Música
El reguetón, Rachmáninov y el Médico Chino
Paquito D'Rivera
Nueva York 05-12-2012 - 7:30 pm.
La vulgarización y la chusmería han ido en aumento a través de estas
cinco décadas, y ahora quieren arreglarlo todo por decreto.
Si no fuera porque ya estoy hasta los mismísimos mameyes de arar en el
mar, escribiría algo sobre esta última payasada de los comunistas contra
el reguetón. Pero es que hace ya tanto, pero tanto tiempo que estamos
hablando de esto señores, que ya llueve y diluvia sobre lo mojado.
La vulgarización y la chusmería del cubano han ido en aumento a través
de estas cinco décadas, y ahora quieren arreglarlo todo por decreto. De
un plumazo: prohibir el dichoso reguetón en lugares públicos, que es
como matar a todos los perros para prevenir la rabia, o evitar
indigestiones prohibiendo comer. (Bueno, ya eso de la jama lo han ido
practicando con éxito desde 1959. Si no, preguntarle a Pánfilo).
¿Y entonces qué van a hacer de momento? ¿Pedirle a El Tosco que escriba
versos como Amado Nervo, en ritmo de timba, o a los reguetoneros que
bailen como Baríshnikov y hablen como José de la Luz y Caballero? Hummm,
muy tarde pa' dos comidas, diría yo.
Antes de la llegada del comunismo, las muchachas pobres trataban de
imitar los modales de las Mestre y las Gómez-Mena y copiaban los
modelitos de las vidrieras de El Encanto y Fin de Siglo para luego
coserlos ellas mismas en casa, con los retazos de tela que adquirían en
la calle Muralla —comentaba cierta vez Carlos Alberto Montaner—. Hoy en
día copian los modismos, el léxico y la forma de vestir de las
jineteras, que son las únicas que tienen algo que echarse encima.
Ahora sí que se han reunido la haitianización de Cuba vaticinada por
Moreno Fraginals, junto a "la envidia igualitaria" de Gonzalo Fernández
en combinación con el profético tango "Cambalache" del genial Santos
Discépolo; y la tétrica fórmula ha adquirido en nuestro sufrido país
espeluznantes visos de hiperrealismo.
Me recuerda aquella anécdota de Rachmáninov en el conservatorio de Moscú
el día que llegó y un alumno vestido de miliciano rojo lo saludó
alegremente: "Hola, camarada Sérgei", a lo que el gran compositor
contestó sorprendido e indignado: "¿Camarada yo?". Nooo, ¡Maestro
Rachmáninov!", y cuentan que ahí mismo se montó en un trineo y no paró
hasta Finlandia (todavía cuando aquello se podía hacer eso).
Y es que así se empieza, y se llega al "asere que bolá", y por ahí
pa'llá al reguetón y a la "pérdida de valores, falta de respeto por el
otro y ausencia creciente de urbanidad" de que hablaba Leonardo Padura
en un reciente artículo.
Bueno, pues para terminar, déjenme decirles que eso ya no tiene marcha
atras mis queridos amiguitos, y no lo arregla ¡ni el médico chino!
http://www.diariodecuba.com/cultura/14325-el-regueton-rachmaninov-y-el-medico-chino
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