cuál es).
Aún trabajaba en un periódico oficial y había una fiesta planificada
para el día siguiente. Se suspendió, por supuesto. Se suspendieron los
carnavales ese año. Había miedo, incertidumbre, especulaciones. Y como
estas cosas son contagiosas, yo también me preguntaba qué iba a pasar si
fallecía.
Creía tener la respuesta ahora, seis años después, cuando todo indicaba
que había fallecido o agonizaba. Pero no. Ha ido resucitando
paulatinamente, primero a través de mensajes, luego a través de fotos.
Su voto fue depositado en las urnas por alguien. Hoy por la mañana,
tuvimos una de sus acostumbradas (extensas) reflexiones.
No sé si volveremos a verlo en pantalla sosteniendo un periódico del
día. Pero algo me quedó claro en estos días. Primero, que no es su
muerte lo que va a cambiar la vida de los cubanos. Al menos no para mejorar.
No sé si en realidad hubo un momento en que su muerte pudo cambiar algo,
pero si lo hubo, ya ese momento pasó. Los cambios que están teniendo
lugar en nuestro país, están sucediendo sin necesidad de que el líder
fallezca.
Segundo, los cubanos estamos tan ocupados intentando mejorar nuestras
vidas o simplemente sobrevivir, que cada vez, pensamos menos en él.
Nunca he deseado ni me ha alegrado la muerte de nadie. La de Fidel
Castro no será la primera, aunque tampoco creo que me produzca tristeza.
En realidad, no sé si sentiré algo.
Quería ver la parte positiva de que permaneciera vivo para ser testigo
de los cambios que está sufriendo el país: la apertura de los pequeños
negocios que cerró con la Ofensiva Revolucionaria, para eliminar los
últimos vestigios de la burguesía; la devolución (parcial) a los cubanos
del derecho a viajar libremente.
Esperaba que en algún momento se viera obligado a reconocer sus errores
en la dirección del país. La reflexión de esta mañana sobre el papel de
Cuba (el suyo) durante la Crisis de Octubre me quitó esa esperanza.
De todas formas, es inevitable que el Líder nos abandone en algún
momento, a pesar de los avances de la ciencia y de todo el empeño del
equipo médico que lo atiende, nada puede detener el tiempo.
La noticia, cuando ocurra, no pasará inadvertida. Habrá luto nacional, y
especulaciones a nivel mundial, y materiales sobre su vida y obra que
alterarán la monotonía de la programación televisiva y de nuestras
vidas. Y páginas enteras del periódico dedicadas a él.
Será más que merecido; habrá cumplido su misión hasta el final. La de
vivir lo suficiente para garantizar la transición (no sabemos hacia
qué), para que el pueblo cubano se adaptara lentamente a la idea de la
continuidad de lo que llamamos Revolución, sin Fidel Castro.
http://www.havanatimes.org/sp/?p=73962
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