Publicado el domingo, 10.14.12
Las armas nucleares que los soviéticos dejaron en Cuba
Castro presionó a Moscú para que en la isla permanecieran casi 100
cabezas nucleares tácticas sobre las que EEUU no tenía conocimiento
Juan O. Tamayo
jtamayo@elnuevoherald.com
La Crisis de los Misiles finalizó el 28 de octubre de 1962, con la
promesa del líder soviético Nikita Kruschov de retirar sus armas
nucleares estratégicas de la isla. Pero, sin que Washington lo supiera,
casi 100 cabezas nucleares soviéticas más pequeñas estaban también en
Cuba. Y Fidel Castro luchó desesperadamente por mantenerlas en su poder.
En caso de que Castro hubiera logrado su cometido, Cuba se hubiera
convertido en una potencia nuclear. Y si el presidente John F. Kennedy
hubiera sabido que Kruschov le mintió el 28 de octubre, posiblemente
hubiera ordenado una invasión estadounidense a la isla.
Pero el viceprimer ministro soviético Anastas Mikoyan, al sentir que al
"impulsivo" Castro no podía confiársele arma nuclear alguna, las sacó de
Cuba después de decirle que la ley soviética no permitía la
transferencia de armas nucleares a otros países.
"Es una pena. ¿Y cuándo van a revocar esa ley?" le preguntó Castro a
Mikoyan durante una tensa reunión celebrada el 22 de noviembre de 1962,
de acuerdo con un nuevo libro por Sergo Mikoyan, hijo del diplomático
soviético, y la investigadora Svetlana Savranskaya.
En total en Cuba había 80 cabezas nucleares para misiles cruceros FKR-1
y 12 más para misiles Luna, ambos de corto alcance, más seis bombas
nucleares para los bombarderos de alcance intermedio IL-28.
Han pasado 50 años desde la crisis de los misiles, del 16 al 28 de
octubre de 1962, cuando el mundo estuvo más cerca que nunca de una
guerra nuclear y casi se volvieron realidad términos escalofriantes como
"Armagedón nuclear" y "destrucción mutua asegurada".
Las investigaciones en años recientes han mostrado que la crisis tuvo un
mayor impacto alrededor del mundo de lo que se sabía anteriormente,
afirmó James Hershberg, editor de la serie de libros publicados por el
Proyecto de Historia Internacional de la Guerra Fría del Centro Woodrow
Wilson, en Washington D.C.
Por ejemplo, las concesiones de Moscú a Kennedy empujaron a Corea del
Norte a buscar sus propias armas nucleares, según mostró un estudio.
Otro alegó que hizo que Vietnam del Norte acelerara su campaña armada
contra el Sur.
Pero el libro de Sergo Mikoyan, La crisis soviético cubana de los
misiles se enfoca en la crisis en La Habana en noviembre de 1962, cuando
su padre se las veía con Castro para terminar de limpiar los cabos
sueltos de la llamada Crisis de los Misiles, también conocida como
Crisis de Octubre.
"El titular aquí es lo cerca que estuvo Cuba de convertirse en una
potencia nuclear", declaró Hershberg, cuya serie de libros incluye la
obra de Mikoyan.
El libro contiene 50 documentos de los archivos del gobierno soviético y
la familia Mikoyan, incluyendo transcripciones de las conversaciones
entre Mikoyan y Castro. Sergo Mikoyan murió en el 2010 y Savranskaya,
una investigadora del Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad
George Washington, completó la publicación.
La historia esencialmente comienza después de que Kruschov le dijo a
Kennedy el 28 de octubre que retiraría de Cuba las "armas que usted
llama ofensivas", refiriéndose a los misiles soviéticos R-14 y R-12 con
cabezas nucleares y rangos de hasta 1,550 millas, y los aviones IL-28.
Lo que Kruschov no reveló fue que 98 cabezas nucleares tácticas también
habían sido desplegadas en Cuba para los misiles FKR-1 y Luna, ambos
destinados a la defensa costera y desplegados esencialmente para
defender a la isla de una posible invasión armada estadounidense.
Más aún, el acuerdo oral soviético-cubano del verano de 1962 para el
despliegue de las armas nucleares en la isla caribeña incluyó una
promesa de que las tropas cubanas tomarían el control de las armas
nucleares tácticas después de recibir entrenamiento.
Así que en los primeros días de noviembre, Kruschov envió a Mikoyan —el
número dos en la jerarquía soviética, su principal mediador en el
extranjero y un amigo de Castro desde 1960— a La Habana para una misión
de varias facetas que duraría tres semanas:
Por un lado, Mikoyan debía asegurarle a Castro que Kennedy había
prometido que no invadiría Cuba y calmar su enojo debido a que Moscú no
lo consultó en sus negociaciones con Washington. Pero, además, el
diplomático debía presionarlo para que aceptara inspecciones para
confirmar la retirada de las armas estratégicas; urgirlo a no disparar a
los aviones espías de Estados Unidos que sobrevolaban la isla y arreglar
el tema de las cabezas tácticas.
Castro realmente echaba chispas. La retirada de los misiles lo iba a
dejar sin ninguna verdadera arma de disuasión contra un ataque
estadounidense, justo 18 meses después de la fracasada invasión de Bahía
de Cochinos y en medio de al menos un complot confirmado de la CIA para
asesinarlo.
El embajador soviético en La Habana informó que nunca había visto al
líder cubano "tan consternado y furioso". Y cuando Mikoyan presionó
demasiado en un punto, Castro replicó: "¿Qué creen que somos? ¿Un cero a
la izquierda? ¿Un trapo sucio?"
Inicialmente, Mikoyan y las fuerzas armadas soviéticas estaban a favor
de permitir que Castro quedase en control de las armas nucleares
tácticas para defenderse en caso de ataque, según su hijo.
Pero el 27 de octubre, Castro le envió un telegrama a Kruschov
prácticamente urgiéndolo a un ataque nuclear preventivo sobre objetivos
estadounidenses. El 19 de noviembre, le ordenó a su embajador en la ONU,
Carlos Lechuga, que anunciara que las cabezas nucleares tácticas estaban
en Cuba. A esa orden se le dio pronto marcha atrás.
"Mikoyan comprendió entonces que la cola cubana era totalmente capaz de
menear al perro soviético", escribió Savranskaya en un epílogo al libro.
"Lo que le quedó claro a Mikoyan … es que los soviéticos no podían
realmente controlar a su aliado cubano".
El tema de las cabezas nucleares tácticas fue tratado en la noche del 22
de noviembre, cuando Mikoyan se reunió por más de tres horas con Castro,
Ernesto "Che" Guevara y otros tres altos funcionarios del gobierno
cubano en La Habana.
"¿Es verdad que todas las armas nucleares tácticas ya se sacaron?", le
preguntó Castro a Mikoyan según las notas de la reunión tomadas por la
delegación soviética. Mikoyan respondió que Moscú "no ha hecho ninguna
promesa con respecto a sacar" las armas tácticas. "Los estadounidenses
no tienen información alguna de que están en Cuba".
Castro presionó. "¿Entonces las armas están aquí? ¿Y no se dieron
seguridades con respecto a su retirada?". Mikoyan replicó: "No sobre las
armas". Castro agregó: "Por lo tanto, entonces las armas están aquí".
Posteriormente, de acuerdo con las notas, Castro volvió al tema de las
armas tácticas al preguntar "¿Transfiere la Unión Soviética armas
nucleares a otros países?"
Mikoyan replicó que hay "una ley que prohíbe la transferencia de
cualquier arma nuclear, incluyendo las tácticas, a cualquiera. Nunca las
hemos transferido a nadie, y no pretendemos transferirlas".
Castro insistió: "¿Sería posible dejar las armas nucleares tácticas en
Cuba en manos soviéticas, sin transferirlas a los cubanos? Mikoyan
respondió que no, porque las 42,000 tropas soviéticas en Cuba son
técnicamente sólo "asesores".
Minutos después Castro regresó otra vez a las armas nucleares tácticas:
"¿Así que ustedes tienen una ley que prohíbe la transferencia de armas
nucleares tácticas a otros países? Es una pena. ¿Y cuándo van a revocar
la ley", preguntó Castro de acuerdo con las notas.
Mikoyan esquivó la pregunta. "Veremos", afirmó.
Sergo Mikoyan, quien acompañó a su padre durante los primeros días de la
misión a Cuba, escribió en el libro que no está claro si tal ley en
realidad existía. Quizás era una política secreta del liderazgo
soviético, quizás una mentira conveniente.
El libro también alega que Kruschov y los otros "viejos" que gobernaban
en el Kremlin a comienzos de la década de 1960 vieron en Cuba
esencialmente a una revolución socialista joven y viril que necesitaba
el apoyo de Moscú.
El también "romántico" Kruschov envió armas nucleares para defender a La
Habana de los ataques de Washington y no se dio cuenta por completo de
los riesgos, según el libro. Las fuerzas armadas de Moscú fueron más
pragmáticas, y el despliegue en Cuba duplicó el número de misiles
soviéticos que podían llegar a territorio de Estados Unidos.
Pero en el momento en que Mikoyan terminó su misión en La Habana,
destaca el libro, Moscú veía a los dirigentes cubanos como "personas
impetuosas que preparaban a su país a morir en el fuego de un
enfrentamiento nuclear con Estados Unidos en nombre del socialismo mundial".
Publicado conjuntamente por Woodrow Wilson Press y Stanford University
Press, el libro se basa parcialmente en la obra en ruso de Sergo
Mikoyan, Anatomía de la Crisis Cubana de los Misiles, publicada en el 2006.
Ashkhen Lazaranova, la esposa de Mikoyan durante 43 años, murió durante
los primeros días de su misión de tres semanas a La Habana, pero el
diplomático se quedó en la isla caribeña hasta que completó su tarea y
partió el 26 de noviembre. Mikoyan murió en 1978 a la edad de 82 años de
causas naturales.
Sergo Mikoyan, quien sirvió como secretario personal de su padre, fue
uno de los principales especialistas de Moscú en América Latina y sirvió
como editor de la revista América Latina, publicada por la Academia
Soviética de Ciencias.
El gobierno estadounidense sabía de la presencia de los misiles Luna en
Cuba y sospechaba de la presencia de cabezas nucleares, pero no sabía de
las muchas otras armas nucleares tácticas hasta una conferencia
realizada en La Habana en 1992, en el 30 aniversario de la Crisis de los
Misiles, a la que asistieron delegaciones de Estados Unidos, Cuba y la
ex Unión Soviética.
Sergo Mikoyan afirmó en el libro que todas las cabezas nucleares
tácticas salieron de Cuba el 1ro. de diciembre de 1962 en el barco de
carga Arkhangelsk y llegaron el 20 de diciembre al puerto soviético de
Severomorsk.
http://www.elnuevoherald.com/2012/10/13/v-fullstory/1321507/las-armas-nucleares-que-los-sovieticos.html
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